Por: Ángel Sánchez (*)
Cuando un esclavo señala a otro esclavo su disonancia y el camino que debe tomar por la fuerza.
La izquierda viene acaparando hace varias décadas la atención de los jóvenes, sirviendo para lucro de algunos pocos avispados con el eslogan de «liberarte del opresor», utilizando y solo haciendo posible esta paradoja con el poder del ente dominante que es el Estado y su casta de notables rectores prodigiosos, únicos iluminados para decretar los actos que todos tenemos que hacer. Éstos que vienen a ser los nuevos redentores, con una agenda que, aparte de ya haber avanzado considerablemente con el poder logrando deformar la justicia y la moral, tienen un abanico de propuestas aún más retorcidas, haciendo pensar que el objetivo es la deshumanización total, con un fandom que marcha al son de la intolerancia y rabia, utilizando todo tipo de ataques, desde los psicológicos hasta los físicos sin discriminar al blanco que, muchas veces, se encuentra al margen de la batalla.
Los más conspiranóicos tienen un itinerario de teorías que avivan más el fuego de ésta revolución de pacotilla, donde mucho no atañe a la evolución, sino más bien la involución y la veneración a los caprichos más insensatos y perturbadores.
Lo que hace de oídos sordos a estas hordas de pseudointelectuales es lo factible que es este monólogo para el comercio. Vende tan bien, ya sea en la etiqueta de Fanta o en una serie de Netflix las desviaciones y debilidades humanas que están impresas y hasta son requisitos inclaudicables para un éxito asegurado en la venta, que dejan al descubierto, por un lado, la ambigüedad de este maravilloso discurso y por otro, la hipocresía sin fin.
No es algo nuevo ver un movimiento irracional atraer a millones de almas con una necesidad imperiosa de «pertenecer». Tiene total sentido ver hoy en día tantos soperutanos efectuando los rituales más desagradables a la vista de todos. Si uno remite un poco a la historia y recuerda los populares movimientos del nihilismo, consuelo de gente estancada y derrotada por el mundo, o los antagonistas de estos, las religiones con sus falsas promesas para todo aquel que quiera un placebo fácil de digerir, no debería llamar mucho la atención que tenga tanto alcance esta distopía de la moral absoluta. Pero estos movimientos respetaron siempre su lugar en comparación a la nueva izquierda y tampoco acotaron espacios de privilegio en los puestos públicos. Ni siquiera las religiones avanzaron tanto en el Estado como este demiurgo en tan poco tiempo, lo que da a imaginar un futuro tan aberrante que superará ampliamente las escenas futuristas más espeluznantes que la ficción nos pudo presentar, si no se le da un parate como especie y empezar a denunciar este abuso de subyugamiento por las supuestas clases oprimidas que toman la batuta de este circo.
No nos engañemos cayendo en la arrogancia de hablar sobre caminos de redención, más allá de que cada interlocutor tenga algún aporte para decir sobre este estigma, como métodos que lograron para superar las dificultades que la vida presenta a todos sin excepción, siempre en un proceso individual sin la mano de papá Estado para suplir todas estas increpancias. Un proceso tan constructivo que mejora a cualquier persona y que tiene un infinito archivo de casos que alimentan las esperanzas de los más despiertos a la hora de honrar nuestra existencia.
Con esto expuesto, buscar tolerancia y justicia en, cada vez más, triviales actos por medio del gobierno a punta de pistola, hace recordar esa enfermedad psiquiátrica que padece una víctima de secuestro al justificar todos aquellos viles actos que efectuó el secuestrador, entristeciendo a unos y alimentando el morbo de otros. Y es que muchos de los supuestos «oprimidos» viven en armonía al día de hoy, discriminando al egregor malhechor, sin darle ni un poco de espacio al derroche de incongruencia.
Las soluciones a los problemas sociales no se limitan a ser solucionadas por el Estado, y esto, es un paradigma que hay que arrancar de raíz. Hasta incluso las mismas soluciones que antes surgieron para distintos problemas, ahora parecen obsoletas. Lo que da un halo de esperanza y mucha certeza de que hay un final feliz, en el cual el Estado, en todas sus variables pero, principalmente al socialismo de izquierda, pasará a ser una anécdota más que recordaremos como tiempos oscuros que transitó el hombre.
(*) Ángel Sánchez
Coordinador de Desayunos de Coyuntura.