Estacionamiento reservado. Un desafío para los que deciden

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Estacionamiento reservado

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Cualquier encuesta de opinión con cierta seriedad puede cuantificar el desprestigio de la actividad política. Muchos dirigentes dicen que atacar a la política es destruir la única herramienta de cambio que tiene la sociedad.

Es un argumento algo corporativo pero, por sobre todo, poco autocrítico. Ese descrédito no es casual, sino el resultado de las malas actitudes y gestos cotidianos de muchos protagonistas de la política, unos por acción y otros por omisión, que construyeron su imagen en base a decisiones de escaso valor ético.

Un capítulo especial es el de los privilegios que se derivan de la acción política, que viene creciendo sostenidamente, instalándose como si se tratara de un derecho adquirido. La nómina de prerrogativas que detenta un funcionario que llega al poder, en cualquiera de sus estamentos, ya no solo públicos, sino inclusive en el tráfico de influencias desde sectores cercanos, molesta a cualquier ciudadano que se esfuerza en su vida cotidiana y se siente impotente frente a los cada vez menos disimulados abusos del poder.

Un icono de estos privilegios, solo uno de ellos, ni siquiera el más relevante, es el “estacionamiento reservado”. Una extraña modalidad que ha ido tomando forma con el paso de los años, que no es patrimonio exclusivo de los gobiernos actuales, sino que casi cualquier signo político lo reivindica, aunque siempre en silencio.

Es imposible volver el tiempo atrás, pero desde este modesto espacio de reflexión, un grupo de ciudadanos que conforman el CLUB DE LA LIBERTAD queremos convocar a todos los funcionarios, a los que están y a los que asumirán, a los que tienen cargos ejecutivos, legislativos o judiciales, e inclusive a quienes desde las organizaciones privadas y desde la sociedad civil disponen de ese privilegio, para que renuncien a los mismos alineando el recitado discurso de “la igualdad”, con esta actitud de asignarse este indigno derecho especial sin sustento poniéndose por encima de los demás.

Sería lo ideal que esta bandera la enarbole la política, probablemente un concejal, tal vez el mismísimo intendente, o en realidad cualquier ciudadano que siendo elegido para representar a todos demuestre en los hechos que la decisión de la gente es mucho más importante que proteger los beneficios de la corporación política.

Cabe aclarar que la idea no es que se renuncie a ese lugar especialmente delimitado en la calle, para ser reemplazado por alquileres de cocheras particulares que terminan pagando todos los contribuyentes con sus recursos, sino que el funcionario pueda hacer exactamente lo mismo que hace su representado a diario, es decir buscar con paciencia, y también con cierta molestia ese bendito lugar disponible para dejar su vehículo a veces a varias cuadras del lugar de destino.

Es una oportunidad. Seguramente no la única, ni la última. Hasta es una posibilidad interesante para hacer algo de demagogia probablemente, pero al menos de ese modo dar señales claras respecto del lado del mostrador que se ha decidido ocupar. Una chance concreta es apoyar a la sociedad y su visión mayoritaria sobre esta cuestión. La otra, es avalar a sus pares de la política, ser parte de la casta y defender este mal hábito de hacer del poder una forma de vida.

La puerta está abierta para que la política, o tal vez solo un sector, tome este desafío en sus manos y demuestre que el cambio es posible en este mismo instante. Los representantes de la gente tienen responsabilidades por los cargos asumidos y no prerrogativas que los ponen en un escalón superior.

Alberto Medina Méndez – Presidente del Club de la Libertad

elclubdelalibertad@gmail.com

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