Por: Fernando Cubilla (*)
Nos encontramos en el Día Internacional de la Mujer, y lejos de acercarme al discurso y campo de lo que hoy día es considerado como políticamente correcto, me gustaría felicitar y agradecer a todas y cada una de ellas, quienes, con su amor, delicadeza y ternura, pero también firmeza, perseverancia y responsabilidad, complementan al hombre. Qué sería de nosotros sin tan bellos y admirables seres humanos. Si se me permite, doy gracias a Dios por tan maravillosa creación.
Lastimosamente, no todo es campo verde y flores de colores. El ya conocido 8 de marzo cuenta una historia de lucha y sacrificio del sexo femenino para conquistar derechos de los cuales, en su momento, no gozaban. Hoy en día, gracias a las luchas ciudadanas de distintos tiempos y lugares, hombres y mujeres gozan de la igualdad de derechos en occidente, principio con el cual absolutamente nadie debería tener recelo alguno.
Sin embargo, hay ciertos derechos que siguen siendo violados, tanto de hombres como de mujeres, pero estas últimas son, por diferencias devenidas de la ley natural y contrario a lo que dicen algunos sectores de presión social, más vulnerables a ciertos tipos de comportamientos antisociales.
Como dije hartas veces, y sin cansancio lo voy a seguir repitiendo, la idea de este ensayo no es comulgar con el discurso totalitario del feminismo hoy en día imperante, sino todo lo contrario; pero esto no significa que debamos negar la realidad, y es que muchas mujeres son violentadas por parte de ciertos hombres que, en mi opinión, no merecen compasión alguna por parte del Estado, ya que este debe encargarse de velar por el orden y la paz social, como nos lo diría Ludwig von Mises.
Un avance para lograr la solución a esta problemática puede ser revisar las legislaciones de nuestros respectivos países, Estados, provincias, etc. y militar por leyes más realistas y efectivas.
En nada ayuda algún panfleto diciendo que hombres y mujeres somos iguales y negando una realidad tan básica como las distinciones biológicas si posteriormente procede a victimizar a la mujer, así como tampoco serviría si el caso se diese a la inversa. Por el contrario, revisar y reforzar las regulaciones sobre la legitima defensa con todo lo que esto implique, desde aclarar los significados de ciertas lagunas jurídicas hasta permitir, por ejemplo, la liberalización de las armas para su uso legítimo de la gente de bien -en este caso de las mujeres de bien- puede ser un gran paso para lograr la tan deseada baja en la tasa de “femicidios” o “feminicidios” que existe en nuestros países. Otro medio importante podría ser la reforma de nuestras legislaciones y sistemas penitenciarios, donde, a diferencia de lo que todos creen, una gran cantidad de veces el verdadero beneficiado es el delincuente, ya que en nombre de los mal llamados derechos humanos, estos reciben piedad por parte de la justicia, más no por parte de sus colegas que se encuentran ahí encerrados, incentivando esto a que, posteriormente a su salida y “reinserción en la sociedad”, sigan cometiendo los crímenes que en un inicio causaron su enjuiciamiento, y hasta se comporten peor.
No quiero, tampoco, decir que las penas más duras y la libre portación son las soluciones mágicas a la problemática de la violencia contra la mujer, pero una cosa es indudable, y es que son algunos de los muchos medios idóneos para llegar a ese fin tan anhelado.
Está claro que la mal llamada violencia de género no es lo mismo para hombres y para mujeres ya que el concepto es utilizado de manera unidireccional para salvaguardar derechos de unos y atacar los de otros, pero, además, los casos de violencia de hombres contra mujeres son, claramente, cuantitativamente mayores a los casos contrarios, y como dije previamente, en la mayoría de casos, son más atroces, debido a las diferencias biológicas existentes.
Esto no hace más que llamarnos de manera urgente a preguntarnos lo siguiente: ¿por qué los casos siguen aumentando a medida que pasan los años? ¿Será que el feminismo de hoy día, mediante una astucia admirable y una estrategia mentirosa aberrante, busca fracasar para seguir alimentando su causa? Las respuestas no se las voy a dar yo, ya que estoy muy lejos de ser el dueño de la verdad absoluta, pero les dejo la incógnita y los planteamientos ya señalados para que reflexionemos juntos -hombres y mujeres, mujeres y hombres- sobre las causas de la violencia contra la mujer y las posibles formas de solucionar la inseguridad que sufren las mujeres.
Mujeres, tengan siempre en mente que no necesitan de un colectivo que las represente, cada una es original a su manera, y no hay mayor empoderamiento que encontrar, mediante los proyectos individuales, su forma preferida de vivir la vida acorde a sus ideales, valores y objetivos.
Recuerden que estamos todos juntos, los honrados, en este noble proyecto de conseguir una sociedad cada vez más tolerante y justa, en la cual se respeten los derechos individuales y prime, de una vez por todas, la igualdad ante la ley. Una vez más, feliz día y un abrazo a todas.
(*) Fernando Cubilla
Estudiante de Derecho
Coordinador Local de Estudiantes por la Libertad Paraguay