Los tres modelos Kirchneristas, cada vez más lejos de Las Ideas Liberales.

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Lic. Santiago Martínez Soler. 

En los últimos tiempos y producto de la irrupción del cambio de gobierno escuchamos permanentemente a defensores del gobierno anterior, enemigos del ajuste, por un lado y predicadores de “la herencia”, por otro. Los más acérrimos defensores  del pasado gobierno lo sostienen ciegamente en todas sus aristas, hay otros que lo defienden parcialmente o critican tan solo los últimos años. Es el objetivo de este artículo debelar las principales pautas macroeconómicas que rigieron a los 12 años de gobierno de Nestor Kirchner y Cristina Fernández dividiéndolo en tres etapas,  a mi entender, bien diferenciadas.

Hubo una primer etapa en la que el modelo mostró una continuidad respecto a la gestión de Duhalde, sus características empezaron a mutar a fines de 2005 y tuvieron un quiebre a partir de 2008. Un segundo lapso, de alto crecimiento pero con rojo en algunas variables económicas que se observó hasta 2011. Finalmente observamos un tercer período de estancamiento y fuerte intervención estatal que culminó con el gobierno de Cristina Fernández. A continuación caracterizaremos las tres etapas.

La primer parte del gobierno Kirchnerista fue de alto crecimiento, en la cual el rebote post crisis 2002 encontró al nuevo gobierno con un gran margen de maniobra. Entre 2003 y 2007 la economía argentina se encontró ante la inédita situación de presentar constantes superávits fiscales acompañados de superávits comerciales, estos últimos se extendieron hasta 2010, un gran determinante de los excedentes externos, sobre todo en la segunda mitad de la década,  fueron los altos precios de los commodities internacionales, mucho más altos que en lo años precedentes.

En este período las políticas públicas estaban “blindadas” contra lo que los economistas llamamos “trade offs”, cuya traducción literal es trueque pero la más adecuada sería sacrificio. Se produce un trade off cuando una política pública beneficia a la sociedad en un sentido pero para obtener este beneficio hay que hacer un sacrificio en otro aspecto. Por ejemplo el sostenimiento de un tipo de cambio alto, mantendría la existencia de superávits comerciales, pero simultáneamente podría generar un incremento de la inflación. Para el período 2002-2007 por cada punto de crecimiento del tipo de cambio se tuvo que soportar 0,58 puntos de incremento de la inflación. Con lo cual la devaluación de 2002 significo un sacrificio en términos inflacionarios menos que proporcional al volumen devaluado.

El incremento del PBI, que fue en promedio 8,7% anual1 para el quinquenio, que a su vez producía un aumento constante de la demanda de dinero, detenía el proceso inflacionario. La creciente existencia de dólares, sumado a la disminución en la deuda pública que generó el default, provocaban un marco ideal para tener un amplio margen de maniobra en las políticas públicas.

Las reservas internacionales pasaron de ser 10.501 millones de dólares el 2 de enero de 2003 a 46.176 millones de dólares el 26 de diciembre del año 2007.2 La inflación promedio anual para este período fue del 13% anual3.

Desde el punto de vista de la mayoría de los economistas, postura con la cual concuerdo,  los ciclos solo se pueden moderar durante los auges, ya que administrar una crisis durante su consecución, no es solo inconveniente, sino también, en la mayoría de los casos, imposible.

Durante este primer período se avanzó en distintas políticas que determinaron el devenir del ciclo posterior, en primer lugar se abandonaron a partir de 2005 las metas de inflación que proponía el Banco Central, que se usaba como límite al financiamiento incontrolado del gasto público con emisión monetaria. En segundo lugar se llevó adelante la primer cancelación de deudas con reservas del BCRA, fueron 9.810 millones de dólares a fines del 2005, debilitando de esta manera la estructura de activos de la institución financiera. Durante esta época también se llevaron adelante políticas restrictivas sobre el sector primario, retenciones a la exportación diferenciales sobre todos los productos agropecuarios y restricciones absolutas para la exportación de algunos de los productos que inciden en “la mesa de los argentinos” trigo y carne. La carne a principios de 2006 y el trigo a principios de 2007.

