Por la igualdad, contra el privilegio

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La filosofía de la libertad puede reducirse a dos frases: por la igualdad, contra el privilegio.

Intuitivamente, esto no debe sonar controversial. Acabamos de terminar de celebrar el Cuatro de Julio, que conmemora la Declaración de Independencia de Estados Unidos. La elegante declaración de la filosofía de la libertad de Thomas Jefferson proclama: “sostenemos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres son creados iguales”. Pero desde entonces, la idea de igualdad ha adquirido muchos significados que, o bien van en contra de la filosofía de la libertad, o la apoyan débilmente. Entonces, ¿cómo puede ser la igualdad un pilar de la libertad?

Como escribió el filósofo de la Universidad de Auburn, Roderick T. Long, en The Freeman (“Liberty: The Other Equality”), nociones tales como la igualdad ante la ley y la igualdad de libertad se quedan cortas como ideales libertarios. Después de todo, podríamos ser iguales ante una legislación no libertaria (todos son reclutados), o podríamos tener un área igualmente pequeña de libertad (todo el mundo puede hacer lo que quiera entre el mediodía y las tres cada dos miércoles). Esa sería una especie de igualdad, pero no sería libertad.

Igualdad económica

Thomas Jefferson

Las objeciones a la igualdad económica son bien conocidas. Dado que en el mercado libre los ingresos desiguales son de esperar como resultado de las variaciones en el talento, la ambición, la energía, la salud, la suerte, la percepción de las preferencias del consumidor, y así sucesivamente, la igualdad económica podría intentarse (pero no conseguirse) sólo a través de una monstruosa y continua agresión por parte de funcionarios del gobierno. Podría alcanzarse algo próximo a la igualdad de pobreza (la élite política sin duda sería más igual que otros), pero la igualdad a un nivel decente de prosperidad está más allá de la capacidad del Estado, como lo ilustran Cuba y Corea del Norte.

Esto parece dejar poco contenido a la resonante frase de Jefferson. Pero Long demuestra que este no es el caso. Hay un sentido de igualdad significativo que se subestima en la filosofía política, muy probablemente debido a que es el sentido libertario. Hacemos injusticia a nuestra causa al descuidarlo.

La formulación más conocida en este sentido es la de John Locke, la inspiración de Jefferson para la Declaración. Escribe Long:

Locke define el estado (…) de igualdad como aquel en el que todo el poder y la jurisdicción es recíproca, donde nadie tiene más que otro, y donde no existe nada más evidente que las criaturas de la misma especie y rango, promiscuamente nacidas para todas las mismas ventajas de la naturaleza, y para el uso de la mismas facultades, también deben ser iguales entre sí, sin subordinación o sometimiento (…) [Énfasis añadido].

En resumen, por igualdad entre los hombres, Locke y Jefferson no querían decir que todos los hombres son o deberían ser iguales en ventajas materiales, sino que todos los hombres (hoy sería todas las personas, independientemente de su género) son iguales en autoridad. Someter a una persona sin su consentimiento a la voluntad propia, es tratar a esa persona como un subordinado – ilegítimamente, si todos somos naturalmente iguales.

Locke reforzó su pensamiento de la siguiente forma:

Siendo todos iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones. (…) Y, estando equipados con facultades similares, compartiendo todos la misma naturaleza, no puede suponerse ningún tipo subordinación entre nosotros que nos autorice a destruirnos mutuamente, como si estuviéramos hechos los unos para los usos de los otros, como lo están las criaturas inferiores para los nuestros.

Long prosigue diciendo que esta igualdad lockeana (que también se puede encontrar en autores anteriores, como los niveladores, un grupo de radicales laissez-faire ingleses) proporciona un fundamento poderoso para la filosofía de la libertad:

El resultado de la igualdad libertaria, igualdad en autoridad, es que el gobierno no puede poseer ningún derecho que sus gobernados no tengan -a menos que renuncien libremente a estos derechos por “delegación, comisión, y libre consentimiento.” Puesto que no tengo derecho sobre otra persona o su propiedad, no puedo delegar al gobierno un derecho sobre otra persona o su propiedad (…) la igualdad libertaria (…) implica no meramente igualdad ante los que administran la ley, sino igualdad con ellos. El gobierno debe estar restringido dentro de los límites morales aplicables a los ciudadanos particulares. Si no se me permite tomar tu propiedad sin tu consentimiento, tampoco puede el Estado.

Frédéric Bastiat argumentó lo mismo en su gran obra La Ley.

Anti-privilegio

La oposición al privilegio es simplemente el corolario de la igualdad libertaria. Si todos son iguales en autoridad, entonces nadie puede vivir a expensas de otros sin su consentimiento. A menudo, La palabra privilegio se utiliza equivocadamente, pero tiene sus raíces en la idea del favoritismo legal. Está compuesta de privus, que significa uno solo, y lex o lege, que significa ley. Por lo tanto, un privilegio es un acto gubernamental que (por la fuerza) otorga favores a una persona, o a unos pocos.

Históricamente, la función principal del gobierno ha sido la de explotar a los industriosos -cualquier persona que trabaja y comercia en el mercado- en favor de la clase política, que prefiere recolectar subsidios a ganar salarios o utilidades. (Este análisis original de clases fue formulado por los teóricos del laissez-faire Charles Comte y Charles Dunoyer, estudiantes del economista J.B. Say, en la primera mitad del siglo XIX). Los privilegios toman la forma de aranceles, licencias, monopolios, concesiones de tierras, [patentes], y otros subsidios. Éstos facilitan a los intereses favorecidos aumentar sus ingresos más allá de lo que ofrecería el mercado, ya sea extrayendo riqueza por la fuerza a los productores o impidiéndoles servir a los consumidores de manera competitiva. El nombre para este sistema basado en el privilegio es mercantilismo, y en muchos aspectos sobrevive hoy en economías orientadas al mercado, razón por la cual a menudo se las llama economías mixtas.

La parte de privilegio en lo mixto es una condición de injusticia contra todas las personas trabajadoras honestas, y una violación del principio de igualdad de autoridad que animó a tantos de los primeros estadounidenses.

Los campeones de la libertad tienen un reto constante en encontrar nuevas y convincentes formas de enseñar su filosofía a las personas con diferentes perspectivas. Tengo el presentimiento de que hay una audiencia buscando una filosofía que abrace la igualdad de autoridad y que se oponga al privilegio.

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