Libertad Tecnológica

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El desarrollo de la banda ancha móvil, actualmente 4G, pantallas “touchscreen” que permiten una navegación sencilla con plataformas e interfaces cada vez más intuitivas para la mayoría de los usuarios consumidores, y actualmente potenciales productores de información con la utilización de aplicaciones de todo tipo, explican la difusión intensa y la democratización de estos dispositivos. Es esta hiperconectividad que nos genera una dependencia absoluta por momentos.

Internet no es una pérdida de tiempo. Lo tenemos claro, Internet nos ofrece un mundo de ventajas y casi siempre estamos decididos a sacarle partido. El principal uso es lúdico, ver vídeos y escuchar música. Para un 70% de los adolescentes, por el contrario, el propósito más importante es comunicarse con sus amigos y familiares. Las redes sociales, los videojuegos en línea, o el uso para tareas escolares ocupan una posición intermedia; y otras actividades, como buscar noticias de actualidad, son menos habituales.
En realidad, si reflexionamos sobre estas cifras y recordamos nuestra adolescencia, resulta que no son actividades tan diferentes a las que ocupaban nuestro tiempo. Ahora existe un nuevo espacio donde pueden llevarlas a cabo, que es Internet, y en cierto modo es normal que lo utilicen y aprovechen las oportunidades que les proporciona. ¿No haríamos nosotros lo mismo?

Como en cualquier otro contexto en el que conviven oportunidades y riesgos, estas actividades no son en sí mismas negativas o positivas. La misma actividad puede tener consecuencias positivas para un menor, pero negativas para otro. Depende del uso que haga de Internet, pero también de sus habilidades y conocimientos. De hecho, un 60% de menores afirman sentirse seguros siempre o a menudo al conectarse a Internet, lo que no quiere decir que estén seguros realmente.

En los últimos tiempos discutimos si realmente los usuarios somos libres cuando utilizamos Internet. La cantidad de algoritmos de los buscadores saben exactamente por dónde navegamos, dónde hemos estado y a dónde vamos, dónde cliqueamos, qué miramos, nuestros gustos, datos demográficos, si tenemos pareja… y un largo etcétera que llegaría a asustarte si piensas realmente qué saben compañías como Google o Facebook de nosotros desde que nos despertamos, incluso nos preguntamos a diario si nos escuchan los metabuscadores, a tal punto que al poner unos pocos caracteres en un buscador anticipa lo que estamos pensando.

Aunque también sabemos que sin estas tecnologías no podríamos comunicarnos e incluso viajar desde nuestro escritorio, y por ello debemos disfrutarla, pero nunca dejar atarnos por ella, esa es la clave para aprovecharla sin caer en su dependencia.

 

Andrés Scala
Colaborar de la Fundación Club de la Libertad.

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