El año 2007 fue un año de transición, la inflación fue de alrededor del 26% de acuerdo a las consultoras privadas y empezaron a notarse signos del principio de la segunda etapa. En esta segunda etapa que va desde el 2008 al 2011, salvando la interrupción que hubo entre fines de 2008 y todo el 2009, la economía siguió mostrando capacidad para generar puestos de trabajo, mejoras salariales e incrementos en el PBI pero a un ritmo más lento, el 5,27%4 de crecimiento del PBI promedio para el período.

En esta etapa no obstante se abandonó el superávit público, si bien el incremento de la emisión monetaria fue inferior, 224% contra 338% del primer período, la inflación fue mayor. El uso de las reservas del Banco Central para financiar al Tesoro Nacional fue más frecuente y se impusieron innumerables limitantes para el comercio exterior, entre otras medidas restrictivas. Todos estas políticas empezaron a provocar efectos adversos en muchas variables macroeconómicas. La tasa de inflación promedio anual para el período fue del 22,5%5, el volumen de reservas internacionales se estancó6, a partir de 2010 se empezaron a observar déficits en la cuenta corriente, que se financiaron con salida de reservas internacionales. No obstante se generaron nuevos puestos de trabajo y el desempleo se redujo de 7,9% a 7,1%.7

La perdida de competitividad externa demostrada por los crecientes déficits de balanza comercial que se presentaron a partir de 2010, determinaron el siguiente período. La política respecto al valor del dólar empezó a cambiar a fines de 2008, hasta esta fecha el valor del dólar permaneció estable en casi un nuevo tipo de cambio fijo de alrededor de $ 3,10 por dólar. Entre octubre de 2008 y fines de 2009, el dólar subió más de un 20%. Durante 2009 hubo una severa reducción en el comercio internacional debido a la crisis externa que repercutió a nivel local aumentada por la crisis del campo, las importaciones se redujeron un 45%. En el año 2010 el valor del dólar se incremento un 6%, en el 2011 un 7,5%, en 2012 un 14%, en 2013 un 34%, en 2014 un 29% y en el 2015 un 16%. Es decir que el dólar oficial paso de valer $ 3,11 por dólar en octubre de 2008 a $9,75 por dólar 7 años después, se devaluó más de 3 veces.

Un cambio importante en la política respecto al dólar que se llevó adelante en 2013 y 2014 es que se produjeron incrementos de su valor por encima de la tasa de inflación. Estos incrementos si bien generan una mejora en la competitividad, constituyen una devaluación real,  afectado a mediano plazo la tasa de inflación e incrementando la demanda de dólares y afectando la capacidad de compra, sobre todo de los sectores más vulnerables. También generan especulación hacia el dólar, si su valor se incrementa más que el precio de los bienes de una manera gradual, como fue en este caso, conviene sostener los ahorros en dólares.

La característica distintiva del tercer ciclo es la intervención masiva estatal en la economía externa y la política cambiaria. El 5 de enero de 2012 el gobierno impuso la Declaración Jurada Anticipada de Importación (DJAI) como requisito para poder ingresar mercaderías desde el exterior, sean ellas bienes terminados para consumo o insumos, estas actuaron como un fuerte limitante para las importaciones de bienes que se producen localmente. El resultado fue el aumento del precio los bienes de producción local y falta de abastecimiento de algunos bienes. Estas restricciones se suman a las preexistentes restricciones a la exportación de bienes de origen agropecuario. En Noviembre de 2011 argentina instauro el llamado “Cepo Cambiario”, que prohíbe comprar y vender libremente a los agentes dólares.

El resultado de estas medidas en lugar de generar una reducción en la perdida de reservas, impacto en una perdida de reservas superior al del final de la convertibilidad, solo frenada con los SWAP con china, la imposibilidad de girar dividendos por parte de las empresas a sus casas matrices y la toma de algunos créditos.

