Por: Paola Dos Santos
El libro VII de la República de Platón inicia con una exposición sobre el tan conocido “mito de la caverna”, la cual el filósofo utiliza como una explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el ser humano en relación al conocimiento.
El mito de la caverna pretende demostrar la situación o coyuntura en la que nuestra naturaleza humana se encuentra con respecto a la educación o a la misma falta de ella, es decir, la situación en la que muchos seres humanos se encuentran con relación a la luz o a la oscuridad, a la verdad o a la ignorancia, pretendiendo con ello permanecer en una oscuridad o ignorancia letal por no haber situado nunca en la duda a su propia verdad.
Es así que actualmente la imagen de un esclavo representa también a la mayoría de la humanidad, es más, podríamos hacernos una imagen mental de un ser humano colocándose voluntariamente un grillete a la propia alma o simplemente cerrar los ojos y recordar la imagen del “diablo” de la carta del tarot, el cual mantiene encadenados tanto al hombre como a la mujer pero esas cadenas se encuentran flojas, por lo tanto ellos tienen la posibilidad de escapar del monstruo que los somete, liberándose voluntariamente.
Durante esta pandemia del COVID-19 lo que más ha salido a relucir es la representación humana de esa esclavitud, la cual es prisionera de su propia ignorancia e inconsciencia, que vive atada a las penurias, opiniones diversas sin fundamentos objetivos, prejuicios, caos, dogmas, miedo y mucha irracionalidad, y estos seres humanos son los mismos prisioneros de siempre que quieren hacernos creer que solo ellos saben y se sienten orgullosos de sus propias oscuridades en donde buscan embaucar a los demás y formar un espíritu de manada que recele de aquel que por sus propios medios, méritos y curiosidad, ha salido fuera de la caverna para lograr ver un nuevo horizonte, nuevas verdades y una nueva forma de vida mucho más enriquecedora que la que se puede obtener viviendo en el fondo de una caverna en plena oscuridad. Ellos se equivocan, pues creen ver lo real, lo productivo y lo válido para todos a quienes rodean, pero solo visualizan simples sombras de objetos dentro de sus cavernas y se conforman con ello, aparte de someter a los demás.
El mito de Platón se encuentra fortificado de grandes metáforas, que hacen que se distingan dos mundos, por un lado, el sensible y por el otro el inteligible (el dualismo ontológico) y por supuesto la distinción entre la opinión y el saber (el dualismo epistemológico). El rol principal que ejerce el estudio de este mito es lograr captar la atención del lector o aprendiz, exponiendo las características que marcan el recorrido de un prisionero voluntario que encuentra la manera de liberarse (lo inteligible), y sale desde el mundo interior de la caverna hacia su exterior y puede por primera vez ver la plenitud de los rayos solares.
Con ello se da a entender que la verdadera educación se construye durante un proceso que puede ser largo y costoso, con obstáculos, con un reseteo mental y total de ideas equivocadas que teníamos acerca de nuestra propia vida y nuestro manejo individual y social, de nuestras convivencias, convicciones y en muchos casos de nuestro ego y fanatismo. Como prisioneros liberados debemos soltar lentamente aquellas viejas y falsas ideas, prejuicios, costumbres, la salida de la zona de confort en donde siempre creímos que todo iba marchando bien, la superación de nuestros temores, el cambio de mentalidad que a partir de ese momento debe abrazar a la libertad y ser capaces de ver con nuevos ojos a la realidad que nos rodea, la iluminación que nos proporcionan los rayos solares que encontramos en el exterior de la caverna.
El nivel de educación de nuestros niños, jóvenes y adultos nos recuerda que la inversión estatal en el sistema educativo, la cual ha ido aumentando en el Presupuesto General de la Nación con el transcurrir de los años, ha concentrado por el contrario un retroceso inmenso en cuanto a la cultura del análisis crítico y el pensamiento objetivo de los ciudadanos, simplemente por una cuestión de que se han dejado de lado la enseñanza de valores que proporcionan al ser humano una herramienta fundamental para que podamos dudar absolutamente de todo y poder construir de forma eficiente la base de nuestra propia pirámide de valores, sin la necesidad de usar grilletes ni arrodillarnos ante una especia de Gran Hermano orwelliano para poder lograrlo.
