Por: Franco Marconi (*)
Como principal premisa de este artículo estableceremos la correlación directa entre la suba exponencial del asistencialismo y la reducción del empleo y la productividad. Tocaremos temas tales como la inconsistencia económica, su principal atractivo utópico y el círculo vicioso kirchnerista.
Como manifestamos en los inicios, este mecanismo muestra una correlación directa entre la suba del asistencialismo que reciben aquellos ‘más desafortunados’ y la destrucción total del empleo productivo. Se demuestra cómo este movimiento ‘nacional y popular’ fomenta la apreciación del ‘vago’ intercambiando su lealtad incondicional, y su derecho político más importante, por dinero de fácil y rápida obtención, sin esfuerzo alguno. Este sistema promueve la burla y el desprestigio del sacrificio y evoca en aquel que la recibe una falta en la costumbre del trabajo y la dignificación que le es consecuente.
El atractivo utópico del mecanismo descansa en el hecho que, vendiendo un poco de tiempo militando las ideas que delinea el patrón, se obtiene una remuneración sustanciosa con la cual se puede vivir, no cómodamente, pero con ciertas condiciones que no deberían ser posibles, generando un ciclo de desvalorización del esfuerzo y valorización de la militancia. La pregunta que viene a colación a tal utopía es, ¿Quién sustenta ‘la ayuda’? Considerando que los asistidos no generan ingresos al Leviatán del cual basan su existencia, principalmente porque no se le cobran impuestos directos a su ingreso, todo el peso de soportar los inconmensurables gastos del Estado benefactor recae sobre aquellos que sí son productivos; los trabajadores legales que, por tener una vida digna basada en el trabajo se les quita parte del fruto del mismo para sostener al vago, y los empresarios que proveen de empleos para vivir en la legalidad son acusados de insolidarios y egoístas, y se les carga de asfixiantes impuestos para trabar su desarrollo libre. Esto, genera graves desincentivos al aumento de la producción y la productividad, y para adicionar estos, sufren de la inestabilidad macroeconómica, los riesgos laborales y las malicias de la corrupción. Las tributaciones van en aumento a medida que se genera el descalabro fiscal por la falta de ingresos debido a la improductividad de gran parte de la población y a la ineficiencia de la recaudación, por no mencionar el despilfarro y mal uso de las paupérrimas ganancias en la contratación abusiva de empleados públicos con fines electorales.
Todo lo mencionado parece estar conformando un círculo vicioso, propio del mecanismo kirchnerista. La presión en el cuello de los contribuyentes genera que estos no puedan sustentarse ni mantenerse, mucho menos crecer, arrebatándoles gran parte de sus ingresos en impuestos que no les proveen de servicios funcionales ni les son devueltos de alguna forma, desincentivándoles de invertir, producir o consumir, y por tanto, de generar empleo estable o mantener un nivel de vida que permita el ahorro y el consumo. En los casos en los que estos ya no dan abasto, pierden su sustento económico y por tanto la valoración y dignificación de un trabajo estable y legal, estos recurren a lo único que parece funcionar en el sistema kirchnerista, solicitar asistencia estatal y ser dependiente del mismo organismo al cual solían contribuirle. Todo esto no hace más que echarle leña al fuego. Se conforma una sociedad propia de un espiral decadente, un círculo vicioso kirchnerista, el cual, ante la necesidad de mantener sus gastos en asistencia, ya sea por la compra indirecta de votos o por la manutención de un pueblo ‘vago’ sin dignidad o respeto, avasalla a los no asistidos con impuestos, trabas y regulaciones generando un desincentivo a todo ingreso, inversión o empleo y, a la postre, creando más asistidos que requieren de la ayuda y el sustento estatal, un círculo del cual no quieren salir, ya que cuantos más asistidos, más votos.
