La Revolución de Mayo de 1810 como mito político en las Bases de Juan Bautista Alberdi

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Por Andres Salvador[1]

Texto presentado para el Homenaje a la Revolución de Mayo organizado por el Club de la  Libertad en Corrientes (Argentina) el 30 de mayo de 2020.

 

Estatidad, formas de penetración del estado y penetración ideológica.

Oscar Oszlak  al examinar el proceso que, entre 1862 y 1880, dio contenido real, <estatidad>[2], a los que previamente no eran sino atributos formales del estado nacional argentino (Oszlak, 1982: 7), sostiene que este se tradujo en un conjunto de formas de penetración en la sociedad (=Oszlak, 1982: 6) que hacían posible la presencia del estado. Una de ellas es la que el autor llama: Ideológica y consistió en la creciente capacidad de creación y difusión de valores, conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a legitimar el sistema de dominación (Oszlak, 1982: 16)[3].

Símbolo, y mito  y política

Explica Mircea Eliade que el símbolo puede entenderse como la participación de un objeto natural o de un acto humano en una realidad que los trasciende y a la cual revela, y que constituye su modelo ejemplar o arquetipo. Ahora el símbolo se integra en un escenario en que el mito se nos presenta no como fábula, invención o ficción sino por el contrario como una historia verdadera de inapreciable valor por ser sagrada, ejemplar y significativa.

La importancia del asunto se torna evidente cuando recordamos con Mario Justo Lopez que: Los actos, los hechos, las situaciones que constituyen materialmente la realidad política, son transpuestos a un registro compuesto de símbolos, que le dan una tonalidad en virtud de la cual aquellos adquieren un sentido que no tienen intrínsecamente (Justo López, 1973: 28).

Según Antonio Castagno los símbolos políticos suscitan la intensificación de la unidad del grupo, ya que llevan a la participación efectiva de los contenidos que representa (Castagno, 1980: 54); y agrega siguiendo a Carl Joachim Friedrich, que los mitos y sus representaciones simbólicas colaboran poderosamente en las tareas de gobierno, reforzando la autoridad allí donde el poder  y la influencia son insuficientes o pocos eficaces, ya que los símbolos sugieren -y los mitos a los que se refieren, personifican- las razones por las que un orden político determinado tiene sentido. Los símbolos construyen un apuntalamiento emocional y, de ese modo, aportan como una abreviatura que favorece la cooperación y la subordinación (Castagno, 1980: 55).

Mito fundacional  y ficciones orientadoras de las Naciones

Por otra parte señala Castagno que un mito específicamente político es el que Friedrich  llama mito fundacional, esto es, aquel que trata de la fundación u origen de un orden político particular o de una serie de ellos (Castagno, 1980: 54).

A la clarificación de este asunto contribuye Nicolás Shumway, cuando en su estudio de la <mitología de la exclusión> (Shumway, 2005: 162) en la Argentina del siglo XIX, en el contexto del surgimiento de su sentido de identidad, señala la existencia de lo que llama ficciones orientadoras (Shumway, 2005: 14), instrumento teórico que construye a partir de una afirmación de Edmund S. Morgan en su libro Inventing the People:

“El éxito en la tarea de gobierno… exige la aceptación de ficciones, exige la suspensión voluntaria de la incredulidad, exige que creamos que el emperador está vestido aun cuando veamos que no lo está. Para gobernar hay que hacer creer, hacer creer que no puede equivocarse, o que la voz del pueblo es la voz de Dios. Hacer creer que el pueblo tiene una voz o hacer creer que los representantes del pueblo son el pueblo. Hacer creer que todos los hombres son iguales o hacer creer que no lo son.” (Shumway, 2005: 15).

Estas ficciones orientadoras de las naciones no pueden ser probadas y suelen ser tan artificiales como ficciones literarias, pero son necesarias para dar a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional (Shumway, 2005: 14-15).

Según Shumway,  mientras en Europa los mitos de nacionalidad -que se volverán ficciones orientadoras de las naciones (Shumway, 2005: 19 y 20) y sobre los que estas (naciones) podrán  construirse- existían antes de que se formaran las naciones mismas, en la América hispánica las guerras civiles que siguieron a la Independencia, forzaron la aparición de naciones en áreas que carecían de ficciones orientadoras para una nacionalidad autónoma (Shumway, 2005: 20).

La Revolución de Mayo de 1810 como mito político en las Bases  de Alberdi

Uno de tales mitos fundacionales es el del 25 de mayo de 1810 que aquí examinaremos[4] sirviéndonos para ello del libro de Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852).

El mito relata una historia sagrada, es decir un acontecimiento primordial que tuvo lugar en el comienzo del Tiempo, ab initio (Eliade, 1992: 84). El 25 de mayo cumple el papel de una hierofanía que rompe la homogeneidad del espacio y del tiempo. Que es esto que irrumpe? Aquello que, en palabras de Alberdi: “Los himnos populares de nuestra Revolución de 1810 anunciaban” esto es “la aparición en la faz del mundo de una nueva y gloriosa nación” (Alberdi, 2017: 143).

Son los hechos del 25 los que por un lado resignifican el espacio: “Recordemos a nuestro pueblo que la Patria no es el suelo. Tenemos suelo hace tres siglos, y solo tenemos patria desde 1810” (Alberdi, 2017:96).

Por otro lado también el tiempo cambia cualitativamente. El tiempo del hecho mítico es un tiempo sagrado y el Tiempo sagrado es el Tiempo de origen y el Tiempo de origen por excelencia es el Tiempo de la cosmogonía (Eliade, 1992: 73), en este caso el advenimiento de un cosmos político.

