La plena vigencia de las ideas popperianas

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Por: José Edgardo Carballo Sawula

Karl R. Popper (Viena, 28 de julio de 1902- Londres, 17 de septiembre de 1994), fue filósofo, politicólogo y epistemólogo,  uno de los pensadores del siglo XX, acaso más brillantes y de sabiduría extensa.

Estudió filosofía en la Viena floreciente y cosmopolita de principios del siglo XX y en tiempos en donde la cultura y la ciencia se reunían mediante sus más conspicuos exponentes.

Tanto en el mundo, con la libertad de comercio floreciente del siglo XIX, como en particular, en Austria, se consolidaba el librepensamiento, de tal manera que en 1921 se formó el “Circulo de Viena para la concepción científica del mundo” en el que se pensaba y se distinguía entre lo que era y no era considerado “ciencia”, siendo receptor de grandes pensadores del mundo de las ciencias, entre los que frecuentaban Einstein, Russell, Freud, Hayek, Von Mises y tantos otros.

Rápidamente Popper logra destacarse y se hacen famosas las críticas y discusión que mantiene con Wittgenstein. Él contrapone la teoría de lo que es ciencia y de lo que no lo es, con la teoría del falsacionismo, es decir, son científicos todos aquellos enunciados que pueden ser refutados (lógica de la investigación científica – 1934).

Popper se refugió en Nueva Zelanda luego de desatada la Primera Guerra Mundial y antes de la invasión Nazi  a suelo austríaco, en la que su Viena era destruida por ese nacionalismo violento.

Esta tragedia lo motivó a dedicarse a analizar, a entender cuáles eran las verdaderas raíces del totalitarismo que azotó su época.

Se debe agregar que de joven, integró la izquierda política (La Viena Roja) que profesaba el misticismo, ofrecían el sueño del mundo perfecto, pero sin embargo, se dio cuenta de que esas no eran doctrinas sino mitos que, en la realidad, significaban un verdadero infierno de guerra y violencia.

Sin dudas que estas circunstancias lo alentaron a emprender un profundo estudio de cuáles fueron o de dónde y cómo surgieron esas ideas filosóficas que sustentaron el totalitarismo y nacionalismo; y se propone combatirlas desde la razón crítica, que será clave para ser considerado un auténtico liberal precursor del individualismo y de su capacidad creadora, a pesar de que muchos autores lo consideran un “socialdemócrata” (Dahrendorf).

El método que adopta en “La sociedad abierta y sus enemigos”, lo desarrolló en su obra “La pobreza del historicismo”, y consiste en la filosofía (intelectuales) que cree haber descubierto ciertas leyes de la historia que les permiten profetizar el curso de los sucesos históricos. Claro, el filósofo que tenía el libreto sabía cómo terminaba la historia; lo que para alguien impregnado de evolucionismo y de espíritu “socrático” como Popper, no había nada más abyecto que tan  irresponsable aseveración (historicismo).

Analizando su obra “La sociedad Abierta y sus Enemigos” -1943- en el trasfondo está el fin o la “ultima ratio” de su indagación, cómo y por qué de repente, en el siglo de las luces, de libertades, espíritu crítico, de pronto se impone el oscurantismo de la razón y todo se derrumba producto de las conflagraciones bélicas apoyadas en ideas utópicas que justificaron el totalitarismo y el nacionalismo. 

Y surge que el totalitarismo es reacción a la libertad, porque la libertad provoca el permanente cambio, por tanto debía ser anulada para restablecer el inmovilismo, tal como podrá apreciarse seguidamente.

Realiza un recorrido, a lo largo de la historia de la filosofía, hurgando con precisión, los conceptos de Platón, Hegel y Marx, haciendo el ejercicio racional de criticar y desmontar cada una de sus cosmovisiones, acusándolas de puras entelequia y misticismo.

Los tres filósofos mencionados intentan “recobrar el mundo perfecto de felicidad”. Platón pretende retornar al tribalismo, como manera de recuperar la “felicidad del cuerpo social”, manifestando un particular odio por el individuo por subvertir a la tribu, y sostenía que toda evolución (teoría del cambio de Heráclito) constituye un alejamiento de la perfección de las ideas (esencia) y que provocaba decadencia; la creencia en lo sobrenatural constituye una especie de racionalización del miedo a cambiar la rutina, por lo que quedaba descartada toda tentación tribal a la introducción de evolución.

“El estado perfecto debía ser reconstruido de una forma tal que quedasen eliminados todos los gérmenes de desunión y decadencia, y que debería ser reconstruido sobre el modelo del estado espartano, y así lograr el estado perfecto donde todos los ciudadanos sean felices” “el individuo debe subordinarse a los intereses de la tribu, la raza, o cualquier otra entidad colectiva”

Hegel sostenía que “El Estado es todo y el individuo nada, ya que todo se lo debe al Estado, incluso su existencia” esta adoración hegeliana del estado se inscribe en la corriente historicista. A diferencia de Platón, Hegel cree en la evolución del mundo y la causa final y superior es “el mundo perfecto” mediante la dominación y la lucha.

