Por: Santiago Medina R. (*)
Vivir en democracia significa correr una infinidad de riesgos. Pero, sin duda el riesgo más grande de todos es perderla.
La importancia que tiene la democracia en Latinoamérica es muy valiosa puesto que, esta permite que todos los latinoamericanos seamos capaces de participar de cierta manera en procesos que serán de gran repercusión a nivel global. Un ejemplo claro se da en el proceso de elecciones, en ese instante tenemos la oportunidad de elegir y a la vez ser elegidos, en ese momento cada uno de los votos pueden hacer la diferencia de un país, para un futuro mejor.
Las crisis económicas, corrupción y demás, suelen tener efectos sobre la democracia, donde el autoritarismo reflota no solo como un atavismo del pasado, sino como posibilidad abierta hacia el futuro. Por lo mismo, junto con cuidar la salud y el trabajo digno, tenemos que cuidar la democracia.
El Estado de derecho, es un bien común que los ciudadanos estamos llamados a cuidar y respetar, porque sin él, la vida en sociedad sería caótica o caeríamos en una opresión de libertades individuales, donde la voluntad sea la “popular”, o la del “caudillo” o sus intérpretes.
Desde hace años que tenemos gobiernos “democráticos” en Latinoamérica, los cuales hicieron promesas, pero sólo las cumplieron entre ellos, internamente. Las personas no son propiedad del gobierno, son seres humanos que merecen sus propios derechos inalienables.
Para poder vivir bajo una verdadera democracia, la propiedad privada debería ser un derecho natural que debe ser defendido por todos los gobiernos. El esfuerzo del individuo en sus tareas está relacionado directamente con el deseo de progresar económicamente y acumular bienes para un futuro mejor o para poder brindar empleo a terceras personas.
Debemos abogar por la no intromisión estatal en las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, sin dejar de lado la protección a los más débiles o a los fuertes. La no intervención por parte del estado, asegura la igualdad de condiciones de todos los individuos, lo que permite que se establezca un marco de competencia justa, sin restricciones ni manipulaciones de diversos tipos.
Las personas no son propiedad del gobierno, son entes racionales. Y como tales poseen derechos inalienables y la capacidad de elegir por sí mismos. Esto se traduce en el derecho de llevar la vida privada tal y como lo prefieran, amparados en los tres derechos fundamentales: vida, libertad y propiedad privada.
Es momento de trabajar juntos, con actitud valiente y amplitud de miras para resolver los graves problemas que aquejan a nuestra gente.
¡Dios, Patria y Libertad!
(*) Santiago Medina Romero
Escritor, analista y conferencista político.
Estudiante de la Universidad Nacional de Loja.
Columnista y articulista libertario de varios medios de comunicación y fiel defensor de las ideas de la libertad.
Redes sociales:
Instagram: santiago_sdp
Twitter: santiago_sdp
Facebook: Santiago Andrés