Más promesas que realidades.

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El Plan Belgrano sigue siendo un enorme objetivo.
Se ha hablado mucho de este tema, pero las obras más importantes aún no aparecen. No se han iniciado las esperadas licitaciones y en muchos casos los proyectos ejecutivos no han sido ni siquiera bosquejados.
El nordeste argentino está aislado del resto del país. Aquí se viene discutiendo desde hace tiempo sobre esto en diferentes ámbitos. Lo han hecho casi todos los políticos, en particular los actuales gobernantes, pero también se ha abordado esta problemática desde la sociedad civil.
La gente sabe que esta cuestión es un condicionante para el desarrollo. Faltan rutas, vías férreas, puentes, energía eléctrica, gas, puertos, represas y muchas otras obras de infraestructura. La comunidad ya ha tomado conciencia de la gravedad de la situación y sabe de la importancia de superar este escalón para luego pasar a la fase siguiente, esa que tiene que ver con entusiasmar inversores e intentar el anhelado crecimiento.
Poco a poco, esa visión se ha ido consolidando. Todos, oposición y oficialismo entienden que esta tarea hay que llevarla adelante lo antes posible. Los diferentes actores comprenden la relevancia que tienen avanzar en esta dirección. Con matices visibles, existe suficiente consenso respecto a que este proceso debe comenzar para luego acelerarse.
Ya en la campaña presidencial del año pasado este asunto tomo mucha fuerza, al punto tal que los candidatos presidenciales utilizaron estas cuestiones como parte de sus promesas electorales. La región sintió que había llegado el momento y que cualquiera fuera el resultado de los comicios ese asunto estaría en el centro de la escena.
Finalmente, con la llegada de la nueva gestión, estos proyectos se condensaron en el denominado Plan Belgrano. Esa unidad de gestión se encargaría de impulsar estas obras vitales, ordenaría sus prioridades, estableciendo un diálogo con las instituciones, los gobiernos y la ciudadanía para no dejar ningún cabo suelto.
Se han hecho, desde los primeros meses de este año, múltiples discursos al respecto e incontables anuncios también. Lo cierto es que a poco de concluir este primer cuarto de este mandato presidencial, se ha hablado demasiado del tema pero se ha avanzado casi nada.
Se podrá decir que Mauricio Macri jamás habló de cuando se iniciaría cada obra y eso es, en rigor, absolutamente cierto. Pero tampoco se han dado otras precisiones necesarias. Se habla mucho de conceptos pero poco de plazos y entonces es inevitable caer en la frustración colectiva que conlleva ese discurso intencionalmente ambiguo.
Hoy, con el presupuesto nacional en mano, se agotaron las especulaciones. Ya se sabe que concretará en el 2017 el actual Gobierno nacional y también se sabe que es lo que no tiene ninguna intención de adelantar.
Nadie dice que el Estado Nacional deba hacerse cargo de cada una de las obras. Esa también es una suposición peligrosa y probablemente incorrecta. Los municipios y las provincias deben hacer su parte y evitar caer en el facilismo de hacerse las distraídas. Lo que, a estas alturas, debe quedar en claro es que las expectativas cívicas no se vienen cumpliendo y que ya no existe margen para seguir apostando a un conjunto de meras buenas intenciones.
La retórica grandilocuente solo se puede aceptar cuando viene acompañada de tareas concretas. La Nación debe sincerarse de una vez por todas, pero también lo deben hacer los gobiernos provinciales y municipales. Es hora de decir las cosas como son y tomar las riendas del asunto para hacer lo imprescindible.
Si el Presidente entiende que no le corresponde al Gobierno financiar estas obras, si el Congreso ya ha definido que el nordeste debe esperar o que debe quedar librado a su propia suerte, pues adelante, a explicitarlo con todas las letras, de frente, sin eufemismos, ocultamientos y evasivas.
Con un planteo claro, sin rodeos y honesto se podrá asumir el rol correcto y emprender el derrotero que se considere necesario. No es saludable seguir dando vueltas en círculos, ni tampoco es bueno especular con mágicos aportes que jamás llegarán.
El tiempo es una variable central en el proceso de inversiones. Los meses transcurridos significan oportunidades perdidas y no se trata solo de números sino de personas que, mientras tanto, siguen sumergidos en la indigencia y la pobreza por un plazo mayor al necesario.
Si no se empieza en algún momento nunca se lograrán los objetivos trazados y esperar indefinidamente no parece la opción más inteligente. Se puede entender que los gobiernos provinciales prefieran victimizarse y endilgarle todas las responsabilidades a la Nación, pero no se trata de jugar a la política, sino de resolver los problemas reales.
Nadie pretende promesas incumplibles. Si lo hicieron para captar votos y ahora se dieron cuenta que no lo pueden hacer, pues va siendo tiempo de poner blanco sobre negro, dar vuelta la página y blanquear la realidad. Si no lo pueden pagar, es este el momento de decirlo y permitirle a la región hurgar por otros senderos para buscar otras estrategias superadoras.
La dirigencia política debe actuar con madurez y decir la verdad al respecto. Si existe tal cosa como un plan serio, estudiado y creíble, pues a ponerle plazos y transparentarlo para que la sociedad lo conozca. Y si todavía no lo han definido, es ahora cuando debe exponerse con claridad para devolverles a los ciudadanos del nordeste la potestad de seleccionar su propio destino.
Alberto Medina Méndez

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