Frédéric Bastiat: Un economista con visión de 360°

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Por Paola Dos Santos.

“Heme aquí desacreditado ante todos por siempre, acusando recibo de que soy un hombre sin corazón y sin entrañas, un filósofo seco, un individualista, un burgués y, para decirlo todo, en una palabra, un economista de la escuela inglesa o estadounidense”

El Estado, Fréderic Bastiat (1801 -1850), composición aparecida en el Diario Debates el 25 de noviembre de 1948.

En los últimos tiempos el papel del economista en el mundo ha tomado impulso con la notoriedad de sus planteamientos sobre las soluciones más efectivas para los diferentes escenarios coyunturales que vive cada nación y en cuanto a la gobernanza mundial en sí.

Estos economistas muchas veces son vistos como amigos y también como enemigos de la sociedad, por el poder que han adquirido en las políticas públicas con el fin de influir en las decisiones estatales, lo cual ha ido en auge a través del tiempo.

La historia nos ha dado a conocer diferentes tipos de economistas, pero existió uno con una visión de 360°, conocido como Claude Frédéric Bastiat, nacido un 30 de junio de 1801. Bastiat fue un economista francés, legislador, escritor y defensor acérrimo de la propiedad privada, el libre mercado y el gobierno limitado. Durante su juventud se inclinó con mucho afán hacia las obras literarias de Adam Smith, Jean-Baptiste Say, Charles Comte, entre otros, y a los 19 años se inicia en los círculos francmasónicos de Bayona, su ciudad natal. Un verdadero maestro que supo llevar en alto a los ideales de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.

Quizás el principal tema que acapara sus escritos fue el del libre mercado y la manera en que éste constituía inherentemente una fuente de «armonía económica» entre los individuos, en la medida en que el gobierno estuviera restringido a la función de proteger la vida, libertad y propiedad del ciudadano del robo o la agresión, tal como lo quiso explicar Adam Smith con la apología a la “mano invisible”. Para Bastiat, la coerción gubernamental era legítima solo cuando servía «para garantizar la seguridad de la persona, su libertad y sus derechos de propiedad (“no es el derecho DE propiedad lo que se protege, sino el derecho A LA propiedad”), para hacer que la justicia reine, sobre todo. Así fue como en el siglo XIX, específicamente en 1844, sus obras comienzan a tomar notoriedad en Francia para luego tener eco en Inglaterra y en Estados Unidos.

Bastiat fue tanto activista como escritor. En 1846 organizó la Asociación de Comercio Francesa en Burdeos, antes de trasladarse a París donde organizó la lucha por el libre comercio en escala nacional. Sirvió como secretario general y editor del semanario Le Libre Échange (El Libre Comercio).

En 1815 un grupo de jóvenes economistas quienes estaban muy inspirados por las ideas de Jean-Baptiste Say organizaron en París la Sociedad de Economía Política, de la cual años más tarde formó parte Bastiat a fin de aportar sus ideas liberales a través de varios tratados académicos y de esta forma lograr influir en la situación política y social de la Francia de ese entonces.

Durante la revolución francesa de 1848, aquella insurrección popular que tuvo lugar en París   obligó al Rey Felipe I de Francia a abdicar ya que el pueblo francés se encontraba disgustado con la corrupción monárquica que favorecía intereses especiales. En el escenario de discordia que siguió, los esquemas socialistas y otros utópicos ganaron muchos adherentes. Para combatir estas ideas, Bastiat, quien en ese entonces ya se encontraba enfermo de tuberculosis, ganó una silla en la Asamblea Nacional de Landes.

Su relación de amistad con el poeta Alphonse de Lamartine había hecho que el futuro líder de la Segunda República tuviera arraigada una mínima noción de libre comercio en sus ideales. Pero cuando este comenzó a dar pie a programas intervencionistas, Bastiat se le opuso públicamente sin mediar palabras. Un verdadero profesional conoce perfectamente el momento en que debe separar la amistad del trabajo, demostrando Bastiat con esto el respeto a la ética y a sus principios. El nepotismo no formaba parte de su vida y menos aún de sus ideales.

En la asamblea, Bastiat luchó contra socialistas y comunistas, por una parte, y contra los monárquicos absolutistas, proteccionistas y militaristas, por la otra. Mientras su salud empeoraba, continuaba valientemente rechazando el bombardeo de ataques a las libertades civiles y económicas a las que se dedicó a defender durante su corta vida como activista liberal.

