El argentino y la viveza criolla

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Por: Ángel David Sánchez (*)

Es últimamente muy común poner en el foco de críticas a los políticos como los máximos culpables de la situación del país, pero si vivimos en el submundo que existe por detrás de las grandes decisiones que toman unos pocos para muchos, este patrón de aparente moralidad, en el cual un tercero es afectado para suplir la necesidad de otro, parece correcto a comparación de «aventajarle» al prójimo.

Y es que, se festeja de forma alevosa el acto de picardia del argentino promedio.
Empresarios, asalariados, religiosos, profesores, compañeros, vecinos, compinches que juegan a ser el Robin Hood «garcándoles a unos para ayudar a otros».

El caso más estulto que me relataron fue el de un embarcadizo, mostrándome su mano sin su dedo pulgar, «este es el que más plata deja», haciendo alusión a una mutilación intencionada para cobrar una indemnización por el supuesto accidente laboral, perjudicando su mano de por vida, contándolo como azaña. Es increíble cómo fue evolucionando la ley que hasta fomenta el acto más retorcido y estúpido que el hombre, animal racional, puede emplear para conseguir dinero.

Kicillof en algún momento defendió el narcotráfico o lo justificó alegando que «uno lo hace por necesidad». Si uno de nuestros representantes públicos habla así, ¿qué podemos esperar del pensamiento del resto de personas? Como consuelo puedo decir que en el mundo real en el que vivo no pude ver esto mantenerse en el tiempo, y cada uno que buscó la plata fácil de alguna manera terminó sin el éxito, muy por el contrario es el caso de Cristina libre o Maduro gobernando Venezuela, aunque esto sea tema de otro debate.

Algunos le pueden atribuir esto al misticismo como tantas veces escuché o que incluso, de cierta forma, se vio materializarse para el gozo de ciertos espíritus hambrientos de justicia, como también muchas otras veces no surtió su efecto para la desdicha general. Esto último hasta lo hace lógico paradójicamente.

Sin entrar en terreno inhóspito, quiero evidenciar el accionar del argentino independientemente de su condición. Esto no es un problema que tienen únicamente los políticos, aunque estos a grandes rasgos son los que más perjudican el progreso del país. Hay que saber denunciar a todo aquel «vivito» que mantiene posturas arcaicas, creyendo enaltecerse sobre los demás, cuando en realidad, sólo vive en penumbras de bárbaros sin ya lugar en el mundo moderno.

Las anécdotas se escuchan una y otra vez: le puse de empleado y me afanó toda la plata, me contrató pero los días del cobro nunca aparece, le dije al patrón 1500 pesos la arena pero es solo mil… etc., etc., etc.

Difícil es pretender hacer cambiar la cultura y hasta (con una mirada más nihilista) decir que ya es así y que no hay caso, por más que la sociedad irradie deshonestidad a vivos aplausos. Después no deberíamos de sorprendernos de que los políticos que votamos pueden ser el vivo reflejo de un pueblo enfermo. Díganme ingenuo pero el que percibe el mal ya no le puede ser indiferente, solo por fuera pero por dentro todos tenemos ganas de denunciarlo y vencerlo. Espero poder estar vivo el día que este maravilloso país supere todas las artimañas que manejan tan hábilmente, desde el presidente hasta el bicicletero del barrio.

(*) Ángel David Sánchez
Coordinador de desayunos de coyuntura.

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