Reflexiones en épocas de Pandemia

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Por Octavio H. Cejas.

 

Esta pandemia que azota al mundo, y que lo está cambiando de manera tal que ya no es el que conocíamos, ha demostrado la verdadera naturaleza de muchas personas. Repasando brevemente lo sucedido, creo que existen tres acontecimientos que merecen una especial atención, al menos en Argentina.

El primero, es la fuerza policial y los abusos que se han producido, los cuales se viralizaron por las distintas redes sociales. Esta cuarentena nos ha demostrado el fuerte impulso que tiene la población para pedir la famosa “mano dura”, y la facilidad que tiene la policía de usarla. El problema con ello es que lograrán su cometido. Instaurar una fuerza policial con demasiado poder como para ser controlada. Quien adquiere poder, difícilmente quiere dejarlo. Y, para ser claro, no me preocupa las fuerzas en sí, me preocupa la gente que avala los avasallamientos. Me preocupa la gente que al ver este tipo de sobrepasos por parte del Estado, no solo que ignora su inmoralidad, sino que las legitima amparándose en su falsa superioridad moral. Y a los fines de que se entienda, creo oportuno citar a Nietzsche:

“¡Desconfiad de todos aquellos en quienes es poderoso el impulso de castigar!

Ese es un pueblo de la peor naturaleza y origen; desde sus rostros miran el verdugo y el sabueso.

¡Desconfiad de todos aquellos que hablan mucho de su justicia! […]

Y cuando ellos mismos se llamen “los buenos y los justos”, no olvidéis que para ser fariseos solo les falta ¡Poder!”

Creen que este tipo de circunstancias hacen que dejen de valer nuestros derechos. Que debemos dejar que nos atropellen. Estas personas ignoran lo una vez expuesto por George Orwell: “Esta gente no entiende que, si se favorecen los métodos totalitarios, llegará un día en que se utilizarán contra ella y no por ella.” Temo, y mucho, que de esta crisis salgamos con un endiosamiento del Estado y de sus fuerzas. Temo, que de defender los avasallamientos y la destrucción de las libertades individuales, no volvamos.

Como segunda cuestión, el fenómeno que más me ha sorprendido en épocas del coronavirus ha sido sin dudas la ya vieja pero ahora agrandada grieta. La demonización del concepto de “cheto”. La culpa que se les atribuye. El odio que buscan provocar en la sociedad hacia ellos. Los estamos poniendo de enemigos. Y solo puedo preguntarme ¿para qué? Aunque no solo los alcanza a ellos, puesto que están atacando, y de todas las maneras posibles, a los empresarios. Alberto hasta los llamó miserables. Los culpan constantemente de todo lo que sucede en la Argentina. De la suba de los precios, del desabastecimiento, de los despidos. Los buscan enfocar como enemigos. Están profundizando una grieta que será muy difícil de cerrar, y que es extremadamente peligrosa mantener abierta. El gobierno lo sabe bien, pero necesitan un enemigo público para tener legitimidad a la hora de realizar las medidas que le plazcan, y han encontrado en las empresas y en los “chetos” ese enemigo que tanto buscaban. Hoy son, por así decirlo, su chivo expiatorio.

Por último, quiero hablar del cacerolazo producido en el país para que el Estado haga sus ajustes. Un farol que nos proporcionó un rayo de esperanza, dentro de tanta neblina inmunda que veníamos viendo. Gran parte de la población salió de sus casas y de manera enérgica golpearon cacerolas con el fin de hacer escuchar su pedido al presidente. Hace poco, en cadena nacional, él pidió a los empresarios que ahora ganaran menos y gran parte de la población lo aplaudió con euforia. Pero al ser consultado sobre si él o sus ministros aceptarían recortarse los salarios, se negó rotundamente. Al parecer, la idea de ganar menos iba dirigida solo al resto, porque a ellos jamás les toca. Esto provocó que muchas personas se detuvieran a pensar, y ahora deciden exigir al gobierno que haga lo mismo que pide a las empresas. Herbert Spencer decía que éramos muy indulgentes con nuestros legisladores, y que mediamos sus conductas con varas distintas que al resto, cuando debería ser a ellos a quienes más hay que exigir. Con esto, se demostró que estamos empezando a exigir como se debe a nuestros gobernantes. Un motivo de orgullo.

Hoy, el pueblo se mostró unido en un grito unísono, que decía: “haremos el esfuerzo que haga falta, porque queremos salir adelante; políticos, acompáñennos en la lucha y muestren su humanidad”. Hoy se exigió eso. Se exigió la humanidad de los políticos. Se pidió que demostraran que ellos no llevan una corona, y que las crisis también les afecta. Ahora estamos todos ansiosos y consumidos por la duda ¿acaso demostraran su humanidad y bajarán del Olimpo para sufrir con los mortales, o seguirán expectantes de la situación en su posición de dioses griegos? Yo creo que bajarán para pelear junto a nosotros en contra de esta crisis, ya que si no lo hacen, pronto todos dejarán de alabarlos, porque un dios sin ningún rastro de humanidad, no es un dios al que la mayoría quisiera rezarle ¿y qué es un gobernante sin sus súbditos? solo un chiste de mal gusto.

 

Octavio H. Cejas, estudiante de Derecho, UNNE.

Coordinador del Equipo de Artículos.

Fundación Club de la Libertad.

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