Mientras Bastiat se encontraba aportando fuerzas para la construcción de la opinión económica en Francia, Karl Marx escribía “El Capital”, y su noción socialista sobre la «lucha de clases», en la cual explicaba que las ganancias económicas de los capitalistas necesariamente surgían a expensas de la explotación al trabajo obrero por parte de los propietarios del capital y las mismas estaban ganando gran popularidad entre sus adherentes.

El Capital de Marx se publica en el año 1867 pero las “Armonías Económicas” del adelantado Bastiat explicaban ya en 1850 por qué lo opuesto a esa idea era verdad, debido a que los intereses de la humanidad son esencialmente armoniosos si pueden ser desarrollados en una sociedad libre en donde el gobierno limite sus responsabilidades a suprimir robos, asesinatos y grupos de intereses especiales que buscaban usar al Estado como medio de influencias y poderío contra los demás ciudadanos (como los diferentes colectivos y lo que hoy conocemos como el corporativismo empresarial), los cuales solo lograrían devastar la benevolencia de la libre y legal competencia en el mercado, concepto que luego Robert Nozick trae al escenario moderno del siglo XX buscando la justificación filosófica que conecte el puente entre un Estado ultra mínimo y mínimo.

Bastiat hizo una gran referencia a las falacias económicas y las expone de forma jocosa utilizando la dialéctica socrática como método didáctico. En su obra “Lo que se ve y lo que no se ve”, desarrolla conceptos acerca de la característica principal que diferencia a un buen de un mal economista. El afirma que el mal economista solo queda sujeto a todos los efectos visibles y con visión cortoplacista en los escenarios que analiza, por lo cual es incapaz de ver las consecuencias trágicas que se pueden dar a largo plazo debido a las malas decisiones tomadas en el presente, sin embargo, el buen economista, aparte de tener en cuenta los efectos en el corto plazo, también lleva en consideración todas aquellas consecuencias de decisiones económicas tomadas en el presente y la forma en que las mismas repercutirán a mediano y largo plazo, demostrando con ello una visión a futuro, a diferencia del primero. El buen economista debe ser capaz de ver incluso lo que los demás no pueden ver.

Bastiat se ocupó en sus obras de una cuestión bastante simple y que en la actualidad ha cobrado una importancia trascendental: ¿Qué clase de economía promueve mejor al crecimiento humano? El autor se basa sobre dos hechos que han dado origen a las ciencias económicas: Las necesidades del hombre siempre serán ilimitadas y los recursos que disponemos, limitados. Esta dicotomía implica que en una sociedad libre en donde las personas puedan utilizar su propiedad como lo consideren conveniente, es la mejor de todas, ya que solo ese tipo de sociedad permite a los seres humanos reconciliar sus intereses y metas diversas a través del libre intercambio voluntario y contractual, y esto supone una división del trabajo que permite a cada uno prosperar en un nivel que no ocurriría si esa persona realizara todo el trabajo solo. He aquí la importancia que radica en la especialización para la obtención del valor agregado, lo que hoy llamamos “calidad”.

Para mantener esta prosperidad, Bastiat enfatiza que la intervención del gobierno en el sistema de libre intercambio, sin importar qué tan bien intencionada sea, tiene efectos perversos y demoledores para la sociedad.

Para entender esto completamente, debemos ver más allá de los efectos inmediatos a las consecuencias secundarias, «invisibles». Solo si lo hacemos así, podemos estar seguros de que la política del gobierno no se convierte en una “expoliación legal”, término aparecido en su grandiosa obra “La Ley” (1849), que se traduce en la legalidad del saqueo avalado por la misma ley como juez y parte, a través del derecho positivo, el cual muy al contrario a sus fines de creación, los cuales deberían garantizar la defensa de la personalidad, la propiedad y la libertad,  asume un rol colectivista coercitivo que busca la violación de estos tres pilares liberales, a través del saqueo de los frutos del trabajo de los individuos para dárselo a otros de forma no meritoria, y la acción se maquilla como un acto de fraternidad y caridad.

 

Bastiat explicaba que es imposible que exista fraternidad a expensas de la coacción y la destrucción de las libertades individuales. A partir de esta premisa, el derecho positivo pasa a ejercer su fuerza como tal destruyendo a las libertades reconocidas en la proclamación de los derechos humanos que habían comenzado a profundizarse ya en la escuela de Salamanca con Francisco de Vitoria, para luego pasar por la Revolución Gloriosa, la Revolución Estadounidense y por último la Revolución Francesa. Este derecho positivo, que ha dado nacimiento al posmodernismo, asume que los derechos humanos deben ser dictados por los legisladores y que no son inherentes a la naturaleza humana como lo explicó Bastiat en “La Ley”, y con esto se posiciona la fuerza colectiva en la legislación a fin de destruir los fines perseguidos por la fraternidad.

