Erasmo de Rotterdam: la estulticia y el humanismo.

“Sólo pido que alguien quiera entender lo que he escrito, alguien honesto y abierto, que esté dispuesto a comprender sin prejuicios que le lleven a una falsa interpretación”

Erasmo de Rotterdam

Erasmo de Rotterdam (1466-1536) y el humanismo son sinónimos muy evidentes en la actualidad como también es clara la vuelta a las fuentes clásicas con dicho filósofo, lo que supuso su irrupción en el panorama cultural de la época.  Fue un filósofo y escritor de su tiempo que supo separar eficientemente a la forma y al fondo.

El humanismo surgió como movimiento intelectual en Europa durante el siglo XV y reconoce valores, como el prestigio, el éxito empresarial y social, que eran criticados por la moral cristiana e incluso “considerados como pecados”. Se basa en la integración de los valores humanos a diferencia de las doctrinas religiosas donde se hace al hombre objeto de fe y a la Iglesia objeto de culto. En los valores humanos que pregona la Iglesia, Dios es el centro de todas las cosas; sin embargo, y a diferencia, el humanismo busca la trascendencia del ser humano como especie. Se trata de una doctrina antropocéntrica, donde el hombre es la medida de todas las cosas. La sociedad, por tanto, debe desarrollarse a partir del progreso del ser humano para alcanzar un mayor bienestar. Avala a un comportamiento o una actitud que exalta al género humano.

Caracterizado por la independencia de pensamiento, Erasmo se enfrentó con cualquier tipo de postura que coartara el proceder libertario, siendo los excesos y el dogmatismo católico uno de sus principales referentes críticos, hecho que provocó que su imagen fuese precursora de la Reforma de Martín Lutero. Su independencia intelectual y espíritu crítico indujeron a que también mantuviese múltiples disensos con los reformistas luteranos por la forma radical de la actuación de los mismos.

La más famosa de las obras de Erasmo tiene el nombre griego de Morías Encomion, o Encomio de la moría. A su vez, el texto en latín lleva por título Stultitiae Laus, el cual ha sido traducido como Elogio de la Locura. El término «moría» puede ser también entendido como necedad, tontería, insensatez, estulticia o locura. Erasmo no alude a la locura que es propia de un estado mental trastornado o que viene acompañada de una alteración psíquica grave, a lo cual le convendría más la expresión latina insania, la cual se asocia a falta de cordura e incapacidad fisiológica para lograrla; por el contrario, la locura en la que se centra Erasmo está vinculada a la insensatez.

Para muchos, las obras de Erasmo se reducen a ésta en especial, la cual fue dedicada a su mejor amigo Tomás Moro. No apreciar el resto de su obra es una injusticia tal como también sería una pérdida para el hombre de hoy en lo que hace al conocimiento de las verdaderas bases del humanismo del siglo XV al XVI.

En Elogio de la locura la sátira adquiere naturaleza de crítica social. En efecto, es también el Elogio una forma de rendir sincero homenaje a los clásicos, tan precisos en utilizar al arte de la ironía con el de la crítica. El libro, publicado cuando Erasmo ya era un pensador conocido y respetado, logra su propósito: su publicación escandalizó tanto por su tono como por su contenido, ya que incluye, escondido en una brillante frivolidad, una condena de los vicios de aquellos situados en los lugares más altos de la cima social.

Erasmo destaca su capacidad para la creación irónica en una ingeniosa y sarcástica manifestación con el valor de la insensatez y la estupidez como fundamento vital para el desenvolvimiento humano en un contexto marcado por la rigidez de pensamiento y la severidad en las costumbres. Es un libro narrado en primera persona por la propia locura o necedad, en este caso asume el rol de una mujer, quien analiza con tono afable, irónico e íntimo con el lector, el comportamiento del hombre, su contexto y los bienes que reporta su presencia constante a lo largo de su existencia, incluyendo objeciones contra las instituciones del momento, en especial las religiosas, alejadas de los valores fundamentales del cristianismo primigenio que Erasmo defendía como cristiano.

Hasta cierto punto es una especie de espejo de la sociedad en la que vivió, un texto que mantiene su vigencia en la actualidad por sus coincidencias con nuestra época. La Locura es, en este libro, un personaje central, protagonista y guía en el llamado a reflexión al que invita el texto. El mundo es representado como un teatro en el que las personas actúan y son a la vez espectadores de las actuaciones de los demás. Se cuestiona la veracidad de los discursos, la gentileza de las relaciones, la profundidad de las devociones, la intelectualidad de los religiosos, la congruencia de los maridos y esposas, la moral de los dirigentes y reyes, la valía de los libros y las obras intelectuales, el contenido del arte popular y varios tópicos más.

Incluso aquellos que están fuera del círculo de Erasmo, principalmente los generadores de guerras y encuentros belicosos, son referidos por la Locura en sus señalamientos; de tal modo, “no pudiendo detener a los responsables de la violencia, los alcanza con la única arma que le queda, la ironía”. La intención de sus páginas es evidentemente didáctica y representa una profunda y accesible crítica social.

Para Erasmo tanto los burgueses como los prelados están atrapados en la necedad. Y de ella ni siquiera puede escapar el vulgo. Pero ser presa de la necedad es la garantía de esa felicidad mundana, estéril y superficial, que Erasmo condena irónicamente. Se puede vivir en la realidad o en las apariencias, y no cabe duda alguna de que es más cómodo o más placentero, y en ocasiones más lucrativo, lo segundo que lo primero. La pregunta es si resulta más humano y honesto adoptar este estilo de vida.

¿Cuál fue la intención de Erasmo con esta obra? Ningún intérprete podría afirmarlo con certeza, sin embargo, no estaría de más pensar que a veces la ironía se convierte en un arma bastante eficaz. Tal vez la alusión a la locura o a la necedad esconda una enmienda a la escolástica, de la que el pensador no gustaba especialmente.

El Elogio anuncia la llegada de una edad que, pese a apelar a la razón, conduciría a muchas paradojas. Esto supone en ocasiones que necesitamos ver con los ojos de la perspectiva histórica. Cualquiera sea el caso ¿no sería legítimo ver en este elogio una alabanza de la función social y política de la ironía? Erasmo, al cabo de los siglos, sigue dando que pensar.

 

Paola Dos Santos

Coordinadora del ciclo de Lecturas

Club de la Libertad

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