Es justo y necesario que el ser humano desde la adolescencia se forme en filosofía. Tampoco es necesario hacer una ensalada mixta de ella, al estudiarla es necesario abrir la mente, cuestionarla y buscar la respuesta lógica a nuestra duda, para ello el aprendizaje mediante la dialéctica socrática siempre fue el pilar fundamental para el desarrollo de la capacidad del análisis crítico en el ser humano.
Resulta ser que esto es absolutamente todo lo que nos falta en la educación. El método de aprendizaje constructivista, basado en el dualismo cartesiano, el cual nos han impuesto para salirnos del dictatorial conductismo es una estafa a la dignidad humana, no nos dan opciones para pensar libremente, cuestionar absolutamente todo y buscar las respuestas por nosotros mismos y por nuestros propios medios. Nos han lanzado a un abismo en donde recordar fechas históricas, guerras y nombres de «héroes» sin permitir que nosotros decidamos si lo son realmente, es lo más importante para el bien de la humanidad y ni qué decir, para obtener el “cartón” que nos habilita para ser ciudadanos con posibilidades de poder seguir estudiando o quizás trabajar, ese cartón que realmente nos habilita solo como analfabetos funcionales, pero para el Estado quedamos habilitados como patriotas y mansas ovejas del rebaño.
Actualmente tenemos a personas, jóvenes, adultos, políticos, docentes, empresarios incluso, que patean contra sus propias ollas por no comprender cuestiones elementales que hacen a ideas y principios, los cuales deben constituir la base real de la dignidad humana en todas las decisiones que se toman en el presente para construir un futuro libre. He aquí, en este punto, que el concepto del capitalismo tan mal entendido durante la historia pasa a ser confundido con el corporativismo, el clientelismo estatal y el nepotismo, cuando el capitalismo tiene a la moral como cimiento, ya que alberga en su interior a la madre de su creación: la libertad del hombre.
Por otro lado, muchos hablan de las matemáticas como un tipo de estudio que no tiene otra razón más que el desarrollo de la lógica, pero disiento en este aspecto, ya que no se trata solo de comprender a las matemáticas a fin de poder resolver problemas de cuántas manzanas hemos comprado, cuántas las hemos comido y cuántas nos quedan de residuo, sino para la resolución de conflictos incluso morales y de dignidad individual que ameritan la aplicación de los principios que la filosofía nos ayuda a entender. El estudio de cualquier ciencia es directamente proporcional al manejo de nuestro raciocinio y nuestra capacidad de apartar al dogma de la objetividad que nos llevará a conocer con más determinación al universo en el cual vivimos. La divina proporción alberga no solo cálculos matemáticos sino también a la imagen de un hombre libre de temores y prejuicios.
En los escuelas, colegios y universidades nos proporcionan resúmenes de libros de Platón, Aristóteles o reseñas sobre Plutarco, si tenemos algo más de suerte, para que al final de cuentas debamos responder en un examen quiénes eran esos sabios, año posible de nacimiento y su «aporte» a la humanidad en la teoría memorística, pero jamás se han puesto a esquematizar la enseñanza filosófica a través de la dialéctica que nos hace razonar, entender conceptos más allá de usar la memoria transcriptora, aprender a determinar parámetros, analizar si dichas ideas se centran en la búsqueda de nuestros objetivos individuales y mucho menos a aprender sobre la importancia de decir “con esto no estoy de acuerdo” y ni qué decir, el conocer a la madre de los instrumentos para la muerte y el nacimiento de nuevas ideas: la argumentación. Mucho menos nos dan la opción de elegir o entender por qué dichos filósofos son considerados sabios.
Si tan solo se diese el valor fundamental a la filosofía con el método adecuado para su enseñanza, al igual que a las matemáticas, la gramática y la historia, muchos de los problemas actuales serían un mito, porque la filosofía es la madre de la evolución humana. Los griegos, padres de la civilización, la utilizaron para la búsqueda de la verdad en la vida, los romanos la comprendieron, la asimilaron y la llevaron al campo de la acción con sus luces y sombras, el ensayo y el error. La filosofía sienta las bases para que podamos reflejar nuestras ideas y principios en la acción y en el legado, lo cual debe buscar siempre el camino hacia la libertad.
Por más que tiemblen los hombres, la filosofía debe decirlo todo. Y es que, ciertamente, la falta de valentía constituye, como decía Friedrich Schiller “la palanca que impulsa a los pusilánimes a aceptar las fórmulas que el Estado y el clero tienen preparadas para el caso”.
Paola Dos Santos
Máster en Ciencias de la Educación
Asunción – Paraguay