Bastiat se ha diferenciado de otros autores por la claridad de exposición lógica en los temas económicos. En la actualidad resulta bastante complejo que se logre aterrizar la explicación de economistas al entendimiento común de la gente y esto hace que se genere mucho desconcierto, confusión y desconfianza sobre los temas económicos que conllevan a crear falsas expectativas y engaños a fin de movilizar a la masa de votantes hacia la toma equivocada de decisiones en las urnas, a través de falsas promesas que descansan sobre la ignorancia en el manejo de la economía. Bien decía José Ingenieros: “Me gustan los libros que hablan como los hombres y no los hombres que hablan como libros”

¿Quién puede ser capaz de no ver el disparate de la propuesta de la petición de los fabricantes de velas? ¿Quién podría dejar de comprender de forma tan lógica el concepto económico de costo de oportunidad de proyectos cuando explica sobre la falacia del impuesto y el gasto público? ¿Y quién puede olvidar la formulación en una sociedad civilizada que ha podido satisfacer sus necesidades básicas para poder valorar realmente a las artes al punto de financiarlas con su propio dinero y de forma voluntaria? ¿Quién continuaría sin entender sobre la falsedad de la balanza comercial a diferencia de la balanza de pagos luego de la explicación magistral con el cuento del exportador de vino francés? ¿O sobre lo perverso del proteccionismo al comprender lo que el Cuento Chino quiere darnos a conocer? ¿Quién no disfrutaría de la competencia sobre la mejor definición de Estado que promueve Bastiat de forma jocosa y trayendo al contexto literario las esperanzas utópicas que los ciudadanos depositan en las manos rudas de este monstruo coercitivo? Éstas y otras gemas literarias constituyen el genio de Bastiat, haciendo de sus trabajos un tesoro descubierto que puede todavía instruir y deleitar a sus lectores y sus seguidores.

Trayendo estas explicaciones al siglo XX y si nos remontamos a la decadencia de la Gran Depresión de 1929, sería conformista de mi parte dejar de mencionar una de las grandes falacias de la modernidad económica que fue la que dio origen al efecto multiplicador en la teoría general de Keynes, o llamado de forma irónica “la milagrosa multiplicación de panes”. Lo demostró en su momento Milton Friedman: el multiplicador es simplemente una tautología derivada del corto plazo (lo que se ve) y la cual debería pasar por encima de la restricción presupuestaria para que el efecto sea sostenible a largo plazo, ya que en el verdadero funcionamiento económico del mercado, si extrapolamos al multiplicador, este automáticamente determinaría una caída en el consumo o en términos económicos la caída en la propensión marginal a consumir (PMC), perdiendo con esto su objetivo inicial (lo que no se ve). Vale mencionar que la restricción presupuestaria es justamente una limitación dada por la dicotomía de necesidades ilimitadas y recursos limitados que se traducen en elecciones bajo los costos de oportunidad. ¿Producimos mantequilla o armas? No es posible producir una sin dejar de producir la otra.

Se reconoce con esto a la teoría general keynesiana como un arma perfectamente útil para el enriquecimiento y la corrupción del sistema político estatal, maquillado con un alto gasto público que sostiene la ineficiente existencia de la función de consumo en la macroeconomía (gastar y gastar el dinero público todo lo que se pueda) a fin de generar salarios y liquidez en el corto plazo, lo cual a la larga solo será sostenible con la expoliación del fruto del trabajo de las personas a través de los impuestos y la deuda pública. Bastiat siglos antes ya determinaba las bases para que la verdadera visión económica no se alejara de la intertemporalidad, la cual fue dejada de lado por Keynes en su estudio sobre la tasa de interés a través del tiempo. Para más información el lector puede recurrir a la investigación de las diferentes burbujas económicas y financieras que se han creado y explotado a través de la historia.