Así y todo las reservas internacionales pasaron de ser 52.185 millones de dólares en inicios del 2011 a 24.862 millones de dólares el 10 de diciembre de 20158. Por otro lado, debido a la permanente financiación de los déficits fiscales con emisión monetaria  y el pago de la deuda pública con reservas, el tesoro nacional le adeudaba al 10/12/15 al Banco Central 66.000 millones de dólares aproximadamente, de difícil o imposible recupero en el mediano plazo.

El ex Ministro de Economía Axel Kiciloff aseguró poco antes de dejar su cargo, que si bien hay pocos países que soportan niveles de inflación como el de Argentina, que fue del 28,1% en promedio anual para el período 2012-20159, también hay pocos que mantienen la tasa de desempleo en los niveles de Argentina.

Si bien es cierto que de acuerdo al INDEC, bajo del 7,1% al 6,6% entre el cuarto trimestre de 2011 y el 2do trimestre de 2015, esta reducción se logro a costa de una disminución de la población económicamente activa(PEA). La PEA que llegó a un pico de 46,9% en el tercer trimestre de 2012, tan solo es del 44,5%  a fin del período, es decir un 2,4% menos10. Si esas personas que se autoexcluyeron del mercado laboral, por desaliento o por el acceso a un subsidio, volvieran al mismo, la tasa de desempleo se elevaría automáticamente al 12%. Casualmente las provincias en las cuales la población económicamente activa es más baja son aquellas en la que la presencia de subsidios directos a las personas es mayor, por ejemplo en el Gran Resistencia, la PEA bajo de un 37,9% en 2006, cuando se incluyo dicho conglomerado en el relevamiento del INDEC a un 29,7% en la actualidad. Si esta reducción fuera exclusivamente por  una fuga de personas del mercado laboral hacia el subsidio, estos estarían escondiendo casi un 30% de desocupación para el conglomerado.

Para finalizar en este tercer período la política económica argentina dejo de mostrar eficiencia para generar crecimiento económico, tan es así que el crecimiento medio para el período es del 1,3%11. Si a este magro resultado en cuanto a crecimiento, le sumamos la incapacidad del mismo de generar puestos de trabajo, que se redujo de 0,66% de incremento en los puestos de trabajo por punto de crecimiento del producto en 2003, a 0,18% en la actualidad. Es evidente que el crecimiento económico no da abasto para absorber el crecimiento poblacional, que es en promedio un 1,2% anual en Argentina.

Aunque se quiera tapar el sol con las manos es evidente el fracaso del modelo y no se pueden disfrazar de exitosos los doce años de Kirchnerismo y sobre todo la última gestión de Cristina Fernández. La evidencia es más poderosa que las palabras, incluso aquella evidencia publicada por los organismos oficiales. Esta claro que la actual recesión es heredada y las consecuencias de las decisiones “erróneas” del modelo precedente aún van a durar un tiempo más.

El estado nacional tiene la difícil tarea de lentamente reducir el déficit fiscal, que se encuentra en niveles similares a los de 2001 y 1989, previo a las dos últimas grandes crisis, generar ingreso de divisas que se destinen a fines productivos y no especulativos y recuperar los niveles de inversión que se encuentran en el mínimo para este siglo. Para todo ello se debe generar confianza, confianza que no se logra con leyes anti despido ni con ningún tipo de improvisación populista.

Las recomendaciones de la escuela  estructuralista tales como la existencia de dólares diferenciales cayeron al caer su precepto fundamental, el deterioro de los términos de intercambio. El siglo XXI nos encuentra ante una mejora relativa en los bienes de origen primario y la vanguardia absoluta en el valor de los bienes de alto contenido tecnológico y los servicios. Seguir apostando a los bienes de origen industrial y al sostenimiento artificial del consumo doméstico resulta un error en la economía global cuyos costos estamos pagando a diario con inflación e incapacidad para desarrollar nuevas alternativas productivas.

 

El Autor es Licenciado en Economía (UBA).

Tiene Cursos de Postgrados en Desarrollo Local y Economía Social (FLACSO) y Formación para Concejales y Funcionarios Municipales (UCA-Fundacion Hanns Seidel Stiftung).

Ha sido profesor e investigador en la Universidad de la Cuenca del Plata

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