Marcelo T. de Alvear. Honorable republicano y Presidente.

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Por Carlos Moratorio

 

Su vida transcurrió desde la vigencia de la presidencia de Sarmiento en 1868, hasta los albores del Estado corporativo en 1942. Sus ancestros recorren desde la emancipación argentina, pasando por la división entre unitarios y federales, hasta el gran despegue de la capitalidad de Buenos Aires.

Su actividad política comienza en el encuentro del Jardín Florida en 1889 y evidencia la rebeldía de parte de la joven clase dirigente hacia el unicato de Juárez Celman. Fue un cercano colaborador del autonomista Leandro N. Alem, reconvertido posteriormente en líder de la Unión Cívica Radical. Su aproximación temprana con Hipólito Yrigoyen, lo convirtió en un hombre de su entera confianza personal y partidaria.

Marcelo T. de Alvear, joven heredero de gran fortuna y posición social, jamás se desvinculo de su vocación política, pese a su acomodada situación. Los viajes a Europa, su versatilidad deportiva y su inquieta juventud mundana, no constituyeron impedimento alguno para incorporarse al Congreso Nacional, luego de la sanción de la Ley Sáenz Peña, como Diputado por la U.C.R.  en 1912.

Con la llegada del Radicalismo al poder, se traslada a Paris para representar a la Argentina en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. Allí empiezan las desavenencias con el Presidente Yrigoyen, por el retiro de nuestro país de la Sociedad de las Naciones. Sin embargo la amistad y confianza mutua siguió inalterada. En 1922 Hipólito Yrigoyen lo apoya para ser electo, sin haber realizado campaña política alguna, para la Presidencia de la Nación.

Su Gobierno floreció en materia económica e institucional. Su primer Gabinete de Ministros mostraba lo más excelso de la época, sin hacer distingos políticos partidarios. La escasa presencia yrigoyenista entre sus colaboradores, marcaría el comienzo de una división interna en el partido oficial, que sumado al particular perfil de Don Marcelo, apegado a las formas y hábitos republicanos, se acentuaría a lo largo de todo su mandato.

El mundo occidental crecía vertiginosamente, con la Argentina integrada plenamente al concierto internacional, y las criollas “tasas chinas” de crecimiento, seguían atrayendo inmigrantes y cuantiosas inversiones. Alvear cedió la administración cotidiana a sus Ministros y consolido su estatura de Jefe de Estado, evito intervenciones federales a las provincias opositoras, suprimió los nombramientos de favor y evito en los hechos y en lo discursivo, continuar con los excesos del Gobierno de Yrigoyen. La Argentina alvearista constituía un ejemplo de la plena aplicación de la Constitución Nacional de 1853.

Pese a su apoyo explícito a los antipersonalistas y  de alcanzar su Gobierno el sexto lugar mundial en relación al Producto Bruto Interno por habitante,  hacia 1928, no pudo evitar el regreso casi plebiscitario del caudillo Yrigoyen. Su misión presidencial y su vida política parecían haber expirado.

Sin embargo, la declinación tanto política como personal de Yrigoyen y el golpe de Estado de 1930 que interrumpen su segundo mandato, cambiarían la vida, del distante ex Presidente Alvear. Desde 1931 hasta su fallecimiento, once años después, tomaría a su cargo la Presidencia de la Unión Cívica Radical, para organizarla desde el llano, favorecer la marcha política e institucional del país y dotar a la Argentina de una fuerza democrática, moderada y claramente inclinada hacia  la plena realización de sus individuos, en contraposición con las fuertes corrientes corporativistas que avanzaban desde Europa.

Su vocación patriótica, le hizo cambiar su comodidad parisina, por la pesada lucha contra el  fraude electoral argentino, que lamentablemente acechaba sobre la legitimidad de los representantes del pueblo, sufriendo por ello encarcelamiento y exilio, dispuesto por los gobiernos de la década.

Este hombre  de aristócrata origen, profundas convicciones, férreo carácter y una fortuna extenuada por el ejercicio de la política de aquellos tiempos, significo para la Argentina la perduración de valores republicanos indispensables en la conformación de una gran Nación integrada por ciudadanos libres.

Seguramente por todo ello, cabe recordar una frase que expone claramente su pensamiento: “Cuando un gobernante no es esclavo de la Ley, convierte en esclavo a su pueblo. Dentro de la Constitución todo le es permitido para servir al pueblo; fuera de ello nada puede ser tolerado.”

Carlos Moratorio
Director del Club de la Libertad.

Corrientes – Argentina 

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