Ignorando a los vecinos

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POR ALBERTO MEDINA MENDEZ

Muchos dirigentes hablan de la importancia de trabajar en equipo, insisten en que las provincias del NEA deben tener un plan conjunto, objetivos compartidos y sueños que se logren como parte de un inteligente proceso de articulación de políticas públicas.
Eso es lo que se dice, pero no es lo que se hace. Lejos de esta dinámica tan razonable como necesaria, las jurisdicciones del norte argentino siguen trabajando aisladas, planificando sin coordinar esfuerzos, derrochando energías y recursos gracias a la escasa visión cooperativa de la inmensa mayoría de sus dirigentes.
Las reuniones regionales no son moneda corriente, mucho menos aún si no hay fotógrafos a la vista que puedan retratar actos protocolares y darle cierta relevancia mediática. La rutina está plagada de encuentros puertas adentro, repletas de funcionarios locales, diseñando ambiciosos planes que están sistemáticamente desacoplados de la realidad regional.
La otra caricatura que se repite es la de las actividades conjuntas con el gobierno nacional. Esa postal es la que muestra la visita de los funcionarios federales o el viaje de los locales entusiastas hacia la Capital para hacer anuncios, firmar convenios o gestionar cuestiones puntuales.
Ese esquema sigue ignorando a los vecinos. Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones planifican siempre a solas, gestionan en absoluta soledad, piensan sus proyectos sin aprovechar las enormes ventajas que aporta la integración como concepto.
Se puede seleccionar el tópico que se prefiera. Educación, Salud, Justicia, Seguridad, Infraestructura, en fin. La lista es amplia y generosa, pero las actitudes de los dirigentes no muestran demasiadas diferencias a la hora de abordar cada uno de estos asuntos vitales.
A estas alturas, no se trata de buscar culpables, ni tampoco de ver quien es mas mezquino en este cínico juego. Tampoco debería ser la idea imponer criterios únicos y esperar que todo se revierta mágicamente sólo porque se menciona esta crónica casi descriptiva.
La tarea precisa de pasos firmes, consecutivos, aunque probablemente lentos. Nadie se integra ni coopera sin construir confianza previamente, y es posible que eso no se haya trabajado durante mucho tiempo. Es probable que justamente por todo eso, ahora cueste mucho más.
El unitarismo vigente desde lo impositivo y funcional poco ha colaborado en fomentar la labor mancomunada de las provincias, pero eso no quita ni amortigua las responsabilidades propias, porque la integración es una idea que se vive, se respira, se siente y que precisa de la capacidad de comprender las enormes ventajas de apoyarse en los demás para crecer.
Lamentablemente prevalece por estas latitudes una actitud poco inteligente y adicionalmente inconveniente, ineficaz e improductiva. Son décadas de creer que se puede evolucionar haciendo tropezar al de al lado, perjudicando al vecino, sin entender que se necesitan de las virtudes ajenas para darle más vigor a las propias.
La visión que sostiene que sólo se puede progresar a expensas del deterioro del resto es además de perimida, demostradamente falaz. Para muchas cuestiones se precisa tener cierta escala, determinado volumen y eso implica sumar de un modo colaborativo para lograr esos números que permiten funcionar de una manera más eficiente.
Es factible que esta generación de dirigentes que hoy conduce los destinos de estas sociedades no pueda hacer demasiado al respecto. Ellos están formateados con una impronta que poco tiene que ver con modelos de cooperación regional y estos paradigmas les resultan incómodos y disfuncionales.
Pero es importante que la sociedad civil y la política tomen nota pronto de esto, lo discutan y analicen, se animen a debatir sobre sus puntos de vista y revisen lo sucedido hasta aquí, lo poco logrado gracias a esta forma de concebir la administración de los escasos recursos disponibles.
Las debilidades del nordeste argentino son muchas. Enumerarlas es muy sencillo, aunque algunos prefieran ocultarlas por vergüenza o porque simplemente les resulta incómodo hacerlo ya que les recuerda una situación que prefieren dejar de lado y hacer de cuenta que no existe.
Pero no menos cierto es que esas desventajas pueden minimizarse si se logran articular las habilidades y talentos que están a la mano en cada una de estas provincias. Sin duda alguna todo sería mucho mejor si esas energías estuvieran encauzadas más generosamente.
Lo hecho, hecho está. Hasta aquí se ha avanzado poco en esta dirección que hubiera, seguramente, dado mayores satisfacciones. Las diferencias políticas, las historias diversas, las eventuales diferencias y hasta ciertas rivalidades de antaño no lo han permitido.
Pero es imprescindible dar vuelta la página. Si se pretende estar a la altura de las circunstancias, dejar de ser las víctimas de siempre y abandonar la nómina de provincias postergadas, pues hay que cambiar algo relevante y eso hay que hacerlo pronto.
El reto es cambiar la perspectiva, comprender las oportunidades que se dilapidan por pensar de este modo, poner manos a la obra en esto de trabajar colaborativamente y empezar a diseñar una estrategia de integración superadora de las discrepancias, que sea capaz de lograr que la región pueda subir al menos un escalón más.
Como hay que empezar por algún lado y en esto no hay manuales que sirvan de guía, tal vez sea una posibilidad, comenzar por el principio, convocando a los vecinos, sumando cerebros y voluntades, construyendo confianza y haciendo amigos. Sin esos ingredientes, el resto será imposible. Con algunos de esos elementos, todo será más fácil.

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