Por: Marcos Graef (*)
La situación es la siguiente: me encontraba sentado en el sillón, viendo la televisión, cosa rara en mí, el día de las elecciones legislativas en el país, hace nada, dos días, extrañamente estaba en uno de los canales más oficialistas que se puede encontrar dentro de la grilla. Sorprendentemente, tras el resultado de las elecciones, no se les ocurrió mejor idea que empezar a hablar de pobreza y desigualdad, y algo que me llamó poderosamente la atención fue una mención a la relación, disparatada, entre desigualdad y delincuencia, ellos lo llamaron inseguridad, la verdad el nombre me da igual, lo importante es que se entienda lo que hay detrás de esta burda relación.
Por partes, primeramente, su notable preocupación por la desigualdad es interesante, y cabe preguntarnos entonces, ¿igualdad en qué? ¿Económica, legal, social, educativa? A la igualdad se puede, teóricamente, llegar en miles de aspectos de la vida, ¿se quiere que todos ganen lo mismo? ¿Cómo? Mi respuesta más cercana es que consideran que desde el Estado se pueden modificar los salarios para “igualar” la balanza, cosa que no es posible, tengo entendido entonces que no comprenden que dichos salarios dependen de la productividad, un claro ejemplo es la teoría errónea del salario mínimo que se lleva a cabo en el mundo. Reitero ¿Igualdad en qué?, si es gracias a la división social del trabajo que nos hemos dado cuenta de que todos, y gracias a ello surge la sociedad como tal, poseemos talentos diferentes, gustos y afinidades por áreas diferentes. ¿Igualdad en qué?, la diversidad en estudios, las especializaciones diversas en áreas del conocimiento, da cuenta misma de que no todos poseen las mismas aficiones y las mismas metas.
Entonces, hasta aquí encontramos que: no todos poseemos los mismos gustos, aficiones, devoción por las mismas cosas y objetivos, inclusive hay individuos mucho más creativos que otros, capaces de desarrollar mejor la función empresarial, por lo mismo no todos van a lograr los mismos objetivos por los mismos medios, cuando se habla de “atacar la desigualdad” se habla de modificar el final del proceso de producción de riqueza, no el principio, siempre se habla de “igualar los salarios” pero jamás se preguntan los igualitaristas qué los llevó a ser desiguales primeramente, ¿fue la capacidad creativa? ¿Fueron los gustos y aficiones? ¿Fue la productividad? No están seguros, no saben qué llevó a los individuos a ser desiguales económicamente pero están seguros que pueden igualarlos.
La igualdad o también la “justicia social” como se la conoce en el país, en palabras de Krause y Benegas Lynch, es “repartir injusta y coactivamente lo que el mercado, es decir los individuos en libertad de necesidades y asociación, ya repartió de manera justa debido a la capacidad de cada individuo de atender las necesidades de su prójimo”.
Es decir, en la búsqueda de la igualdad inlograble, no solo se atenta contra la libertad individual, sino que a mayores se atenta contra la función empresarial y la productividad individual.
Incluso Michaels reconoce que dentro de la misma democracia y los partidos políticos, existe una elite, una oligarquía como lo denominaría el, que es dominante y genera una desigualdad no solo dentro de los mismos partidos, sino que también por fuera, debido a que hay partidos que reciben más aportes económicos del Estado que otros, es decir, hay una minoría que maneja mucha plata dentro de la política y hay una mayoría que posee escasos o pocos recursos, no sucede solo aquí, aunque este país sea el mejor ejemplo de ello.
La escuela austríaca posee una respuesta a este dilema, se llama ley de preferencia temporal, básicamente y para que lo pueda entender cualquier persona que lea este escrito, es que hay individuos que prefieren bienes en distintas etapas, y hay individuos que, en pos de alcanzar a futuro un bien de más valor, posponen la consecución de determinados fines, como el consumo. En criollo, que la ley de preferencia temporal condiciona incluso el ahorro y el consumo en un individuo, y por lo mismo, influye en el proceso de ahorro de capital, entendiendo que hay individuos que son más ahorrativos que otros e individuos que en pos de una satisfacción más cercana en el tiempo, gastan y consumen hasta dilapidar su riqueza, téngase presente el ejemplo de famosos futbolistas que por su gusto por la vida nocturna, la bebida y la vida extravagante, terminan en bancarrota luego de amasar importantes cantidades de dinero. Entonces, en base a entender que hay personas que son más propensas a cuidar y administrar mejor el dinero que otras, es entendible que la desigualdad se haga potable, lo cual no es malo, es solamente que el consumo y el ahorro también determinan una parte de la desigualdad. Parte la cual es muy difícil de manipular porque ya depende de cada individuo.
¿Quieren hacer a todos iguales?, vean Venezuela, la pobreza alcanzó el 95% de la población según estudios recientes, es decir, están todos sumidos en la misma pobreza, todos comen la misma cantidad escasa de comida, todos necesitan la misma cantidad ABSURDA de dinero para comprar un kilo de pan. Esto tiene que quedar claro, la desigualdad no es más que una excusa que encuentran los gobiernos del mundo para violentar los derechos naturales, atentar contra la propiedad privada y la generación de riqueza, todo lo cual se transmite en lo que realmente debería preocupar, la pobreza, no debería preocupar que dos individuos lleguen a fin de mes, quizás uno con más capacidad de ahorro que el otro, debería preocupar que uno de los dos individuos no lo haga.
La única igualdad, no solo tacita, sino posible y más importante deseable, es mediante el mercado, donde cada persona, y a través del intercambio voluntario y libre, y la más completa satisfacción posible de sus necesidades por un lado, con la obtención de una paga o recompensa por dicha satisfacción de dichas necesidades por el otro, quedan igual de satisfechos y felices sin necesidad de intervención coactiva de ningún tipo.
(*) Marcos Graef
Estudiante de Ciencias Políticas en el ISARM, Posadas, Misiones.