Por Santiago Maffuche
Es curioso y paradójico el hecho de que se haya revolucionado, por las mismas bocas que tienen de referente al que espeta el eslogan de que “la religión es el opio del pueblo”, la idea de que Jesús fue el “primer socialista”. Se tergiversa y se dice, como veremos, que poseía una aversión a los ricos obligándoles a que estos repartan su capital a los desfavorecidos, para darle sentido a esa premisa. Dicho ya sea de paso, la pobreza en aquel tiempo persistía por doquier, debido a que no gozaban de un sistema social como el capitalismo, todo lo contrario a lo que sucede actualmente.
La idea es justamente desvirtuar esa tesis a raíz de los textos pertenecientes a la biblia, específicamente cuando interviene el protagonista del Nuevo Testamento con sus dichos y parábolas; la misión es evidenciar lo incoherente de asignarle un juicio socialista. La pretensión de deducir los ideales políticos que contuvo Jesús no es una actividad fácil ya que, ciertamente, sus postulados están basados en un ámbito que nada tiene que ver con la política; no obstante, trataré de ser lo más exhaustivo y exacto posible al tema sobre el cual me decidí convocar. Cabe una salvedad más, voy a sustraer los versículos que me competen para el presente artículo, no supervisaré, de ninguna forma, un discurso pastoricio para que aquellos que no se encuentren adeptos a alguna religión que esté relacionada con Jesús de Nazaret, se afilie; este no es el objeto del artículo.
Por descontado, cabe en un primer momento definir primero qué es el socialismo. Para ello es preciso parafrasear el prólogo de la sexta edición en español del libro de Ludwing von Mises, Liberalismus (1927), cuya autoría es de León Barbero (2005). Allí pone de manifiesto que el socialismo “[…] es lo opuesto a individualismo. Es el esfuerzo por eliminar las diferencias económicas entre los hombres designando al gobierno como árbitro ecuánime […]”. Se basa, en términos técnicos, en la propiedad colectiva de los medios de producción, por consiguiente, su efecto inmediato e inexorable es abolir la propiedad privada, cuyo defensor de esta es por excelencia el modelo capitalista. El Estado se vuelve partícipe y regulador de la vida de los individuos coactivamente en un sistema social socialista en, sino en todos, la mayoría de los ámbitos.
Elaborando un esbozo en lo que respecta a la definición de socialismo, pasemos a abarcar a los versículos que corroboran los dichos que en su aventurero curso vital Jesús ejecutó, para así, comprobar que efectivamente no era socialista.
Lo primero que se tergiversa es que el hijo de Dios, tenía una suerte de relevante odio a los ricos. El ejemplo al cual se recurre para sostener esto es el hecho que ocurre en Mateo 19, donde Jesús tiene un intercambio de palabras con un muchacho, el cual estaba posicionado en una reducida clase social adinerada. Al finalizar el diálogo, este se fue triste ya que escuchó de la boca del hijo unigénito: “[…] si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres y, tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.” La sapiencia que se le otorga a Jesús Cristo nos deja en claro que él, de antemano, sabía que en el corazón del joven persistía una supremacía en el amor al dinero ante que a Dios. Es decir, no tuvo una obsesiva objeción en la acumulación de la riqueza, sino en el amor que se abocaba a la misma. Es inadmisible esa predominancia, esto se entiende por un mandamiento que expresa que “amarás a Dios por sobre todas las cosas”. Por otro lado, de ninguna forma, estaba haciendo alusión a un poder estatal que de manera coercitiva absorba la riqueza del joven para que redistribuya, sino que es tarea voluntaria del joven tener que donarla.
