El formato despectivo del neoliberalismo

Por Santiago Maffuche.

El uso del neologismo “neoliberalismo” comprende una connotación fuertemente negativa, ya que su razón de ser no va más allá que para desprestigiar o desvirtuar ciertas teorías económicas y políticas que muchas veces no tienen ninguna coincidencia entre sí. Sin embargo, no hay evidencia empírica, en tiempos que corren, de algún individuo que se proclame a sí mismo como “neoliberal”.  Se ha difamado tanto con el empleo de esta palabra en disertaciones, que es de público conocimiento, que al escucharla sabemos que el orador no hace alusión a un paquete de medidas con las cuales está de acuerdo, y quiere dejar en claro que poseen un ferviente impulso malévolo con un fiasco devastador para la sociedad.

 

Ha devenido una notable proliferación en el enunciado del vocablo en tiempos actuales, insertándose en la mayoría de los discursos políticos, generalmente de referentes izquierdistas, tanto así que su significado se volvió amplio y ambiguo (he aquí la causal de la carencia de seriedad académica del término). En su virtud inconsistente, la mayoría de las veces se la usa para referirse y denostar al liberalismo, como otras muchas, para criticar medidas de un capitalismo mal aplicado. Pretendo en este escrito esclarecer y demostrar la razón por la cual es ambiguo y careciente de severidad académica.

 

Al querer incursionar en el inicio, es decir, cuando se acuña por primera vez el concepto, se hace indispensable retomar agosto del año 1938, cuando un grupo de intelectuales llevaron a cabo una reunión privada, lo que se conoce como el Coloquio de Walter Lippman, para disputar una salida al entonces contexto de planificación estatista totalitario, que imperaba por la mayoría de los países en el mundo, y la crisis  económica y social que se le adjudicaba a los liberales, quedando estos como algunos de los responsables del declive. En la mencionada junta y de la mano de Alexander Rüstow, con adeptos como Wilhelm Röpke (estos dos pensadores son relevantes influyentes de la economía social de mercado) y el autor del libro “The Good society”, es decir, Walter Lippmann, se acuña el término “neoliberalismo” con el propósito de generar una modificación al liberalismo clásico, que consideraban que había fracasado, queriendo incentivar una “tercera vía” ante el socialismo soviético junto con el fascismo que impregnaban en la escena social y el liberalismo de Adam Smith.

 

Viendo el momento incipiente de la palabra, se puede apreciar que no se tenía en mente emplearlo con un tinte despectivo, como actualmente pasa, y también carece la idea de amalgamarlo al liberalismo, es más, pretendían modificar a este porque suponían que sus postulados, al ser puestos en escena, generaban crisis. Desde ya cabe mencionar que von Mises (presente en el coloquio) sostuvo rotundamente una objeción a estas ideas.

 

El objetivo que poseen exponentes que recurren al término enunciado en el título del artículo, es desprestigiar a todas las medidas gubernamentales que posean algunos rasgos capitalistas, con las cuales no están de acuerdo, o que perjudicaron a la economía de un país. Debido a este hecho, su promiscuo significado se ha ido ampliando cada vez más hasta perder rigor académico (si es que alguna vez lo tuvo). Solo basta con una condición para que se categorice a algún Gobierno como “neoliberal”. Claro ejemplo de esto es Argentina; como Carlos Saúl Menem privatizó algunas empresas, su gobierno es “neoliberal”. Sin embargo, Lenin, en el incipiente Gobierno totalizador de aquel entonces, propuso llevar a cabo las Nuevas Políticas Económicas (las cuales se conocen con las siglas NEP), en el cual dio cierta iniciativa al sector privado para que la economía empiece a funcionar, ya que el Estado, y esto es insistir en algo que todo el mundo institucional sabe, no genera riquezas, es por esto que tuvo que abrirse a cierto formato capitalista debido a que estaba fracasando la economía planificada por los burócratas, cosa que no es de gran misterio. Entonces, bajo la misma lógica se podría argumentar que Lenin, el déspota comunista, fue un “neoliberal”.

 

Una frívola y paradójica relación se efectúa, en otros casos, al identificar al liberalismo con este término tan variado del que venimos mencionando. Es decir, al catalogar a Gobiernos de “neoliberales” lo que se quiere es tratar de describir de forma peyorativa a los postulados del liberalismo. Así, llegan al punto tal de tildar a Hayek como el padre del “neoliberalismo”. Si nos remitimos a la evidencia empírica, sin ir más lejos, siguiendo en Argentina, a Macri se lo acusa como responsable de llevar cabo estas políticas. Tedioso se torna tener que refutar esa tesis, no obstante, es increíblemente fácil ya que no resiste al más mínimo análisis. Macri no redujo la presión tributaria, ni mucho menos el demencial tamaño del Estado, de manera contraria, efectivamente lo incrementó, la inflación era incontrolable aumentando masivamente, contrajo una inmensa deuda producto de no disminuir lo antes dicho, y, como frutilla de postre, en sus últimos días de presidente, se fue inaugurando un cepo cambiario restringiendo aún más las libertades individuales. Nada más lejos del liberalismo que el tibio gobierno de Macri.

 

Las disertaciones que emplean al “neoliberalismo” en su discurso para denostar al liberalismo, dejan en claro que persiste una franca y titánica desinformación acerca de los juicios que elaboran referentes liberales, puesto que, como mínimamente demostré, realizan una falsa comparación con Gobiernos que lejos de estar a la altura de cumplir estas reglas, atentan contra la libertad individual, y sin mencionar que cuando se acuña por primera vez la palabra proponían una vía diferente a la del liberalismo. Criticar a Gobiernos que llegan a tener unas pocas medidas capitalistas catalogándolos como “neoliberales” también es algo incoherente susceptible de ser usado de igual forma en la amplia mayoría de Gobiernos. Se hace de vital necesidad establecer un análisis más exhaustivo si lo que queremos es poner una etiqueta, hecho contrario, lo que se llega a concretar, claro ejemplo de esto es el neologismo protagonista de este artículo, es la existencia de un término careciente de rigor dispuesto a designar cualquier grupo gubernamental que no sea de nuestro agrado. Es por esto que el formato despectivo del “neoliberalismo” se encuentra desprovisto de una significación coherente y rigurosa.

 

Santiago Maffuche

Colaborador Equipo de Artículos

Fundación Club de la Libertad

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