Hegel justifica al nacionalismo entendiendo que la raza superior elegida está destinada a la dominación del mundo. Dedicó sus pensamientos para servir a Federico Guillermo III de Prusia, como herramienta de justificación, en tiempos en que las monarquías feudales advirtieron el peligro del Renacimiento y de la lucha por las sociedades abiertas con las ideas de la Revolución Francesa de 1789.

Marx, en su materialismo histórico, veía a los actores humanos, en la escena de la historia, como marionetas movidas por la fuerza irresistible de los hilos económicos, sobre los que carecen de control. Pero llegará el día en que las marionetas destruyan ese sistema para alcanzar el “reino de la libertad”.

El argumento profético de Marx fue “la lucha de clases”, la revolución social del proletariado que culminará inexorablemente en la apropiación de los medios de producción y de la dictadura del proletariado, la victoria final de los trabajadores” y “una sociedad sin clases”.

De la breve síntesis de los tres pensadores que expone extensamente Popper en la obra citada, surgen líneas que son transversales: odio a la razón, a la libertad, aniquilación de derechos individuales, promesa de liberar de responsabilidad individual y reemplazarla por la responsabilidad colectiva, planificación, restauración del mito, de la utopía y del sueño de que ese mundo prometido es el paraíso, es el mundo de la plena felicidad.

Se rastrea en ellos la idea de tutelaje, de un colectivo protector, de la sumisión al infantilismo, de la regresión a la “placenta” donde se puede hallar seguridad, pero siempre bajo la tutela y dominación de un “Alguien”, de una superioridad política, de un mito.

Si bien Platón busca la utopía, mediante el historicismo en el pretérito, Hegel y Marx, buscan la utopía en el futuro.

Una curiosidad, cuando Popper describe a Hegel no disimula su crítica a la persona, al que lo trata de “charlatán y verboso”, sin embargo, cuando describe a Platón acepta su buena intención, a su turno, cuando escribe sobre Marx, se convence de que dicho pensador se sintió movilizado por el deseo de ayudar a los oprimidos.

Karl Popper se muestra antihistoricista y anti-perfectista. En esta línea argumental el futuro está abierto y de ninguna manera puede estar determinado y menos que alguien osado se atreva a predecirlo.

La sociedad se construye en virtud del dinámico devenir de los tiempos, donde participa la libertad individual, sin intervención de la metafísica, el dinamismo social y la aplicación de la racionalidad, de la ciencia, de la crítica y del cuestionamiento, y siempre de forma pacífica.

 Popper entiende a la libertad no solo como una libertad económica, generadora de riqueza, entiende a la libertad en el sentido más amplio; la libertad es la única forma pacífica de convivencia entre los hombres. Y la libertad, necesita de una constante defensa, pues la libertad es un valor que se puede perder, lo que recuerda al Padre Fundador de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, y su implacable sentencia “El precio de la libertad es su eterna vigilancia”.

En los tiempos actuales no debemos sorprendernos de la presencia de precursores de las ideas de las “sociedades cerradas”, a pesar de la caída de la URSS y del Muro de Berlín en 1989.

Los nacionalistas en España, los fundamentalismos y terrorismos religiosos que azotan, en particular, en los países occidentales, los “caudillos” en toda América Latina, haciendo un rápido repaso, Castro, Chávez, Kirchner, encarnados en el “populismo” que claramente se apropian de los estados con promesas místicas de pseudo derechos, que más que asegurarles felicidad lo que hacen es “someterlos” para perpetuarse en el poder, con el “voto fácil”, “voto cautivo”, con la nueva manera de conquistar y moldear “las mentes” mediante la educación y propaganda, privándolas del espíritu y pensamiento crítico.

Para concluir, dado el recorrido del pensamiento histórico efectuado por el pensador vienés que arranca con la antigua Grecia, lugar donde se gestó la civilización occidental, hechas las sumas y las restas, la civilización occidental dio lugar a teorías antitéticas ya manifestadas en Atenas y Esparta (sociedad abierta – sociedad cerrada); y en los siglos XIX y XX se manifestaron, por un lado, en las ideas racionalistas franco-germanas (Hegel, Rousseau) que justificaron a los totalitarios y nacionalismos (sociedades cerradas); y por otro, las ideas anglosajonas (Locke y Hume), las que justificaron la revolución industrial, el constitucionalismo que se inicia en EEUU, ideas que trajeron progreso, bienestar y libertad para los pueblos que la adoptaron (sociedades abiertas).

José Edgardo Carballo Sawula     

Abogado – Director Club de la Libertad

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