Corazón de corazones

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Por Trinidad Marconi

La República Argentina es una nación que a lo largo de sus años dio a luz a algunas de las mentes más prestigiosas y reconocidas dentro del campo de la medicina: Bernardo Houssay durante la década del 40 publicaría su tratado sobre Fisiología Humana, donde destaca su trabajo sobre el rol que desempeñan las hormonas pituitarias (Hipófisis) en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre (glucosa), por lo que sería galardonado con el Nobel de Medicina, el primero que se le haya entregado a un latinoamericano; también el primer latinoamericano en recibir un Nobel pero dentro de la química, en el año 70, fue Luis Leloir gracias a su investigación sobre los nucleótidos de azúcar y su papel en la fabricación de hidratos de carbono, llevaría al entendimiento final sobre los pormenores de la galactosemia (mayormente conocida como Intolerancia a la lactosa); finalmente el último premio Nobel recibido por un argentino, y también de medicina, fue entregado a César Milstein, por rol en la posibilidad de desarrollar anticuerpos monoclonales (es decir, generados por una sola célula madre).

Sin embargo, tampoco es una condición necesaria la de ser premiado con un galardón de prestigio internacional para ser un gran médico. Es el caso del Doctor René Favaloro, quien perfeccionará una de las prácticas más utilizadas actualmente en la cirugía cardiológica, como es el puente coronario (más conocido como “Bypass”), y además fundador de la Fundación que porta su apellido, hasta la fecha una de las principales instituciones a nivel nacional en materia cardiológica el Día Nacional de la Medicina Social. Por sus aportes a la enseñanza e investigación cardíaca, y su peculiar humanismo médico, a través de la Ley 25.598 del año 2002 se conmemora en su homenaje el “Día de la Medicina Social”, en el aniversario de su nacimiento, un 12 de Julio de 1923 en la ciudad de La Plata.

Doctor René Favaloro

Hijo de una familia humilde, se graduó como médico en la Universidad Nacional de La Plata en 1949. Para él, la medicina era un apostolado, tal como la consideraban los maestros griegos. Habiendo realizado gran parte de sus prácticas médicas en el hospital Policlínico de la misma ciudad, se pensaba que seguiría allí su carrera, ya como médico titulado. Sin embargo, al registrar sus datos, se le solicitaba afirmar que aceptaba la doctrina del gobierno de entonces. Sus calificaciones eran mérito más que suficiente para obtener el puesto, por lo que ese requisito resultaba humillante para alguien que, como él, había formado parte de movimientos por mantener en Argentina una línea democrática, de libertad y justicia (razón por la cual incluso había tenido que soportar la cárcel en alguna oportunidad). Sabiendo que colocar su firma en esa tarjeta significaba traicionar todos sus principios, contestó que lo pensaría, pero en realidad sabía con claridad cuál iba a ser la respuesta.

Tras esto, le llegó una carta de un tío de la localidad de Jancito Aráuz, en la zona desértica de La Pampa, en la cual le contaba que en su pueblo de 3500 habitantes se necesitaban médicos. Allí comenzó a interesarse por cada uno de sus pacientes, en los que procuraba ver su alma. De esa forma pudo llegar a conocer la causa profunda de sus padecimientos. Junto con su hermano Juan José puso en marcha un centro asistencial y logró reducir la mortalidad infantil en la zona, al igual que las infecciones en los partos y la desnutrición, todo gracias a campañas de difusión sanitarias.

Tras 12 años como médico rural, se traslada a Cleveland, y luego de trabajar en el tratamiento de las afecciones vasculares comienza a interesarse, en 1967, por la utilización de la vena safena en las intervenciones coronarias. La estandarización de esa técnica, conocida como Puente Coronario o “Bypass”, y sus especificidades serían publicadas en su obra “Tratamiento quirúrgico de la arteriosclerosis coronaria”.

El doctor, con la idea de desarrollar un centro de excelencia similar al de la Cleveland Clinic, que combinara la atención médica, la investigación y la educación, decide regresar a la Argentina en 1971, y crea la Fundación Favaloro en 1975 junto con otros colaboradores y afianzó la labor que venía desarrollando desde su regreso al país. En 1980 creó el Laboratorio de Investigación Básica, que con posterioridad, pasó a ser el Instituto de Investigación en Ciencias Básicas del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas. Esta fue la base de la creación, en agosto de 1998, de la Universidad Favaloro, y un poco antes, en 1992, se inaugura el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la fundación, entidad sin fines de lucro donde se brindan servicios altamente especializados en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, además de otras áreas. Bajo esta institución, se logró formar a más de 400 médicos residentes bajo su supervisión, atender más de 347.725 consultas, 273.276 estudios no invasivos, 19.262 cateterismos, 5.894 cateterismos terapéuticos, 470 trasplantes y 20.174 cirugías, todo de manera prácticamente independiente.

Pero Favaloro no se conformó con ayudar a resolver los problemas sanitarios o médicos sino que denunció problemas político-sociales como la desocupación, la desigualdad, la pobreza, el armamentismo, la contaminación, la droga, la violencia, y la incomprensible desidia de los gobiernos ante obras como la que él emprendió para mejorar las condiciones sanitarias de la población. Abrumado y angustiado, el 29 de julio de 2000 decide quitarse la vida, dándose un disparo en el corazón. Tras el desenlace fatal, se conoció que había dejado en su departamento siete cartas cuyo contenido se reveló parcialmente. En una de ellas, dirigida a las «autoridades competentes», dejaba en claro que había decidido quitarse la vida, y explicaba que la crisis económica que atravesaba la Fundación Favaloro había sido el desencadenante de su determinación. Favaloro expresaba su cansancio de «ser un mendigo en su propio país», luego de los reclamos enviados al Estado, en los cuales solicitaba entre otras cuestiones el pago de las deudas millonarias que mantenían con su fundación varias obras sociales, siendo la más abultada la contraída por la prestadora estatal, PAMI.

“Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar”; estas fueron algunas de las últimas palabras escritas por el Dr. Favaloro en alguna de esas cartas, que tristemente hasta hoy, a dos décadas ya de su partida, siguen siendo la triste realidad de la nación. En su honor, recordémoslo no solo con la memoria, sino también con su mayor pasión, como lo fue, el corazón.

Trinidad Marconi
Fundación Club de la Libertad

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