Vargas Llosa: Un Camino de Ida al Liberalismo

Por Juan Antonio Alegre

He oído repetidas veces mencionar por sus detractores y observadores imparciales, que el liberalismo es una doctrina meramente económica, desprovista totalmente de sentimientos, carente de realidad y rara vez aplicable fuera del marco de las ciencias económicas. Sin embargo, existen sobradas muestras de que, una vez iniciado en el camino que conduce a la libertad de las ideas, esta afirmación es derribada por completo. El marco filosófico, político y, por supuesto no menos importante, económico que envuelve al liberalismo, ha tenido un efecto magnético para aquellas grandes mentes que, lejos de dedicarse exclusivamente a temas relacionados a cuestiones financieras, han impactado en la sociedad a través de sus invaluables aportes a la cultura general. Probablemente los dos más grandes ejemplos en Latinoamérica sean los escritores Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa, de quien nos ocuparemos a continuación.

 

En sus inicios, Mario Vargas Llosa defendía con ahínco las ideas propuestas por autores como Karl Marx y Friedrich Engels. Descubrió tempranamente, según él mismo cuenta en su obra La Llamada de la Tribu, su inclinación hacia la política. Fue por el año 1948 cuando, tras el golpe militar en el Perú del General Manuel A. Odría contra el entonces Presidente José Luis Bustamante y Rivero – pariente materno suyo – sintió el ferviente llamado del accionar político. Desarrolló a lo largo de aquellos años un profundo odio hacia los dictadores de cualquier tipo – algo que aún mantiene, según cuenta – lo que lo llevó a postularse a la Universidad de San Marcos para estudiar Letras y Derecho. En aquellos tiempos, esta universidad se caracterizaba por ser “pública, popular e insumisa a la dictadura militar”; lo que probablemente le abriría la posibilidad de afiliarse al Partido Comunista. Fue allí donde se interiorizó en el marxismo, compartiendo grupos de estudio clandestino donde leía autores como Mariátegui, Politzer, Lenin, y los mencionados Marx y Engels, entre otros. Hacia fines de 1958, la victoria de la Revolución Cubana avivó sus ideales socialistas. Veía en aquella gesta un heroísmo y generosidad que permitiría al pueblo cubano alcanzar el ideal socialista, donde se permitiera la disidencia, la crítica y la diversidad.

 

No fue sino hasta el ocaso de la década del sesenta que se sintió lenta pero progresivamente alejado del comunismo. En primer lugar, lo impactó la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción – UMAP por sus siglas – en Cuba, que escondía campos de concentración a los cuales eran enviados “contra-revolucionarios, homosexuales y delincuentes comunes”. Sumado a esto, un viaje realizado en 1968 a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para participar de una conmemoración a Aleksandr Pushkin – poeta, dramaturgo y novelista ruso – le dio la impresión de que, de haber nacido en suelo de la URSS, él mismo hubiera sido un rebelde confinado a vivir miserablemente en un Gulag. Aquello, comenta, lo dejó “poco menos que traumatizado”. Sartre, Simone de Beauvoir, Merleau-Ponty y la lectura de su Les Temps Modernes – Los Tiempos Modernos en español, revista que debió su nombre a la película homónima de Charles Chaplin – lo habían convencido de que “pese a todo lo que anduviera mal en la URSS, ella representaba el progreso y el futuro”, una patria donde no existían ni las prostitutas, ni los ladrones, ni los curas. Sin embargo, estando allí pudo comprobar cómo sí existían “la pobreza, los borrachos tirados por la calle y una apatía generalizada”. Adhiere que “se sentía por doquier una claustrofobia colectiva debido a la falta de informaciones sobre lo que ocurría allí mismo y en el resto del mundo”. Estaba más que claro para él que, más allá de que se hubieran hecho desaparecer las diferencias de clase en función de las posesiones de las personas, las condiciones de desigualdad en las que vivía el pueblo ruso eran alarmantes, estando estrechamente relacionadas al poder. Fue entonces que se preguntó a sí mismo: “¿Podía defender ese modelo de sociedad, como había venido haciéndolo, sabiendo ahora que para mí hubiera resultado invivible?”. El primer paso hacia la libertad estaba dado.

 

Esta y otras experiencias fueron marcando al autor y llevándolo lentamente en dirección opuesta al comunismo que de joven había llevado como bandera de sus ideales. Su ruptura final con Cuba y su modelo se dio en el año 1970 tras el Caso Padilla: el poeta Herberto Padilla – otrora Viceministro de Comercio Exterior cubano – profirió algunas críticas en relación a la política cultural del régimen. Esto le valió el ataque de la prensa oficial y hasta el encarcelamiento, bajo la irrisoria acusación de servir secretamente a la CIA estadounidense. Ante semejante arrebato, Vargas Llosa junto a otros cuatro literatos amigos que conocían cercanamente a Padilla redactaron una carta de protesta – a la cual se adhirieron varias voces de todo el mundo – haciendo escuchar su desacuerdo con aquel atropello. El mismísimo Fidel Castro respondió la misiva, acusándolos a él y a sus colegas de servir al imperialismo, impidiendoles volver a pisar suelo cubano “por tiempo indefinido e infinito”.

 

De este modo, y pese a que le llevó algunos años comprenderlo, Vargas Llosa encontró el camino al liberalismo. Su cercana vivencia de la administración de Margaret Thatcher en el Reino Unido, y el estudio de pensadores como Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek y Karl Popper, entre otros, a los cuales les dedica el libro La Llamada de La Tribu; como así también a otros célebres autores y pensadores liberales como Ludwig von Mises, Milton Friedman, y los latinoamericanos Juan Bautista Alberdi y Carlos Rangel. Fue justamente ese adentramiento en el pensamiento liberal, y la defensa de sus convicciones políticas en libros y artículos, lo que lo llevó en 1987 a oponerse al sistema financiero nacionalizado que esbozó el entonces Presidente del Perú, Alan García; para luego fundar el Movimiento Libertad y a ser candidato a la Presidencia de la República del Perú por el Frente Democrático en 1990. Considera el autor que, a pesar de haber sido derrotado en las urnas por el Ing. Alberto Kenya Fujimori, muchas de las ideas propuestas por él y sus colegas aún forman parte de la agenda política y social de los peruanos.

 

Finalmente, el autor cierra el prólogo de su libro diciendo que: “La doctrina liberal ha representado desde sus orígenes las formas más avanzadas de la cultura democrática y es la que ha hecho progresar más en las sociedades libres los derechos humanos, la libertad de expresión, los derechos de las minorías sexuales, religiosas y políticas, la defensa del medio ambiente y la participación del ciudadano común y corriente en la vida pública. En otras palabras, lo que más nos ha ido defendiendo de la inextinguible ‘llamada de la tribu’”. De este modo, el autor comunica a través de su obra – según sus propios dichos, autobiográfica – el inicio de su andar pausado pero firme por el camino de las ideas de la libertad, y cómo a través de los autores antes mencionados, logró comprender finalmente que ha sido siempre el liberalismo la verdadera llave para la evolución del individuo, y por consiguiente, de las sociedades que integra. Es mi más profundo deseo que quien lea estas líneas, y principalmente, quien estudie la brillante obra de Mario Vargas Llosa, pueda y sepa comprender este llamado a transitar el camino de la Libertad.

 

 

 

                                                                                                         Juan Antonio Alegre

                                                                                           Técnico en Dirección de Protocolo,

Organización de Eventos y Relaciones Públicas

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