El valor formativo del error del cual Argentina parece no aprender

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Por: Ariel Roberto Cáceres (*)

Recientemente, el señor presidente decidió prohibir las exportaciones de carne, hecho que me hace afirmar sin tener demasiados conocimientos en cuestiones económicas de fondo que no resultará nada beneficioso para ninguno de los actores del sistema que involucra a este sector productivo, ni tampoco para nosotros los consumidores internos.

No es necesario ser muy erudito para saber que mediante el comercio exterior se consiguen las divisas, tan necesarias para el país.

Está claro, que ninguna política de cierre o proteccionista mejora la situación interna, sino que la empeora. Es por eso que me pregunto si la ignorancia de los gobernantes es verdadera. Diariamente afirmamos el fracaso rotundo de la casta dirigente actual que nada de lo que prometió cumple. Pero ¿no será que están teniendo éxito, no habrá sido este su plan?

Personalmente no creo en ningún gobierno populista, no necesito que nadie cuide mi bolsillo, no quiero que nadie controle los precios, no hace falta que se involucren con ningún sector productivo y comercial. Soy y todos lo somos, suficientemente capaces de elegir si comprarle a Juan o a Pedro, de adquirir un producto de esta o de otra marca, así funciona el comercio, según la oferta y la demanda, así se forman los precios.

Siguiendo el hilo de la exportación, quiero regresar a lo necesario que resulta en este momento aprovechar al máximo el comercio exterior. Argentina debe pagar deudas, debe comprar vacunas, insumos médicos, ampliar y construir hospitales y nada de esto se puede hacer con papelitos de colores. Nuestro devaluado peso no tiene ningún valor aquí y mucho menos para transacciones externas.

Según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) solo en enero y febrero la exportación de carne alcanzó un valor de 199 millones y 186,3 millones de dólares, respectivamente. ¿Cuántas vacunas se puede comprar con esto, cuántos hospitales se pueden construir o ampliar?

La ganadería y el campo argentino, no son parte del problema, sino de la solución. Sin embargo, como todo gobierno populista, utilizan el discurso de combatir el hambre para devastar literalmente la economía y la vida de todo ciudadano que se gana el pan con el sudor de su frente.

Es difícil avalar este tipo de medidas, la gente está pasando uno de los peores momentos económicos de los últimos años, y no es por la pandemia, es por este tipo de errores en los que se incurre una y otra vez.

Ya se debió aprender de las consecuencias de la medida similar ordenada por Néstor  Kirchner hace 15 años y que derivó en el cierre de más de cien frigoríficos, en  la caída de casi 12 millones de cabezas de ganado y en la pérdida de entre 10.000 y 12.000 puestos de trabajo.

La situación va de mal en peor, y desde hace años que utilizan este tipo de recetas que promete solucionar todo, pero si aún no estás convencido de su efectividad, me atrevo a afirmar que no servirá de nada, solo para producir más miseria y culpar al campo.

No quiero dejar de referirme al último decreto presidencial sobre las restricciones a la circulación y a las actividades económicas “no esenciales”. Me produce especial indignación lo resaltado entre comillas, porque si somos coherentes, por qué una actividad económica no sería esencial, si es la que ayuda a que lleves el pan a tu mesa. Con qué criterio toman la decisión de clasificarlas, sumado a que te mantienen prisionero en tu propia casa con el beneficio de otorgarte un radio y un horario de circulación.

No olvidemos, también, la suspensión de clases presenciales que hasta el momento ya se dio en todas las jurisdicciones del país. Siendo que el aula es uno de los ámbitos más seguros, verificado con hechos.

Ya han condenado a casi toda una generación al hacerle creer que el valor del trabajo y el mérito no tiene ninguna importancia, ahora van por la educación.

Aclaro de antemano que no soy un negacioncita de la pandemia, que es un flagelo mundial, lo cierto es que hemos tenido la cuarentena más larga del mundo, las aulas cerradas todo un año, tiempo suficiente para vacunar a gran parte de la población, para acondicionar hospitales. Pero no lo han hecho, es más, el primer mandatario descaradamente salió a decir;  «con estos nueve días vamos a poder ordenar el sistema sanitario«.

No es por ser agorero pero ya son más de 77.000 las muertes producidas, en este contexto, varias de ellas evitables como la de muchos médicos, enfermeros, abuelos que perecieron por no inmunizarse a tiempo, no por falta de vacunas sino por privilegios, por corrupción y por inmoralidad.

Otras tantas víctimas evitables también fueron producto de la negligencia, la burocracia o la soberbia política. Recordemos el caso de Abigail Jiménez, en Santiago del Estero; el de Solange Musse, en Córdoba; el de Mauro Ledesma en Formosa o, recientemente, el de  Lara Arreguiz, en Santa Fe.

Así, podría seguir llenando líneas sobre muchos de los yerros y sus fatales consecuencias, que se han cometido en Argentina. Desaciertos que tienen aspectos de ser adrede porque el error, al que no le otorgan ningún valor formativo para aprender, parece ser la habilidad de muchos de los gobernantes.

Sin embargo, nosotros tenemos el poder de cambiarlo, podemos reflexionar acerca de los hechos y aspirar a otro modelo de país, que sea industrioso y laborioso, seguro, educado, libre y que respete los modelos republicanos como soñó alguna vez Juan Bautista Alberdi y su generación de la cual formaba parte Esteban Echeverría, cuya frase “Un pueblo que no trabaja por mejorar de condición, no obedece a la ley de su ser”, me inspira el día de hoy para dejar mi aporte.

(*) Ariel Roberto Cáceres

Profesor en Lengua y Literatura

Coordinador de Artículos en Club de la Libertad

arielrobertocaceres@gmail.com

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