¿De qué depende la legitimidad de una protesta popular?

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Por: Mariano Gabriel González (*)

Mucho se ha hablado en los últimos días de la metodología de protesta utilizada el 27 de febrero frente a Casa Rosada, la misma consistió en colocar en el piso y los enrejados de la casa de gobierno, bolsas negras que simulaban muertos por Covid-19, los cuales, habían perdido sus oportunidades de vacunación frente a diferentes personas del oficialismo favorecidas selectivamente por su cercanía al gobierno.

Manifestaban las mismas ‘’Estaba esperando la vacuna pero se la aplicó…’’ Seguido de nombres como, ‘’Estela de Carlotto’’, referencias como, ‘’El hijo de Moyano’’ o agrupaciones como ‘’Los pibes de la cámpora’’.

A raíz de esto, todo el espectro político dio su opinión, desde izquierda hasta derecha; la gran mayoría repudió el acto, unos pocos se mantuvieron indistintos y aun menos lo consideraron válido.

La agrupación ejecutora de tales actos, la ‘’Juventud Republicana’’ lejos de mostrarse arrepentida ante tantas críticas, manifestó la firmeza de su decisión y no dio un paso atrás en ningún momento, incluso, ante el repudio del mismísimo Presidente de la Nación, Alberto Fernández, quien los acusó de ‘’lamentables’’ y ‘’bárbaros’’.

Nos lleva esto, entonces, a la premisa inicial, ¿de qué depende la legitimidad de una protesta popular?

En primera instancia creeríamos que la gran condena del espectro político haría de esto un reclamo ilegitimo, pero, ¿bajo qué criterio o credibilidad un político puede condenar una acción así? A mi parecer, pues, ¿no es el mismo Presidente una gran prueba viviente de la hipocresía? Empezando por su gran y consistente critica a quien hoy lo llevó a sentarse en el sillón de Rivadavia, Cristina Fernández de Kirchner, tanto a su persona como a las medidas judiciales y económicas que incluso hoy mismo él lleva adelante (de no creer).

Además, por ejemplo, ¿no es también responsable de condenar las constantes marchas de la oposición, responsabilizándolos de la, aun en aumento, suba de casos positivos de coronavirus, mientras hacía caso omiso a las marchas que efectuó su electorado el día de la lealtad peronista? ¿O de recorrer el país entero entre reuniones de trabajo u ocio con dirigentes sindicales, punteros políticos, amigos de la familia durante todo el año 2020 mientras obligaba a la totalidad no privilegiada de la población a quedarse dentro del hogar? Podríamos seguir páginas y páginas pero creo que basta para entender el punto. Solo cabe aclarar que dentro del espacio del FdT no es el único repudiable; otros como Mayra Mendoza (Intendente de Quilmes), quien en Marzo de 2018 posaba sonriente frente a un busto incendiándose del entonces presidente Mauricio Macri, catalogó a las bolsas como ‘’Barbáricas’’ y ‘’Violentas’’ a su vez; Santiago Cafiero (Jefe del Gabinete de Ministros) consideró el hecho como ‘’Peligroso para la democracia’’ mientras que el mismo día se mantenía al margen de juicio sobre el enfrentamiento entre jubilados y gremialistas a las afueras de la quinta de olivos, el cual dejó jubilados gravemente heridos, limitándose a decir, que ‘’Ellos (los gremialistas) habían llegado antes’’. ¿Qué se supone que esto significa? ¿Que el grupo de ancianos fue injustamente al ataque contra los pacíficos gremialistas? Curioso que la democracia peligre por unas bolsas vacías pero no por la represión a manifestantes de tercera edad.

Dejando de lado al oficialismo, del cual podríamos marcar innumerables ejemplos de hipocresía política, pero habiendo dejado claro el punto, veamos entonces qué sucedía en los demás espectros de la política.

Inclinando un poco la mirada hacia la derecha, encontramos mayormente un silencio que otorga. Referentes conservadores  como Juan José Gómez Centurión (NOS) o Cynthia Hotton (P.A.N) se mantuvieron al margen. Los liberales en cambio, si bien no condenaron el accionar de ‘’Jóvenes Republicanos’’, decidieron en su mayoría callar, exceptuando casos como los de José Luis Espert (Despertar), quien sorpresivamente coincidió con el Presidente y consideró a las bolsas mortuorias ‘’Obviamente despreciables’’. Sí, el mismo José Luis que un par de días antes le gritaba en público, a manera de insulto, ‘’Puto’’ a Alfredo Cornejo (Diputado UCR).

