El inspirador mensaje de “El manantial”

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Por Alberto Medina Méndez (*)

A estas alturas ya nadie pone en duda el enorme impacto que han generado en el ambiente intelectual las innovadoras ideas planteadas por la escritora y filósofa Alisa Zinovlevna Rosenbaum, más conocida en la actualidad como Ayn Rand, a lo largo de sus múltiples publicaciones y conferencias.

Hasta sus mas agudos críticos y feroces detractores admiten que ella se ha constituido en una bisagra para el mundo de la filosofía. Su impronta dispara controversias de todo tipo y muchas de ellas siguen vigentes aun hoy.

Sus admiradores siempre se deleitan comentando acerca del perfil de sus personajes y recomendando sus obras a quienes quieran escuchar. Inclusive se permiten debatir acerca de cual de sus libros ha sido el mas revelador y trascendente.

De todos modos, existe cierto consenso respecto a que “La Rebelión de Atlas”, que fuera publicada originalmente en 1957 ha logrado ser uno de los mas influyentes de su tiempo en Estados unidos y es por eso qué se lleva casi todos los laureles.

Sin embargo, vale la pena detenerse en otra de sus interesantes creaciones. Tal vez no sea relevante comparar pretendiendo descubrir la mejor versión sino mas bien revalorizar los magníficos aportes de una narrativa bien contada que deja una huella imborrable en sus circunstanciales lectores.

La referencia tiene que ver con “El manantial” que fue otro de sus indiscutibles grandes éxitos. Escrita en 1943, esta novela apela a la ficción relatando la historia de un arquitecto dispuesto a dar la pelea contra las reglas imperantes de una comunidad estructurada e impidiendo que esa dinámica lo haga claudicar dejando de lado sus más profundas convicciones.

El personaje principal, Howard Roark, se aferra a sus creencias, esas que expresa con determinación a través de su visión artística en una especie de lucha contra las tradiciones mas arraigadas y las miradas conservadoras de su tiempo que jamás aceptan escapar de su zona de confort.

Una suerte de “establishment” pretende imponerle sus normas a cualquier precio despreciando la virtud, la modernidad y cualquier intento de salirse de ese molde que el protagonista cuestiona permanentemente poniendo en juego tanto su presente como su futuro.

Sus alegatos planteados con locuacidad e inteligencia en diferentes situaciones son demoledores y hacen gala de un esquema argumental sin fisuras, que invitan a una reflexión provocativa obligando a esa imprescindible revisión integral de los propios valores sobre la que cualquier mortal debería meditar.

Una versión cinematográfica llevada a la pantalla grande en 1949 recrea esta genialidad de la mano de un imponente Gary Cooper que le da vida de una forma inigualable a tantas reveladoras posturas de la figura central.

Definitivamente se trata de una maravilla literaria, no solo por el particular estilo utilizada por la escritora y por la creatividad desplegada en diversos tramos, sino fundamentalmente porque resulta absolutamente inspirador para cualquier individuo que no se deja aplastar por la típica inercia de las sociedades contemporáneas.

 

(*) Alberto Medina Méndez

Presidente Fundación Club de la Libertad

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