Hoy voy a hablarles de John Locke, un filósofo inglés del siglo XVII y haré un par de razonamientos basándome en sus dichos. Puntualmente, tocaré dos de sus obras, en temas muy específicos de cada una.
La primera es “Ensayo Sobre Tolerancia” y la lección más importante que me dejó dicho texto. La parte en la que haré énfasis habla sobre como ante una disputa de normas, una moral – o religiosa – y otra material, debíamos siempre obedecer nuestra normal moral y aceptar el castigo de dicha norma material ¿Por qué? Porque de esta forma estaremos en paz con nosotros mismos – o con nuestro Dios según el caso – dado que hemos seguido lo que creíamos correcto; y con nuestro Rey, ya que hemos aceptado el castigo por nuestras acciones.
El segundo punto en cuestión que quiero tratar es en su obra “Segundo Tratado Sobre el Gobierno Civil”. Específicamente el capítulo 19, el cual versa sobre de la disolución de los gobiernos, donde en un fragmento aclara que una de las formas en que la sociedad puede separarse es cuando el legislador realiza su trabajo de manera contraria para la que fue designado, y citando a Locke: “el Poder Legislativo actúa en contra de esa misión que se le ha encomendado, cuando trata de invadir la propiedad del súbdito y de hacerse a sí mismo, o a cualquier otro grupo de la comunidad, amo y señor de las vidas, libertades y fortunas del pueblo.” Cuando sucede esto, es que el poder vuelve al pueblo.
Usando ambos razonamientos es que quiero plantearles la siguiente hipótesis: la disputa de normas que sufrimos en este momento es por culpa de una ley material viciada por la actitud del legislador, que actúa contrariamente a los intereses para los que fue elegido.
En este caso, creo firmemente que debemos obedecer a nuestras convicciones y aceptar cualquier castigo, pero no sin antes alzar nuestra voz en forma de queja hacia el Estado por dichas normas. Esta forma de manifestarnos en contra del Gobierno también es una forma de limitar su poder. Alzar la voz y demostrar sus carencias o fallas son nuestro deber.
Pero hoy en día, por una u otra cuestión, terminamos callando y siendo sumisos ante el poderío estatal. Quizás por miedo o quizás por pereza, pero ciertamente nos estamos fallando a nosotros mismos, estamos fallando a nuestras propias convicciones, a nuestros ideales, estamos siendo destratados por su parte y ni siquiera nos quejamos, estamos dejándole ganar ¿Cuándo diremos basta? Somos patéticos, profesamos ideas preciosas y no nos animamos a pelear por ellas.
En la historia hay muchos ejemplos de quienes se alzan frente injusticias, Martin Luther King Jr. lo hizo por los derechos civiles, cayendo detenido en varias ocasiones; Thoreau convencido de que la guerra contra México era injusta, deja de pagar impuestos y cae preso varias veces por ello; Mandela renunció a su libertad por 27 años porque creía en un ideal. ¿Creen que lo valió? Todos lograron algo, Martin Luther King Jr. consiguió – mediante la famosa marcha de Selma a Montgomery – que en el sur las personas de tez oscura pudieran votar; Thoreau inspiró a cientos con su obra y Mandela llegó a ser Presidente de la República de Sudáfrica luego de salir de la cárcel.
Entonces… ¿Qué estamos esperando nosotros para salir a defender nuestros ideales? La historia debe ser nuestra maestra, debe enseñarnos de estos grandes hombres, y de cómo alzar nuestras voces para hacer notar aquello en lo cual creemos. Debemos aprender de las enseñanzas de Locke y armarnos de valor, debemos estar firmes con nuestros ideales y sufrir los castigos si hacen falta. Debemos ser voceros de las ideas que promulgamos, porque puede que el Estado no tenga miedo a uno solo de nosotros, ni a cien, pero en algún momento nuestro número crecerá, y seremos más, seremos suficientes, y entonces el Gobierno nos temerá. Depende de nosotros, de si lo logramos o no, y de si aprendemos o no de estas lecciones, porque la historia aún no se termina de escribir, por eso les pregunto a ustedes ¿Qué final tendrá?
Octavio H. Cejas
Coordinador del Equipo de Artículos
Fundación Club de la Libertad