Los socialistas sostienen que “la mano invisible que regula el mercado no existe”, y que por eso, deben fijar un sueldo mínimo, disminuir las brechas salariales, ponerle topes a las utilidades, a las herencias, a la plusvalía, etcétera. En definitiva, que deben corregir las “imperfecciones” del mercado libre.
Ahora yo me pregunto: ¿en qué consiste “la mano invisible que regula el mercado”? Una vez un profesor me dijo que esa “mano invisible” es el precio, pero la respuesta quedó ahí sin ser explicada. Entonces profundizo: ¿Quién regula los precios? ¿Quién dice cuánto se paga por algo?
Para los que ya lo saben, la respuesta está gritando en sus cabezas, y para los que no, tal vez sientan que un nuevo mundo que siempre estuvo allí ahora es más claro. Nosotros somos quienes le ponemos precio a algo, y entiéndase nosotros como el conjunto de todos los individuos que interactuamos en el mercado.
Una empresa antes de colocar un precio a un producto, entre las cosas que tiene que considerar está cuánto gastó en producirlo (materia prima, mano de obra, maquinaria), cuánto cobra la competencia (conjunto de empresas y personas que ofrecen el mismo producto), pero sobre todo, cuánto están dispuestos a pagar sus consumidores (conjunto de personas a las que está dirigido el producto, que acorde a su percepción subjetiva determinan su valor).
Es decir, “la mano invisible que regula el mercado” somos todos nosotros. Negar que ella exista es negar nuestra existencia, es negar la influencia que tienen los consumidores y el accionar que toman las empresas frente a esto. El mercado funciona por nosotros, pues las acciones y las decisiones que cada uno toma tienen un impacto real.
Esta “mano invisible” es sumamente influyente y funciona de forma autónoma. Por eso, muchos desean controlarla, o incluso negar su existencia, obviando las decisiones individuales y anulando el deseo de cambio y prosperidad que cada uno tiene. Al interferir en las acciones de los individuos, se coarta su capacidad de avanzar, de desarrollarse.
Por eso necesitamos libertad, porque sólo en libertad es cuando esa “mano invisible” puede funcionar en todo su potencial. Cuando cada uno de nosotros puede decidir con total autonomía, ya no sólo somos manos de cambio, sino también piernas de prosperidad, corazones de valentía y mentes visionarias. Sin intervención socialista, podemos construir la sociedad que todos queremos: una sociedad más libre, próspera y feliz.