Por Facundo Sandoval.
El 11 de mayo de 2020, cumple 207 años de su creación la marcha más conocida del país. La “canción” que fue una marcha patriótica, en 1947 devino en lo que hoy conocemos como Himno Nacional Argentino. Sin embargo, la versión que hoy escuchamos representa tan sólo una décima parte de su versión original.
Nuestro Himno Nacional fue creado por la Asamblea del año XIII, con motivo de inflamar los espíritus en la época de la lucha por nuestra independencia. Su historia es, cuanto menos, intensa; un largo devenir histórico incluye muchos cambios, pero manteniendo una gran vigencia.
Luego de la Revolución de Mayo, la Asamblea General Constituyente cambió ciertas reglas de convivencia en 1813: liberó a los hijos de los esclavos, terminó con los títulos nobiliarios, estableció como fiesta cívica el 25 de mayo y creó una marcha patriótica que con el paso del tiempo se convertiría en el Himno Nacional. En su versión original contiene 9 estrofas, y cantarlo entero podría llevar hasta 20 minutos; sin embargo, la práctica vigente desde el siglo 19 lo redujo a 2 minutos y medio.
Paradójicamente, la música del Himno Nacional no fue compuesta por un argentino, sino por un español, el catalán y músico profesional Blas Parera, quien vivía en Buenos Aires y se dedicaba a dar clases. Cobró $200 pesos por su trabajo: la composición y el ensayo de la obra.
A la canción Nacional la forman una mezcla de música religiosa con música militar, sumado a una letra que, en su versión original, relata un largo combate, una gran victoria y llama a morir por la causa revolucionaria utilizando la fórmula del juramento. Evoca una Nación que aún es una expresión de deseo, algo en construcción. Hay un campo de batalla (los campos del sud) y un enemigo derrotado al que trata con tremenda crueldad: España, al que se remite con la metáfora del león vencido y se lo califica como tirano e invasor. Fue Alejandro Vicente López y Planes (poeta y activo político que luchaba por independencia) quien escribió esos patrióticos versos que hablaban de las rotas cadenas y leones rendidos a los pies de una nueva y gloriosa Nación. Su letra fue un símbolo de la época (un fiel reflejo de nuestras relaciones con España) que cambió hacia 1900, cuando el presidente Roca dictó un decreto por el cual se abrevió el texto del himno para “limar asperezas” en nuestros tratos internacionales, fundamentalmente con el país referido.
Empezamos a familiarizarnos con el himno en la escuela, en esas mañanas frías en el patio del colegio; lo odiamos, porque tenemos que aprendernos la letra para evitar un posterior llamado de atención por parte de los profesores. A veces los escuchamos con gusto, otras con disgusto. Con el tiempo, lo llegamos a escuchar tantas veces que nos empieza a gustar, o en otro caso, empezamos a comprender su significado patriótico y todo lo que ello representa.
El patriotismo, sin embargo, no es un sentimiento tan exótico ni tan extravagante como puede parecer según nuestros criterios de pavor al ridículo y asepsia postmoderna, sino el amor hacia nuestra tierra natal, a la que nos sentimos ligados por vínculos históricos y afectivos. ¿Por qué entonces ciertos colectivos frecuentemente menosprecian el sentimiento patriótico? quizás porque las tradiciones patrias involucran algunos principios que pueden ser considerados obstáculos para la inexorable marcha de la humanidad hacia el «progreso». Este progreso pretendería acabar con las soberanías nacionales, porque estas son fuentes de muchos males. En su reemplazo, aparecería un “globalismo” por el cual determinados organismos internacionales se hacen presentes para ayudar a los Estados a alcanzar un fin basado en el “bien común”.
La patria es un sentimiento universal, antiguo como el ser humano y fácil de comprender. A los humanos nos resulta difícil sentir como propio un concepto tan general y amplio como la Humanidad, en cambio, el sentimiento de pertenencia a una Nación o país e identificarnos con sus símbolos permite que nos situemos naturalmente en una relación de cooperación con los demás. El patriotismo permite así una percepción humana sensible (que de otro modo sería abstracta) y sus símbolos, una identidad. Abordada la importancia de nuestros símbolos patrios, me gustaría desearles a todos un muy feliz día del Himno Nacional, que luego de una larga lista de cambios, sigue representando la importancia de nuestra libertad por sobre todas las cosas. ¡Libertad, Libertad, Libertad!
Facundo Sandoval
Estudiante de Ingeniería electromecánica