Ahora bien, a nuestro mecanismo kirchnerista podemos agregarle que, en tiempos de bonanza, estos se sustentan de la enormemente favorable balanza comercial, la cual depende de la calidad y la cantidad de las exportaciones de las commodities y de la productividad del sector que las produce, se le dedica aún más gastos a despilfarros y misceláneas que no generan ni producen utilidades que corrija el descalabro fiscal que genera el asistencialismo. Ante la impronta del déficit que produce la improductividad del estado y sus ayudados, y la falta de divisas salvadoras, estos recurren al salvavidas monetario (para ellos al menos), la emisión descontrolada o, en su defecto, la toma de deuda.
De acuerdo con los supuestos macroeconómicos que rigen en este mecanismo, la inflación no es un fenómeno monetario, es un problema multicausal despegado de la cantidad de emisión y la velocidad de las transferencias en la economía, sino que esta es culpa del aumento desmedido de los precios por parte de los productores insolidarios y del cambio en los precios internacionales, dejando sin responsabilidad a la emisión. El aumento de dinero circulante genera una depreciación del valor del peso y por tanto una suba de los precios, podemos retratar fácilmente esto en un ejemplo.
Imaginemos que el individuo X posee 100$ y decide analizar el precio de las manzanas, cada una de estas tiene un valor de 1$, por lo que puede comprar cien de ellas. Ahora bien, el gobierno decide imprimir dinero, dándole por transferencia directa 100$, por lo que ahora tiene 200$, pero el valor de las manzanas es de 2$ c/u, debido a que el aumento del circulante generó que este se depreciara y aumentaran los precios en consecuencia, lo que implica que puede comprar cien con 200$, denotando que no se es más rico por tener más dinero, más aún si este no tiene respaldo oficial en una reserva de valor. Continuando, imaginemos esto sin que la suba del ingreso iguale la depreciación del peso. Esto hace referencia a que teniendo $200 pero a un precio de $4 cada manzana solo podría comprar 50, lo que le haría más pobre. Ante la imposibilidad de aumentar el ingreso personal en la misma proporción en que la inflación galopa, el individuo empieza a perder poder de compra con su ingreso y por tanto se le reduce su capacidad adquisitiva. En adición a lo anterior, y teniendo en consideración la grilla de impuestos y tributaciones del sistema argentino, a medida que se incrementa la inflación y el salario empieza a subir en términos meramente numéricos, proporcionalmente o no, este individuo empieza a escalar en las cargas que se le tributan, a pesar de que este pierda capacidad de compra. Maravillosamente, a medida que nuestro individuo consumista trata de evitar la pérdida de su poder de compra ante el impuesto inflacionario, este tiene a su vez que batallar contra la creciente tributación de su aumentado pero inútil nuevo patrimonio.
Volviendo al tema, ante la enormidad del gasto del Leviatán, este decide imprimir más billetes para suplir la falta de financiamiento, esto genera inflación debido a lo demostrado anteriormente y a que, debido a la falta de disciplina macroeconómica, la gente no le tiene confianza a la moneda, por lo que buscan deshacerse rápido de la misma, ya sea comprando bienes o monedas de más valor, aumentando la velocidad de transmisión del dinero y por tanto escalando la inflación. Ahora bien, ¿Qué sucede si decidimos endeudarnos para prevenir la emisión? Un segundo nombre para la toma de deuda es la emisión futura o ‘patearla para adelante’, un simple aplazo de lo antes mencionado.
La propiedad característica del círculo vicioso kirchnerista es la falta de entendimientos macroeconómicos y por tanto la constante incoherencia económica que lleva inevitablemente a un final trágico, al colapso de la economía debido a las altas inflaciones, el gasto descontrolado de las asistencias y, a tal punto de endeudamiento, la falta de confianza, tanto de los acreedores como de los contribuyentes. Ante la destrucción económica del sustento del mecanismo, se genera en los discípulos asistidos un sentimiento de abandono y desprotección, llevándolos a reclamar por lo que antes tenían o por la obtención de un trabajo, el cual no es posible. Fatalista como suene, la perpetuidad del círculo vicioso es uno de los síntomas primordiales que lleva al diagnóstico de una sociedad decadente al borde del abismo.
(*)Franco Marconi
Estudiante de Licenciatura en Ciencias Políticas en la Universidad del CEMA.
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