Relato sobre un pensador inusual

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Por José Edgardo Carballo Sawula (*)

El título da la impresión de que vamos a analizar a un pensador sobresaliente. Puede ser así si vemos cómo se ha formado, cuándo ha visto el camino de expresar sus ideas, y qué desencadenaron las mismas.

Vemos que el pensamiento de Thomas Paine, como ningún otro, ha provocado reacción inmediata en una generación que ha cambiado el curso de la historia, sellando de manera definitiva un cambio histórico; seguramente podríamos coincidir sobre lo inusual de la vida misma de Piane.

Nació en el pueblo rural de Thetford, en el condado de Norfolk, Inglaterra, el 29 de enero de 1737. Su padre fue un artesano quákero, de origen humilde, y de escasa formación académica. Esto marcaría su pensamiento multicolor, ecléctico, en donde se refugian ideas libertarias, emancipadoras, revolucionarias e incluso sociales.

Su vida privada estuvo signada de fracasos, se tiene registro de que enviudó tempranamente, de sus descalabros financieros, incluso, ha fallecido solo y en la más absoluta pobreza, dado que, si bien sus obras han sido exitosas, los fondos los ha donado a la causa revolucionaria.

Arrancó como artesano en Londres, luego fue recaudador de impuestos, en ese tiempo se dedicó a la autoeducación.  En 1772 Paine escribió su primer panfleto, que haría su fama, llamado “El Caso de los Empleados de Aduana” en el cual clamaba por reformas sociales culpando al Rey y a su séquito de dilapidar el erario público mientras mantenía a los empleados reales, y a la población en general, en la más absoluta miseria.

En 1774, en bancarrota y desempleado, abandonó Lewes y se fue a Londres. Una vez allí, a través de conocidos mutuos, Paine se cruza con Benjamin Franklin, por entonces representante de la colonia de Pennsylvania ante la Corona Británica. A Franklin lo impresionó la pasión y el ideario de Paine, aunque le parecieron un poco extremos, invitándolo a viajar al nuevo mundo, brindándole carta de recomendación.

En 1775 Paine llegó a Filadelfia. Él era producto de varias décadas del radicalismo artesanal inglés cuyos ejes filosóficos antimonárquicos hacían eje en la autodeterminación, por cuanto no debería existir sino un “gobierno de derecho natural” cuya legitimidad deriva de su utilidad pública y contribuya a la felicidad popular.

A poco de su llegada comenzó la Guerra de Independencia norteamericana. Paine se dedicó a publicar numerosos artículos para la prensa de Filadelfia. En noviembre de ese año escribió su panfleto “Sentido Común”. Hasta ese momento las diferencias entre la Corona y sus colonias se centraban en torno a temas de la autonomía colonial, o sea en cuestiones sobre impuestos y una posible representación en Parlamento. Para la elite colonial estos puntos eran tema de negociación. En cambio para muchos de los artesanos norteamericanos el conflicto se vinculaba con su ideología radical, por lo que el problema era la existencia de la monarquía en sí.

En este contexto, en enero de 1776, fue publicado Sentido Común. El panfleto era una llamada simple y concreta a la independencia. Según un contemporáneo, “tocó una cuerda que requería sólo una mano que la hiciera vibrar”. El país estaba listo para la independencia, y sólo necesitaba que alguien se lo plantease al pueblo.

El impacto del panfleto fue inmediato: en 1776 vendió más de cien mil ejemplares. Sentido Común era un ataque apasionado contra la monarquía británica y todo lo que ésta representaba. Paine insistía que el pueblo se podía gobernar a sí mismo sin nobleza o elites. Su propuesta era un republicanismo simple basado en la democracia de las asambleas, similares a las que gobernaban los pueblos de Nueva Inglaterra. De inmediato se convirtió en un instrumento de movilización popular independentista entre amplísimos sectores de granjeros y de artesanos.

Sus ideas han tallado profundo, tanto como la de los “Padres Fundadores”. Thomas Jefferson manifestó su apoyo una vez que constató que nueve de cada diez de sus vecinos apoyaban la independencia. Asimismo, George Washington declaró que “Sentido Común ha provocado un poderoso cambio en el pensamiento de mucha gente”. Claramente en su ideario ecléctico se encontraban ideas que encendían a grandes sectores que accedían a la lectura de sus panfletos.

Para más dato, ha sido agitador también en Francia, pues por otras razones, ajenas al pensamiento político, viaja a Francia, y allí rápidamente se encolumna con los “girondinos” y enfrenta a Edmund Burke cuando este último hace una crítica a la Revolución Francesa, escribiendo “Los Derechos del Hombre” en el que insistía que la soberanía del gobierno republicano reside exclusivamente en el pueblo y debe servir a sus intereses. Más aun, el simple concepto que el ser humano tiene derechos por encima de los que pueden otorgar el privilegio, la riqueza o el poder.

Las leyes deberían reflejar los intereses del pueblo, y no las necesidades privadas o sectoriales. En esta visión Paine se diferenciaba de John Locke quien insistía en los derechos naturales de una sociedad compuesta por individuos competitivos que perseguían sus propios intereses, pues chocaba con la noción del bienestar general que se remontaba a una noción artesanal de la sociedad corporativa. Esta visión era rechazada por hombres como James Madison que veían en el concepto de “una masa homogénea de ciudadanos” una amenaza a sus intereses sectoriales de elite.

Su concepción de republicanismo era distinta a la de los “Padres Fundadores”. Él lo describía desde el bien común, así la soberanía del gobierno republicano reside en el pueblo y debe servir a sus intereses, mientras los últimos lo entendían como limitación de cualquier mayoría circunstancial que sobrepase los derechos individuales.

Ha condenado la esclavitud, tal es así que ha sido pionero en proponer la incorporación del abolicionismo a la Declaración de la Independencia. También ha sido el precursor de los derechos de las mujeres, de los sectores sociales postergados y del laicismo.

Se vislumbra en su legado gran audacia, gran aversión a la monarquía hereditaria, a las elites, a los privilegios.

Fallece el 8 de junio de 1809, en la más absoluta pobreza y en la oscuridad total. En su funeral hubo sólo algunos curiosos y dos admiradores. Sin dudas, la conclusión es que más que un pensador, fue un auténtico agitador y revolucionario detrás de la pluma, por lo que claramente habremos de coincidir que ha sido un pensador inusual.

 

(*) José Edgardo Carballo Sawula

Abogado

Director de la Fundación Club de la Libertad

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