Un caso llamativo dentro del espectro liberal es tal vez el de Yamil Santoro (Vice-Presidente de Republicanos Unidos), quien irónicamente agradecía el ‘’halago’’ de adjudicarle la planeación del reclamo, mientras que al mismo tiempo explicaba  que su espacio nada tuvo que ver con este, desmintiendo así la acusación y haciendo rápidamente responsable a Patricia Bullrich (PRO), quien es la dirigente a quien responde ‘’Jóvenes republicanos’’, o al menos hipotéticamente, puesto que Ulises Chaparro, líder de la agrupación, aclaró que Bullrich no estaba relacionada y que su accionar era complemente independiente, ya que son solo una línea dentro del PRO. ¿Salvada de último minuto para la imagen de Patricia o una auténtica responsabilización por sus actos? Queda esto a criterio del lector.

En definitiva, queda claro que los políticos, en su mayoría, no son verdaderos garantes de legitimidad ni de certeza alguna, es ingenuo creer que podría alguno de ellos respetar un discurso de manera consistente, más aun cuando este choca con los accionares de sus integrantes. Los políticos son más bien reaccionarios, camaleones que adaptan sus dichos y movimientos en relación al contexto en el que se encuentran y a la situación que se les presenta, no entienden de valores o ideologías genuinas o que trasciendan y se mantengan firmes, sino de diferentes oportunidades que se les dan, las cuales pueden resolver de diferentes maneras, para así caer bien parados de cualquier altura; son pragmáticos ideológicos.

Como bien he explicado en la primera parte de este artículo, los políticos condenarán todo aquel accionar ajeno a sus intereses y harán caso omiso o vista gorda a aquellos que les sean perjudiciales, pues lógicamente la autocrítica sería improductiva tanto a su imagen como a su respaldo en general. En una cotidianeidad política tan dual como la de Argentina el juego se resume fácilmente en atacar todo lo que haga tu rival y defender todo lo que haga tu equipo, dejando de lado cualquier criterio objetivo previo, como si de un partido de futbol donde todo se vale se tratase, un eterno partido, que se reinicia una y otra vez ante cada acontecer de relevancia social.

Entonces, entendiendo la ingenuidad que es confiar en el criterio político, seguimos aun sin responder a la pregunta que nos trae aquí hoy, ¿De qué depende la legitimidad de una protesta popular?

Pues si no podemos creer en la legitimidad política, ¿podemos creer como el nombre lo dice, en la población, en lo popular? Pues sí, y a su vez no.

La sociedad es, en distintos casos, a veces controlada, a veces interesada o a veces independiente, tres aristas claves para su movilización. Procedo a explicar las razones.

La sociedad puede ser controlada en parte o en medida por los medios de comunicación, tanto tradicionales como no. El manejo de la información, el ¿Qué?, ¿Por qué? ¿Cuándo?, ¿Cómo?,  etc. Son herramientas de las cuales se puede servir un medio para generar una reacción esperada en el hombre masa, por lo que esto puede ayudar a la condena o aceptación de una protesta en gran parte o en salir o quedarse a una marcha.

La sociedad es interesada, el individuo en muchos casos actúa en base a su propio beneficio. Sabido es que, aun en lugares de paz y prosperidad general, el ‘’reclamo popular’’ existe, ya sea movilizado por intereses políticos o monetarios o, a veces, también por intereses de un sector puntual que están por encima del interés general. Recordará el lector la caótica movilización del 2017 en contra de la reforma previsional del entonces Presidente Mauricio Macri, que resultó en heridos y gran destrucción. En ese entonces la excusa fue que la reforma era económicamente perjudicial; pues bueno, en el año 2020 se esperaría que ante la reforma del Presidente Alberto Fernández, la cual eran incluso peor, se desatara aun más caos, sin embargo, no solo no fue así, no solo los reclamos brillaron por su ausencia, sino que aquellos que en el pasado arrojaron piedras, en el presente arrojan aplausos y elogios.

Por último, sería una fatal arrogancia de mi parte el creer que no existen en las sociedades individuos independientes que por libre albedrío salen a las calles en representación de sus valores y lo que creen correcto, que alcen la voz hacia lo que consideran injusto con esperanza de ser oídos.