Bastiat también se ha consagrado como una influencia para la escuela austriaca de economía, ya que el mismo reconocía que el hombre a menudo es víctima de sus propios juicios y sus propias pasiones y esto hace que no siempre pueda clasificar sus deseos según el orden más razonable y que solamente el progreso de la inteligencia y el sentido común nos acercaría cada vez más a colocar nuestra elección en el sitio que moralmente le corresponde, como por ejemplo, que en país se pueda consumir en mayor cuantía un objeto banal o un espectáculo inmoral y que en otro estos productos sean objeto de rechazo. Actualmente en cuanto a la irracionalidad del ser humano, el Estado nuevamente ha tomado ventaja con una teoría camuflada de buenas acciones como es el “paternalismo liberal” mediante el concepto de la economía del comportamiento, desarrollada por Richard Thaler en el año 2017, quien ha ganado un nobel por dicho trabajo, y en la cual  justifica que el Estado debe asumir mínimamente una responsabilidad paterna con los ciudadanos induciéndolos a tomar las mejores decisiones en sus vidas, un nuevo estilo posmoderno de coacción estatal que amedrenta contra la capacidad de ejercer responsabilidad en nuestras libertades, cuando  asumir la responsabilidad es realmente lo que corrige y perfecciona nuestros gustos, deseos, satisfacciones y apreciaciones. «Thaler ha contribuido a expandir y refinar el análisis económico al considerar tres rasgos que sistemáticamente influyen en las decisiones económicas: la racionalidad limitada, la percepción de justicia, y la falta de autocontrol», subrayó el jurado del premio en Ciencias Económicas que concede el Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel.

El academicismo económico del siglo XIX basado en las ideas liberales ha renacido en este siglo como el ave Fénix, a causa del hartazgo de este tipo de injusticias que promueven la violación a las libertades individuales, más conocida también en el vulgo popular como “justicia social”, cuando la realidad nos ha demostrado de forma empírica que la libertad constituye el alimento necesario para nuestro crecimiento y autorrealización, primero como seres humanos y luego como sociedad misma a través de los beneficios que otorga el libre comercio con la mano invisible, concepto que ha sido estigmatizado por el totalitarismo como un desorden social que conducirá indefectiblemente al caos y a la ruina, cuando la verdadera idea de ella con la premisa del “laissez faire, laissez passer” de los fisiócratas franceses fue que el Estado deje de involucrarse excesivamente en las decisiones del mercado para generar mayor crecimiento y desarrollo económico.

Los liberales modernos nos equivocamos en el arte de la guerra, ya que personalizamos a cada gobernante como nuestro único enemigo a quien debemos abolir y sacarlo del juego, para defender el bastión de la libertad que tanto consagramos en nuestros discursos, pero debemos tener en cuenta que “Los hombres pasan y las instituciones continúan”, y esta máxima ya la definía claramente Bastiat al demostrar que existen dos sistemas políticos que pueden estar presentes en nuestra existencia como nación, uno de ellos consiste en pedir mucho al Estado y dejar que éste nos expolie de la misma manera y peor, a fin de justificar  las acciones de sus manos, una dulce y la otra ruda.  El otro sistema consiste en disminuir drásticamente ese paternalismo y que el Estado a la par también haga sentir muy poca la dulzura y la rudeza de sus manos. El engaño persiste cuando creemos que el ataque y la caída de los gobernantes de forma individual marcaría la diferencia trascendental para llegar a la ansiada libertad, ya que quienes nos han llenado la cabeza con estas ideas nos adulan y nos engañan, nos vuelven de alguna manera populistas y fanáticos a fin de que volvamos a caer en el yugo cíclico del principal enemigo a quien debemos restar fuerzas, y ese enemigo lleva el nombre de Estado. La solución es tan lógica como una ecuación que reza: “dejemos de pedir al Estado lo imposible, lo utópico, dejemos de mendigar paternalismo estatal”. Debemos conocer a este enemigo principal determinando todas sus debilidades y oscuridades, a fin de poder demostrar su ineficiencia y de esa forma ir cortándole los tentáculos. Bastiat se constituye como un maestro ejemplar para este efecto.

Con todo esto dicho resulta imposible la negación de la implicancia real que tiene la libertad sobre el desarrollo de una sociedad. Si la iluminación sigue siendo negada a varias naciones y a sus mercados es a consecuencia de la perversidad y deshonestidad de cada gobierno de turno que se encarga de manipular absolutamente toda la información para mantenernos ajenos y ciegos a la verdad, y en el caso de que hayamos tenido la posibilidad de despertar, de seguro ellos se encargaran de ejercer la coerción sobre nosotros para que mantengamos los ojos cerrados y caminemos junto con el rebaño hacia nuestro final, plagado de infelicidad y miseria. En la fecha de la conmemoración del nacimiento de un gran defensor de la libertad como Bastiat debemos poder reafirmar nuestros principios de valoración y plasmar las ideas en la acción. Nadie más lo hará por nosotros y mucho menos el Estado, como el mismo lo parafraseó “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de todos los demás”. Necesitamos quebrar el yugo y comenzar a trabajar en el respeto irrestricto al proyecto de vida propio y de los demás.

 

Por Paola Dos Santos

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