ECHEVERRÍA Y EL PRINCIPIO DE IGUALDAD EN NUESTROS DÍAS

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Por ARIEL CÁCERES

Esteban Echeverría, un noble hijo de la patria argentina, nacido el 2 de septiembre de 1805, soñó alguna vez con la realización de un país organizado bajo los principios de libertad, igualdad y fraternidad.

Esteban Echeverría

Imaginó una nación,  emancipada en cuerpo y espíritu, se encargó de derramar ese ánimo a la población mediante su más representativa obra “El Dogma Socialista”.

Aventurarme en analizar todos sus principios distorsionaría la idea de la cual me quiero ocupar en esta ocasión, es por eso, que opto por la más útil para el efecto, que es la Igualdad.

Este concepto, en simples palabras, consiste en que cada ciudadano que comparte una comunidad, pueda participar de manera directa o representativa en la elaboración de sus derechos y obligaciones, así también todos, sin excepción, deben acatarla. Del mismo modo, todos debemos tener la libertad de procurarnos el bienestar según nuestra inteligencia y trabajo, como gozar de sus beneficios. “Todo privilegio, expresa Echeverría, es un atentado a la igualdad”.

Pero esto ¿Acaso no representa solo una ilusión en nuestro tiempo? Efectivamente sí. A menudo observamos con impotencia, como determinados grupos sociales se adjudican u otorgan privilegios a su antojo, aún yendo en contra de la razón colectiva.

No en vano lo dijo el fundador de la Joven Generación Argentina – “es atentatorio a la igualdad todo privilegio otorgado a corporación civil, militar o religiosa, academia o universidad; toda ley excepcional y de circunstancias”.

Es sabido que en los tres poderes de la República, el ejecutivo, legislativo y judicial, la igualdad carece de una completa significación. Son innegables las pensiones vitalicias de los expresidentes, los fueros de los que gozan los legisladores, las bonificaciones extras por representación y desarraigo,  las exenciones de impuestos  y jubilaciones de privilegios de los jueces, sumado a muchas otras acciones que solo contribuyen a la desigualdad.

Es muy redituable también el concepto de la justicia social, como sinónimo de igualdad cuando se ponen trabas a la industria y comercio o se les tributa algún impuesto extra para favorecer a determinados sectores y perjudicar al que produce e invierte.

Es muy triste ver como un puñado de la clase laboriosa sostiene una amplia clase subsidiada, victimizada sin ningún criterio objetivo.

Reconozco que a veces es necesario el tutelaje de los más desfavorecidos, pero solo en circunstancias donde se ven comprometidos algunos de sus derechos naturales, por ejemplo su vida. Pero, Nunca alcanzará la dignidad de hombre libre ni contribuirá a la igualdad “aquel cuyo bienestar depende de la voluntad de otro”.

A cada Hombre según su capacidad, a cada hombre según sus obras”. Expresa Echeverría para demostrar de dónde deriva el problema de la igualdad social.

Entonces, por qué negarle el completo beneficio de su industria, de sus talentos o su inteligencia a aquellos que se dignan de procurarse su bienestar como debe ser por ley natural; o peor aún, retener parte de sus resultados, poner trabas burocráticas, fiscales cuando quiere desarrollar una iniciativa.

Mientras en esta sociedad, el estado, siga teniendo pendiente la deuda de brindar la misma seguridad, libertad y protección a todos sus ciudadanos, donde las cargas sociales estén inclinadas hacia las personas laboriosas e industriosas, mientras se siga estableciendo jerarquías sociales que no se fundan en “la inteligencia, la virtud o el mérito probado”, no estaremos en condiciones de ver realizada la igualdad como lo había proyectado Esteban Echeverría.

En conclusión, la igualdad que concebimos como tal, es solo una ilusión de nuestro tiempo, y no habrá una genuina mientras no se ilustre a la población sobre sus verdaderos derechos y obligaciones, mientras no se proteja a las masas y se las estimule para que trabajen y sean industriosas, se le suministren los medios para que adquieran su bienestar e independencia.

Nunca es tarde para revertir las cosas, el camino a seguir, en primer lugar debe ser despertar la razón y la moral colectiva para discernir el verdadero camino hacia la igualdad. Encontrar la verdadera vía, nos conducirá también a un verdadero progreso social.

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