Líneas siguientes a este hecho, y esta es otra locución que se pone en favor de la premisa descrita en la introducción, está plasmado que “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. Siguiendo la línea deductiva del párrafo anterior, es evidente que se carece de una repulsión hacia los ricos, como se quiere afirmar; la explicación a esto es que al tener a disposición tanta riqueza, el corazón tiende a corromperse por los lujos efímeros que esta proporciona al individuo y, por eso, es que sea más arduo que un rico entre al paraíso; en la jerarquía de su mente pasa a ser más relevante lo material que lo espiritual. Lo dicho anteriormente se respalda con el versículo que se encuentra en 1 de Timoteo 6:10: “[…] porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”
Insistiendo en el mismo libro que desarrollé primero, es decir Mateo, pero ahora específicamente en el capítulo 5:17, Jesús reivindica y engrandece a los diez mandamientos al espetar: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”. De público conocimiento es que dos de ellos, concretamente el quinto y el último, hacen una clara alusión a la propiedad privada: “no robarás” y “no codiciarás los bienes ajenos”. Es decir, de suyo es sabido que no existirían los bienes ajenos, ni siquiera el tan depravado acto de sustraer los bienes de otros, de robar, si no se tendría en consideración la propiedad privada.
Me veo en la necesidad de presentar el que creo que es el ejemplo detractor por excelencia, se encuentra en Lucas 14:28, deja francamente la idea de que para construir (en este caso una torre) es necesario el cálculo económico. En otras palabras, calcular los gastos y así observar si convendría edificar. Como sabemos, el cálculo económico existe porque existe el mercado y el libre juego de bienes y servicios, con sus precios expresados en moneda; en un modelo ideal socialista, tal es el caso de la URSS, el cálculo es completamente inexistente al no existir el mercado ni los precios, haciendo imposible prever si una empresa será viable o no, y esto como efecto, es un caos culminante de prueba y error sin tener siquiera una mínima certeza de que la próxima empresa que se quiera llevar a cabo será la que triunfe. El cálculo no solo nos deja en claro la conveniencia o no de emprender la creación de una empresa, sino que también, para mayor eficiencia, controlar los pasos que se ejecutan en una.
Es posible la tarea de emplear más ejemplos que refuten la idea de la cual este escrito es la antítesis, como la parábola de los talentos (en el evangelio de Mateo, capítulo 25:14) que elabora Jesús, en la cual se redacta que, en la despedida de un hombre adinerado, se reúne con sus tres siervos para otorgarle talentos (monedas), de los cuales dos de ellos invierten y uno no lo hace. Al volver el dador de talentos, felicita a los que invirtieron su renta inicial y por ende la multiplicaron, mientras que al que no lo hizo, se lo castiga. Esto coincide con lo que respecta al capitalismo: el individuo posee la certeza de que al incrementar su fuerza de trabajo será recompensado debido a la mayor calidad impuesta al bien o servicio ofrecido; el resultado de su trabajo es dependiente de la eficiencia que se aplique, por ende, inexorablemente va a tener un impulso para mejorar los resultados de su trabajo, que a su vez, mejora la vida de los consumidores. Esto es en otras palabras, beneficiar al que aplicó su máximo esfuerzo en la consecución de un objetivo. Este pensamiento también abarca otros ámbitos que no se relacionan solo con lo económico. Contrario a lo que pasa en el socialismo, puesto que, como afirma en “Liberalismo” el economista Mises, “[…]cada individuo tiende a pensar que en el fondo la responsabilidad de su propia prestación laboral es menor, porque si es cierto que le corresponde una parte del producto total del trabajo de todos, sin embargo, el monto total de este no disminuiría apreciablemente por la eventual disminución derivada de la indolencia de una sola persona. […]”, inexorablemente este juicio empieza a formar parte del colectivo y “[…] la productividad del trabajo de la comunidad socialista disminuye considerablemente.”
Aunque la temática de la biblia no sea de tinte político institucional, se puede absorber algunos pensamientos que se relacionen, debido a esto se ha procurado incentivar un ideal político a un relevante protagonista de la historia de la humanidad sin fundamentos, una etiqueta que no le cabe. Es inmensamente incoherente y se ve inconsistente con argumentos plasmados otorgar la visión de ser el “primer socialista” a Jesucristo. Su pensamiento, el cual nos provee La Biblia, como se demostró, se encuentra desprovisto de los postulados del socialismo, todo lo contrario, tiende al capitalismo, a saber, inversión, propiedad privada, cálculo económico y demás. Esta forma de organización social que tantos componentes benévolos le brindó a la sociedad con sus avances en un periodo corto de tiempo, en parangón con épocas anteriores.
Santiago Maffuche
Colaborador Equipo de Artículos
Fundación Club de la Libertad