Por: Franco Vallejos Torres (*)
La mente y el dogma asunto separado
Estamos en tiempos muy sensibles y delicados en Argentina, donde el 43% de la población está por debajo de la línea de pobreza y tanto el Estado como la economía no le dan respiro a la población. ¿Y quiénes son los culpables de esta situación? Algunos dirán que fue la pandemia, otros separarán sus culpas y mirarán hacia atrás adjudicando las consecuencias actuales al gobierno anterior. Lo cierto es que ya pasó el primer año del gobierno de Alberto Fernández y gran parte del sector de la educación (y del gobierno y parte de los medios) sigue dando cátedra de que el enemigo número uno por excelencia de la clase trabajadora fue y será el Neoliberalismo.
Quería comenzar esta columna explicando acerca del significado y el origen de la palabra Neoliberalismo pero me voy a concentrar en darle otro punto de vista dado que (en lo personal) me siento bastante cansado de cómo la opinión pública repleta de ignorancia y fanatismo utiliza tal término peyorativo para evitar el verdadero debate que está puesto en la mesa. La mayoría de los intelectuales con espectro corrido hacia la izquierda utiliza este término para referirse a políticas de laissez-faire o de libre mercado. Otros pueden referirse al consenso de Washington como parte de la agenda neoliberal y por último, pero no menos importante, está la interacción con el FMI. Los puntos que vamos a tocar son los siguientes:
- El Neoliberalismo no existe
El Neoliberalismo fue puesto en escena cuando Alexander Rustow (1886-1963), economista alemán impulsor del ordo liberalismo en Alemania, tenía la idea de crear una tercera vía entre el liberalismo clásico y una economía planificada. Habiendo dicho esto no queda más nada que agregar, el término neoliberalismo está plenamente asociado a la Socialdemocracia (gran intervención estatal en la economía) y muy lejos está de los que estamos convencidos de que la economía de libre mercado puede ayudar a progresar a los individuos. Está demostrado en la historia, e inclusive en la actualidad, que los mercados funcionan mucho mejor (véase el ejemplo de los países escandinavos) cuando el Estado saca las manos de la economía.
- El Neoliberalismo vs. el Estado
El liberalismo propone, en forma bastante resumida, vivir y dejar vivir. Cada individuo debe vivir su vida siempre y cuando no violente a un tercero. Sobre esta base, la izquierda utiliza muy bien la oratoria para manifestarse ante un gobierno neoliberal advirtiendo que sus Derechos serán privatizados y solo lo podrán utilizar los que tengan el privilegio de pagarlo. Bueno el punto está exactamente en las palabras que acabas de leer, la izquierda cree que la educación y la salud (por ejemplo) son derechos que deben ser bancados con el bolsillo de todos, aun cuando los servicios sean ineficientes. Pero esto no es lo peor, el sector privado argentino hace veinte años que está bancando un sistema que falla constantemente y dejando en evidencia que la inversión que el Estado hace en salud se convierte en un desperdicio. Además, los que no confían en el sector público buscan en el mercado una obra social para encontrarse con sanatorios privados y tener una mejor atención, otro punto más para el mercado. Esto deja en claro dos cosas: El sector privado golpeado y bastardeado le sigue ganando a un Estado demasiado presente bancando un sistema de salud, con todo respeto, nefasto. Y segundo, el individuo que logra beneficiarse de una obra social o pagar una escuela privada (no olvidar que el que paga una escuela privada termina pagando la educación de su hijo y la de otro y la de otro) tiene una mejor calidad de salud/educación.
- Libertad vs. Relato
La izquierda va ganando la batalla cultural por el momento utilizando la superioridad moral como recurso para los que combatimos el dogmatismo y discutimos sus errores conceptuales. En estos tiempos en que la historia en Argentina la están escribiendo los que perdieron NO UNA SINO VARIAS BATALLAS A NIVEL MUNDIAL, siempre encuentran recursos para moldearse y permanecer en la opinión pública.
El ejemplo más reciente es la ideología de género (donde el Estado obliga al individuo al aprendizaje de tal ideología para sacar el carnet de conducir por ejemplo) defendida por gran parte del sector feminista y los partidos de izquierda, mientras que los que no han de aceptar estas normas y definiciones carentes de sentido son denunciados, escrachados e incluso denunciados ante entes como el INADI por no acatar la serie de términos, por ser ofensivo, violento o (tal cosa) fóbico.
Quienes defendemos las ideas liberales no estamos en contra de que la gente piense o quiera debatir ideas nuevas, sino que estamos en contra de la imposición por parte del Estado (empujado por una minoría gritona y chillona) en la cultura. Las ideas deben ser debatidas y aceptadas en la sociedad en base a quien gane la batalla (el que gana no es quien tiene la razón sino que es el que predomina), pero ¿cuál es el problema? El problema es que el Estado al tener toda la influencia (gracias Gramsci) en la educación puede organizar la información a su antojo y así dominar la discusión pública. Gracias a esto, hoy vemos que cualquier refutación o cuestionamiento hacia la ideología de género puede ser catalogada como homofóbica, violenta, peligrosa o incluso tratándonos de fascistas a los mismos que defendemos la libertad. Ahora pensemos por un momento y le pido al lector que trate de ser lo más objetivo posible: ¿Qué harías si te pidieran que te callaras porque tu discurso es violento o XCOSA-Fóbico? ¿Te quedarías callado o serías capaz de aguantar con el pecho el discurso pseudo-fascista que propone la izquierda digna de una neo-inquisición?
La libertad debe estar primera ante cualquier cosa, la tolerancia debe ser la virtud que predomine ante los intolerantes y la batalla debe ser nuestra por evidencia empírica, histórica y moral.
(*) Franco Vallejos Torres
Empleado de comercio exterior y Conductor de radio
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