Nuestra sociedad y sus Robertos

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Por Gonzales Silvia.

Se habla mucho del “día mundial contra el trabajo infantil”, pero ¿Qué entendemos? ¿Qué hacemos los adultos para dar la vuelta a esta realidad? O ¿Lo que se hace da resultados?

Mas de 150 millones de niños en el mundo son “explotados laboralmente”, muchas veces por necesidad e ignorancia de sus familias, y que feo suena esta frase, pero no nos damos cuenta lo que tal cosa significa ¿Sabemos que estos niños sufren consecuencias negativas en su desarrollo cognitivo, emocional y social? ¿Qué afecta su calidad de vida y su salud mental al largo plazo? ¿Qué incluso son mucho mas vulnerables a impactos físicos producto del trabajo y que sufren en promedio mas accidentes laborales que el adulto? La clave al final es la disminución de la pobreza.

Como docente he conocido niños en situación de pobreza con padres dedicados a ellos pero ignorantes en los distintos tipos de situaciones, y me remito a un niño en particular, Roberto; Roberto era un niño que con 12 años seguía aun en 2° grado de la escuela primaria, supuestamente lo pasaron al tercer grado que me tocaba enseñar pues recibiría apoyo especial, ya que en el mismo grupo habían mezclados niños con autismo, deficiencia de atención, niños con sobreedad y niños “normales”, que a propósito si nos ponemos a pensar, no se bien a qué llamaríamos “normal”, cuando recibí el curso y la maestra de segundo grado me dio sus antecedentes, solo dijo por este alumno: “es un bruto”, “no le da la cabeza”, yo pensaba ¿A quién? ¿A quién no le da la cabeza, al niño o al adulto? Con adultos así sí que nuestro futuro estará perdido o mínimamente en problemas. Hoy reflexiono y digo: Qué tan importantes somos los docentes en la vida de un niño. Por supuesto que estos docentes, hubieron, hay y habrán, en la medida que no descubran o descubramos que así como podemos influir en sus vidas de forma positiva, el impacto negativos que podríamos causar en ese niño es aún más grande.

Roberto llegó a mi tercer grado, a un grado catalogado como especial, un grupo con quienes, dicho sea de paso, recorrí hasta sexto y que fue de ese curso, del mismo curso que antes llamaron especial, del cual salió el abanderado de la escuela, cómo no sentirme orgullosa, y que si fue un curso especial. Durante esos 4 años, esos 15 niños compartían sus mañanas en un mismo lugar con sus muchas diferencias, pero sin grandes conflictos, comprendiendo con empatía al otro, apoyándose en el día a día y en sus tareas, vaya que para mí fueron especiales.

En fin, continuando con Roberto, él, en este grupo, compartía espacios con niños de hasta 4 años menos, allí aprendió a leer y a escribir, en tercer año y con 12 años, aprendió también a jugar, a participar de actos escolares, llegó a ser congresal un 9 de julio y a bailar el carnavalito con lo que eso también implica, pantalón media pierna, poncho y gorro con orejeras, en pocas palabras, aprendió a tener confianza. Roberto aprendió que no debería esconderse ni sentir vergüenza, que él era importante y podría ser tan bueno o mejor que cualquiera, con solo proponérselo. En esa etapa perdió a su mama y a una hermanita menor, victimas de tuberculosis, en pleno 2015, la escuela y los docentes apoyamos a su familia en esta situación, económica y afectivamente, salieron adelante y Roberto, terminó la primaria a los 16 años de edad, finalmente la terminó.

No se pudo lograr que continúe la secundaria, por la necesidad de trabajar y el poco estímulo recibido en su casa, compuesta de tres hermanos mayores y dos hermanas menores, entre ellas una con capacidades diferentes; pero si de algo estoy segura es que Roberto es una persona honesta, no es un delincuente, y su familia mejoró su calidad de vida. Todos crecieron y pudieron trabajar, aunque es cierto que con corta educación es probable que sus oportunidades laborales sean menores y sus salarios mas bajos. Todo es resultado de aquella familia insertada en la pobreza y en la ignorancia, palabra que suena agresiva pero que es la realidad en muchísimos casos, una familia donde todos debían ir a trabajar, tanto padres como hijos, y que debían hacerlo desde muy pequeños, donde existió la desnutrición, el bajo nivel educativo en los padres, entre tantas otras cosas que contribuyen a llevar a los niños al trabajo, privándoles de su infancia, poniendo en riesgo su bienestar integral y su desarrollo moral.

Hoy debemos tener en mente que todos podemos ser responsables de esta situación, y que como adultos debemos saber que estos niños son el futuro, y que desde cualquier lugar que ocupemos, tenemos la tarea de promover su crecimiento, su salud y su serenidad, nadie puede robarles la infancia, lo único que debe trabajar es su imaginación, y si se cansan que solo sea de jugar. Los docentes debemos ser conscientes que muchas veces los niños son niños solo en la escuela, y es por esto justamente que necesitamos entender que el rol que cumplimos es muy importante en su educación y en su formación, y frente a las familias, señalarles que en ningún lugar está escrito que quien “nace pobre, debe morir pobre”, o que “si los padres fueron pobres los hijos deben ser pobres”, deben saber que pueden ser capaces de cambiar su propio futuro con proponérselo y que sus hijos necesitan el aliento y la confianza en que eso sí puede suceder.

Toda la sociedad en cierto modo es responsable si alguien fracasa, seguro no tuvo a nadie que les diga ¡Adelante, vos podes! En vez de eso, al contrario, se discrimina. Que bueno que como seres sociales que somos, entendamos que una sociedad puede salir adelante con apoyo, y que cada uno es importante y cumple un rol importante para los demás.

 

Gonzales Silvia Noemi.
Docente de escuela primaria doble turno, de escuela pública hace 20 años y de gestión privada hace 17.

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