Pues bien, viendo que la sociedad está divida y es compleja de analizar, ya que la misma no se mueve en conjunto sino en partes, teniendo en cuenta que en muchos casos la formación de opinión no es propia, teniendo en cuenta que incluso en los peores momentos generales habrá particulares dispuestos a no sumarse a las marchas por defender lo indefendible en virtud de sus beneficios, ¿cómo podemos entonces, encontrar la legitimidad en la protesta que tanto buscamos?

Pues, la verdad lector, es que no podemos.

Las protestas populares, presentes en la sociedad desde antaño, expresadas hoy en ‘’Bolsas Mortuorias’’ son ilegitimas por naturaleza. Este axioma es en su concepción misma revolucionario, fuera de la ley, desordenado, destructor de lo establecido, y negarlo sería un oxímoron imperdonable, por lo que es normal ver la condena por parte de aquellos que forman o buscan formar parte del orden. Este tipo de reclamos extremistas no buscan respaldo de las masas, si así lo quisieran arrojarían flores y repartirían abrazos, este tipo de reclamos, buscan ante todo, visibilidad, llegada y trascendencia, y vaya que con creces lo lograron, el mismísimo Presidente de la Nación se hizo eco de lo acontecido, los medios no paran de hablar de lo mismo hace días, casi todo el espectro político de izquierda a derecha dio su esperada opinión, hoy en día ‘’Jóvenes Republicanos’’ está en boca de todos, la pequeña agrupación de alrededor de 150 mil personas, cobró tras este acto una trascendencia impensada. Este tipo de reclamos no son más que balas disparadas al aire, que con esperanza esperan dar a un ave en vuelo, no apuntan al éxito, sino a lo que pueda llegar a pasar; aquellos que las ejecutan conocen su condena desde antes de realizarla y aun así, a sabiendas de las negativas consecuencias de actos, obran en nombre de lo que creen correcto, uno puede o no estar de acuerdo, pero la verdad es que ese no es el eje central del asunto, pues jamás estuvo en los planes de sus partícipes recibir apoyo, jamás esperaron que un noticiero los aplaudiera por colgar muertos o que un político los respaldara por tan pésimo agravio a la imagen pública de la cual estos viven.

Este experimento resultó más que satisfactorio para sus ejecutores, no solo delimitaron el límite de la opinión pública, sino que se ubicaron en el mapa como un grupo dispuesto a todo con tal de defender sus ideales. De a poco, y de manera constante, es solo el primer paso hacia la suma de popularidad, la acumulación de gente que respalde sus ideas. Recordemos que ningún reclamo empezó tomando té en la plaza y que en su inicio todos fueron mal vistos. El ejemplo más cercano es el aborto, el cual hace unos años era impensado por quienes hoy lo legalizaron; esto sucedió gracias a la constante manifestación destructiva de aquellos que lo buscaban, manteniéndose siempre en escena, siempre en tendencia, siempre en auge, indistintamente de si era de manera positiva o negativa. De a poco el poder se amasó, se formó, se concentró, hasta que nuestros pocos confiables políticos vieron en él lo que antes mencionábamos, una oportunidad. La historia ha demostrado que en este país, sumido en la barbarie hace décadas, las consecuencias de este tipo de mecanismos han sido positivas; la bandalizacion de lo público es moneda corriente, el mal comportamiento es cotidiano y la irreverencia se convierte en decencia.

¿Llegará el momento el que unos pocos gocen del respaldo suficiente para dar los cambios que nosotros consideramos van en la dirección correcta? ¿Podrá ser este el momento en el que tomemos este mecanismo de protesta, siempre utilizado por los demás, y lo utilicemos en pos de nuestra libertad? Recuerde lector, que a lo largo de la historia fueron pocos los hombres que actuaron, pero fueron más los que los respaldaron, recuerde que poco menos de 1000 hombres tomaron la bastilla en Francia, pero fueron millones los que se sintieron libres, recuerde que fueron poco menos de 1000 hombres los que tiraron el muro de Berlín, pero fueron millones los que se sintieron libres, recuerde que fueron poco menos de 100 hombres los que declararon la independencia, pero fueron millones los que se sintieron libres.

Para finalizar, le pregunto lector, ¿no es entonces, hora de respaldar a esos pocos hombres que se la juegan todo en nombre de lo que creemos nos hará al fin libres?

(*)González Mariano Gabriel

Estudiante de profesorado en Ciencia Política

Autor del libro: Profesor Manuel Cabral (h) pasado y presente de una personalidad destacada, con un legado vivo que trasciende la sociedad correntina

Voluntario en el grupo de becas del club de la libertad.

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