Por Ezequiel García Gorostegui
Con la situación coyuntural actual, el gobierno implementa una serie de medidas que atentan contra la libertad individual en pos de cuidarnos del coronavirus, de brindarnos ese servicio esencial de protección que los ciudadanos le encomendamos al Estado.
Mucho se discute si el accionar del mismo es correcto o exagerado. Por un lado, está la necesidad de la gente de sentirse a salvo de un virus cuya cura aún está en investigación. Por otro lado, está la idea de que este microorganismo no es la gran cosa, es una gripe más, que tomando las precauciones necesarias se debería evitar el contagio y, por lo tanto, se puede hacer vida normal. También están presentes los medios de comunicación, que durante las 24 horas le dan cobertura completa al tema, algunos difundiendo más temor que información.
En fin, dos posturas principales con puntos intermedios y muchos canales de televisión actualizando cifras de distintos países del mundo, y al mismo tiempo, bombardeando información a favor y en contra sobre el tema. Mientras tanto, el gobierno maniobrando entre una difícil situación económica, por no decir catastrófica, y el riesgo de propagación de una pandemia ya en las puertas del país.
Ante este escenario se cerraron fronteras, se cancelaron vuelos, se emitió dinero para créditos con distintos destinos, se decretó cuarentena obligatoria hasta fin de mes, todo con el fin de que nuestro sistema de salud no colapse y de disminuir la propagación del virus… Y parece que esto es solo el comienzo.
Veo que los hechos se desarrollan rápidamente y que una gran mayoría está de acuerdo, pero nos está faltando un stop, un reinicio con la cabeza más fría, y por, sobre todo, necesitamos analizar el problema más a fondo y no centrarse únicamente en el ahora. Las medidas impulsadas por miedo podrán parecer acertadas a corto plazo, se busca prevenir, y puedo entender la buena voluntad que conlleva a la gente a apoyar dichas decisiones, sin embargo, no nos sirve de nada esquivar un pozo si caeremos en el siguiente.
Por lo tanto, no se deben dejar para después las cuestiones económicas. Las pymes venían azotadas por la crisis que atraviesa el país y las medidas impuestas las lastimarán aún más, de hecho, ya se está sintiendo la parálisis de la actividad económica. Estoy seguro que en el gobierno tienen esto en cuenta, pero ¿La gente que pide al Estado mayor acción y está dispuesta a más recorte de libertades tendrá en cuenta lo que viene después? Pienso que aquellos preocupados por el coronavirus subestiman las consecuencias venideras, creen que todo seguirá igual, pero la verdad es que se está acelerando y ahondando la crisis.
El mercado siempre tiene una solución y la historia es testigo de eso; por eso estoy convencido que el sector privado, y no el gobierno, encontrará una cura. Y también estoy convencido de que el gobierno intentará quedarse con los laureles.
No me alarma el coronavirus sino el futuro que nos espera, y me preocupa que la gente haga foco en el presente como si el porvenir es algo lejano y de sencilla solución. Me deja intranquilo que la sociedad acepte mansamente ceder las libertades individuales, por las razones mencionadas en los primeros párrafos, por un lapso que dicen que será de catorce días, cuando no hay garantías de que no se extienda el período de cuarentena obligatoria.
En definitiva, caemos en un debate largo e inconcluso por la cantidad de aristas que posee: libertad o seguridad, seguridad o libertad. Un conflicto de derechos con trazos de economía latentes y un virus sin cura hasta el momento, pero no mortal que me inclinan la balanza del lado de las libertades por encima de la seguridad.
Ezequiel García Gorostegui
Coordinador del equipo de prensa y difusión
del Club de la Libertad
Estudiante de ingeniería civil