Ahora como la cosmogonía es el arquetipo de toda <<creación>>, el Tiempo cósmico que hace surgir la cosmogonía es el modelo ejemplar de todos los demás tiempos específicos de las diversas categorías existentes (Eliade, 1992: 69) y a él se remiten en busca de significación los hechos de los que el autor es contemporáneo, de esta forma en 1852 Alberdi entiende que “Nos hallamos como en 1810 en la necesidad de crear un gobierno general argentino, y una constitución que sirva de conducta a ese gobierno” (Alberdi, 2017: 55).

 

El mito se erige en modelo ejemplar de todos los ritos y actividades humanas significativas: alimentación, sexualidad, trabajo, educación, etc (Eliade, 1992: 87), con arreglo a ello se establece en relación al modelo la importancia de un hecho, así “La Victoria de Monte Caseros (…) es un evento tan grande como la Revolución de Mayo” (Alberdi, 2017: 55),  o el origen de una mal: “No viene pues de 1820, como se ha dicho, el desquicio del gobierno central de la República Argentina, sino de los primeros pasos de la Revolución de mayo” (Alberdi, 2017: 139) o de una nota distintiva: “La revolución de mayo de 1810, el nuevo régimen republicano, lejos de alterar, confirmó y robusteció ese antecedente más de lo que convenía a las necesidades  del país” (Alberdi, 2017: 136).

 

El carácter ejemplar del mito es la razón por la que el hombre se esfuerza por reactualizar periódicamente el Tiempo del origen por medio de rituales apropiados (Eliade, 1992: 76). Los hechos del 25 son hechos ejemplares ocurridos en un tiempo en el  que en palabras de Alberdi “grandes hombre”  levantaron “altares (…) a la integridad de la Patria” (Alberdi, 2017: 224) y al cual aún hoy con otros recursos volvemos nuestros ojos en busca de lo que Alberdi llama: “los principios de la revolución americana de 1810” (Alberdi, 2017: 188) respecto de los cuales se pregunta: “¿En qué consisten, qué son esos principios representados por la Revolución de Mayo? Son el sentido común, la razón ordinaria aplicada a la política. La igualdad de los hombres, el derecho de propiedad, la libertad de disponer de su persona y de sus actos, la participación del pueblo en la formación y dirección del gobierno del país” (Alberdi, 2017: 188).

Como ayer, hoy y seguramente mañana, porque la lucha por las libertades es permanente, es hora de reactualizar ese Tiempo… cuyo Sol siempre viene asomando[5].

 

Bibliografía

Alberdi, Juan Bautista 2017:  Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Biblioteca del Congreso de la Nación, Buenos Aires:, 2017.

Castagno, Antonio 1980:   Símbolos y mitos políticos. ed. Eudeba, Buenos Aires , 1980.

Eliade, Mircea 1992:   Lo Sagrado y lo Profano. Barcelona, ed. Labor, trad. cast. de Luis Gil, 1992.

Justo Lopez, Mario 1973: Manual de Derecho Político, ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1973.

Oszlak, Oscar  2004: La formación del Estado argentino – Orden, progreso y organización nacional. Buenos Aires, ed. Ariel, 2004.

Oszlak, Oscar 1982: La conquista del orden político y la formación  histórica del estado argentino. Estudios CEDES 2 -Vol. 4. Buenos Aires, ed. Centro de Estudios de Estado y Sociedad, 1982.

Shumway, Nicolás 2005: La invención de la Argentina. Buenos Aires, ed. Emecé, trad. cast. de César Aira, 2005.

[1] Abogado. Profesor de Derecho Político – Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas – Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y Profesor de Teoría Política – Licenciatura en Ciencia Política y de Gobierno – Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).

[2] Concepto entendido como inclusivo de la capacidad del estado de (1) externalizar su poder; (2) institucionalizar su autoridad; (3) diferenciar su control; y (4) internalizar una identidad colectiva (Oszlak, 1982: 7 nota 3).

[3]. Para Oszlak: “la penetración ideológica apeló a mecanismos (…) que, operando sobre un campo de percepciones, valores, actitudes, representaciones y comportamientos sociales claramente asociados a los sentimientos de pertenencia a una comunidad nacional, tendieran a legitimar el nuevo patrón de relaciones sociales que se venían conformando” contribuyendo de esta forma:  “junto con la cooptacion y las diversas formas de penetración material del Estado (…) a crear la base consensual sobre la cual podía construirse un sistema de dominación” cuya supervivencia se asienta en la consolidación de: “un consenso más o menos generalizado acerca de la legitimidad del nuevo orden” (Oszlak, 2004: 150).

[4] Desde luego que lo hacemos con reservas teóricas dado que en punto al hecho examinado, en 1810 estamos frente a una sociedad en vías de modernización con rasgos Tradicionales pero no arcaicos. El propio Alberdi nos lo recuerda al observar: “No es cierto que la República Argentina se halle hoy en su punto de partida, no es verdad que haya vuelto a 1810.Cuarenta años no se viven en vano, y si son de desgracia, más instructivos son todavía” (Alberdi, 2017:184). Un examen del conjunto de la obra de Alberdi escapa al propósito de este texto pero entendemos, conforme a los elementos que disponemos, que confirmaría las observaciones que aquí se hacen.

[5] Tengo aquí presente al gato patriótico argentino, compuesto por Domingo Lombardi y Santiago Rocca, El sol del 25 (1910).

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